Sobre el significado de la derrota
¿Significa el resultado de la elección del último domingo que la agenda transformadora ha sido rechazada? Esto es lo que la derecha esperaba: recibir (quizás incluso en primera vuelta) un mandato relegitimador del modelo neoliberal. Eso no ocurrió. Es decir, ese discurso restaurador fue rechazado. Sebastián Piñera supo entenderlo, y redirigió su campaña después del 19 de noviembre. Ahora reclamaba haber estado siempre a favor de la gratuidad, y defendió incluso la idea de una AFP estatal. La campaña de Alejandro Guillier no pudo o no supo asumir este cambio de escenario, y se mantuvo en una ambigüedad y falta de claridad que ratificaba exactamente las razones por las cuales muchas personas habían dejado de votar por la Concertación/Nueva Mayoría. Eso nos llevó a la amplia derrota del 17 de diciembre.
Habrá quienes dirán que el 17 de diciembre la idea de una agenda transformadora fue rechazada de plano. Pero los procesos políticos no son tan instantáneos. A mi juicio, la derrota de ese día se debe a varias razones: a la impresión de que con la Nueva Mayoría habían vuelto los vicios por los que la Concertación ya había sido desplazada del poder en 2009, en particular la de tratar a los órganos del Estado como un botín sujeto a "repartija"; al rechazo a reformas realizadas desde arriba, sin atender a los actores involucrados, como la de educación superior; a la promesa de que un gobierno de Sebastián Piñera conduciría de una manera más eficaz la economía; al temor a "Chilezuela"; al hecho de que la candidatura de Alejandro Guillier, que originalmente había surgido en oposición a los "políticos tradicionales", terminó pareciendo sujeta a los mismos cálculos y vicios políticos, etc.
Las diversas razones para la derrota obligan a la izquierda a una reflexión más profunda que lo habitual. No a abandonar la idea de transformaciones profundas, por cierto. Ellas son hoy tan urgentes como antes. Pero esa tarea necesita una izquierda que pueda llevarla a cabo, una izquierda moderna que entienda que la modernización del Estado es una tarea prioritaria, que es necesario vincular de nuevo a la política con la sociedad, que los partidos políticos que hoy existen no han estado a la altura porque son cada vez menos políticos.
La tarea para los tiempos que vienen es la conformación de un amplio Bloque por los Cambios, entendido como una amplia alianza política que una a la izquierda histórica y la emergente y también a una Democracia Cristiana que después de la elección parlamentaria queda reafirmada como fuerza progresista. Una alianza de sectores que siendo distintos tengan en común la superación del modelo neoliberal, es decir la profundización democrática mediante una nueva constitución y la ampliación de la ciudadanía mediante derechos sociales.
Este Bloque por los Cambios ha de aprender de lo que llevó al triunfo de la derecha: unidad política y social para un proyecto de superación del neoliberalismo; convergencia de partidos que hayan vuelto a ser dignos de la confianza ciudadana porque han hecho coherentes discurso y acción política, superando los vicios de la corrupción y el clientelismo; restablecimiento de la relación con la sociedad civil y sus organizaciones. No se trata solo de sumar partidos o parlamentarios, sino de un esfuerzo transformador político y social que se conecte con lo mejor de la tradición democrática chilena.
Esto es lo que permitirá articular una ruta de salida del modelo neoliberal que sea política y económicamente responsable, progresiva y genuinamente transformadora.
El día de la elección un periodista me preguntaba qué significaría, cuando lo recordáramos retrospectivamente, este período en que se sucedieron Bachelet/Piñera/Bachelet/Piñera. Yo creo que la respuesta será: es que el modelo neoliberal se resistía a ser superado.








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