Frente a catástrofes: Resguardo a la Salud Mental de la Infancia




Cada cierto tiempo una catástrofe nos enfrenta con nuestra capacidad de reaccionar y responder adecuadamente. Sin duda el resguardo físico y material ocupan la prioridad en medio de la emergencia y, casi sin pausa, pensamos en la reconstrucción esperando lo más pronto posible normalizar el entorno. Sin embargo en esta secuencia, usualmente no nos damos cuenta del impacto que genera en la salud mental de los niños la forma en que atendamos a sus necesidades en medio de la crisis, y que al no visibilizarse pasan a un lugar secundario, derivando en situaciones cada vez más complejas.

En una emergencia, en que las viviendas y entornos han sido afectados, es necesario habilitar espacios en que el niño se sienta protegido. Por tal razón, es fundamental que cuando no se cuenta con un relacionamiento activo a nivel escolar,  las redes de infancia locales activen dispositivos comunitarios donde puedan satisfacer los requerimientos de cuidado. Más aun entendiendo que los Padres o cuidadores, en una situación de crisis, se ocupan gran parte del tiempo en resolver las condiciones mínimas de habitabilidad.

Los niños necesitan de un proceso que les permita asimilar e integrar en su contexto  lo vivido, logrando expresarse en un ambiente de contención, seguridad y respeto, donde   un adulto medie y comunique en forma responsable la información que se les va a entregar. Es importante que los adultos sean  capaces de  transmitirles sentimientos protectores.

Los niños experimentan, valoran y asignan a los espacios públicos un rol protagónico en la medida que son "escenarios" donde desarrollan sus juegos, dimensión que -junto a las oportunidades de socialización- les ayudan a  resignificar incluso en medio de entornos altamente vulnerables. Desde esta perspectiva es clave hacerlos participar del  proceso de normalización.

Otro aspecto fundamental, especialmente durante  las primeras semanas a partir de la emergencia, es observar el comportamiento de los niños. Si producto de ella se desarrollan conductas como irritabilidad, miedo, sentimientos de culpa, sobresaltos, apego excesivo, conductas regresivas, dolores de estómago etc. de manera recurrente, es aconsejable derivar lo más pronto posible a la red de salud.

Una guía útil para esta primera respuesta de Padres y cuidadores es el Protocolo de Acción ante Situaciones de Emergencia de la Fundación San Carlos de Maipo, que puede descargar en www.fsancarlos.cl , desarrollado a partir del gran incendio de Valparaíso.

Es importante que los dispositivos de emergencia incorporen herramientas específicas que atiendan al efecto de las catástrofes en la infancia, por sobre todo en aquellos lugares de mayor vulnerabilidad y exclusión social en que la atención especializada es escasa o tardía. Es evidente que situaciones de emergencia seguirán ocurriendo de manera permanente y por ello es importante activar, al interior de las redes de infancia locales, planes específicos de acción preventiva y protocolos de emergencias de resguarden el bienestar físico y emocional de nuestros niños. Hay experiencias desde la sociedad civil y se hace necesario trabajar conjuntamente con las autoridades en los distintos niveles de gestión, pero con especial foco en los territorios a nivel local. Ojalá que en las próximas emergencias la Infancia sea una prioridad desde el primer momento y aprendamos la importancia de prevenir tempranamente.

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