Razones para renunciar a la DC




Por 50 años, desde que en 1967 fui candidato a presidente del centro de alumnos de economía en la UC, he pertenecido al Partido Demócrata Cristiano (PDC). Considero que ingresamos a un partido, y ellos existen, para permitirnos vivir allí nuestra inquietud por colaborar a constituir un mejor país o comunidad nacional. La nación a que pertenecemos, y donde vivirán nuestros hijos y nietos, no es algo dado y solo externo a nosotros e inmutable. La generamos cada uno con la forma cómo actuamos y nos ocupamos (o no) de lo social. Perteneciendo a un partido podemos hacer más y mejores cosas por el país que actuando solos.

Pero eso ocurre solo si el partido al que pertenecemos nos escucha y nos permite expresar nuestras opiniones y debatirlas con respeto y libertad. La escucha es fundamental en cualquier relación y organización efectiva. Además el propósito de todo partido político es invitar a las personas a participar en lo público, en el proyecto de sociedad al que invita. ¿Pero quién va a sentirse atraído a una organización donde no es escuchado?

El PDC ha dejado de actuar de ese modo acogedor y abierto desde hace ya varios años. Algunos de nosotros, y por harto tiempo, intentamos corregir ese error, pero no lo conseguimos.

Una de mis experiencias personales en esto fue en 2007 cuando intenté participar -preparándome concienzudamente- en el último Congreso Ideológico, esa vez en la Comisión de Educación. Pero no me dejaron. Dirigentes de la juventud de entonces, apoyados por otros dirigentes y una ministra, por la fuerza impidieron que la Comisión terminara de sesionar y así sacaron una  resolución no acordada donde decretaron que el partido se oponía al lucro y a la educación particular subvencionada.

¿Qué habrá conducido a ese ánimo intolerante y poco fraternal que está destruyendo al PDC? Es una pregunta que merece otra reflexión más a fondo. Pero cabe dejar mencionado que puede ser el ansia por conquistar y mantener poder, de controlar espacios en el Estado, de conservar puestos de trabajo en el aparato estatal, incluyendo el grave error de no poner límite a la reelección de parlamentarios y usar el partido para conseguir nombramientos.

Y la gota que rebalsó mi vaso, fue que la directiva del partido apoyara la expulsión de Mariana Aylwin y otros militantes, por advertir hace exactamente dos años que la DC debía cambiar, poner el acento en el crecimiento económico y dejar un progresismo de palabra que no generaba progreso para el país.

Y en vez de promover un debate sobre estas ideas, los dirigentes y varios parlamentarios responden buscando expulsar a quienes las proponen. Por todo esto renuncio. No quiero pertenecer más a un partido con esos comportamientos.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.