Resurrección azul
Eso fue. Una verdadera vuelta a la vida. No sólo de un equipo de fútbol, sino de una institución que, en razón de su grandeza, no podía seguir arrastrando frustraciones por más tiempo. Dos años de buenas intenciones, pero muy malas ideas y peores ejecuciones.
Desde la salida de Martín Lasarte, con una Copa Chile en el adiós, pero un pobre rendimiento en el torneo nacional, los azules sólo sufrieron. La llegada de Becaccece, que para muchos era un gran acierto, significó el comienzo de una de las peores épocas de la concesionaria. La expectativa con la que llegó le permitió tomar control del club en varias esferas más allá de sus competencias. El resultado de tamaño error fue desastroso. La peor campaña de su historia y un daño patrimonial evidente a la institución. Sobre todo en sus productos más visibles, los jugadores.
Sacó y desvalorizó a seleccionados uruguayos, pidió lo mejor del medio y se lo dieron, pero ni aún así pudo tener rendimiento. De forma increíble continuó, ahondando las equivocaciones y sumando más venta de humo con la incorporación de Luis Bonini. El balance fue peor y la U tuvo que detener el daño sacando a los chantas e instalando a una dupla histórica conformada por Castañeda y Musrri, que tampoco funcionó.
En diciembre no había margen de error para Carlos Heller, un paso en falso más podría haber sido fatal. Sobre todo para un dirigente que más allá de las equivocaciones, a diferencia de otros directivos, sí ha invertido en refuerzos poniendo varios millones de dólares para conformar el mejor plantel del fútbol chileno. La decisión debía ser certera y lo fue.
No se eligieron grandilocuencias ni versos, tampoco identificación extrema. Se optó por la sabiduría expresada a través de la humildad y un conocimiento futbolístico probado. El comienzo fue difícil, pero poco a poco se avanzó. Las comparaciones ridículas y desproporcionadas de sus jugadores con grandes estrellas dieron resultado y la metodología del abrazo y el I love you baby fueron la solución. Tan sorpresiva como sanadora. Tan revolucionaria como exitosa.
El título que coronó esta metodología es legítimo y justo. La U terminó jugando el mejor fútbol del torneo y su estrella 18 viene en un momento trascendente y necesario. Para sanar heridas y volver a mirar el futuro como este club merece. Retomando el camino de un grande, como suelen hacerlo quienes ostentan esta condición. Desde la humildad y el trabajo. ¡Salud Campeón!








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