Somos todos como hermanos




Los más entusiastas, quizás los más jóvenes y cómo culparlos, han citado a Jorge González como ejemplo de cordura ante el belicoso clima imperante con una vieja frase suya que decía algo así como "el músico nunca es el enemigo", obviando de paso que en sus días más filosos el sanmiguelino acostumbraba descuerar a cuanto cristiano se le cruzara por el camino incluyendo a sus compañeros de banda.

Ha sido el ingenuo guiño histórico de una semana en que los músicos chilenos han estado particularmente activos en eso de agarrarse de las mechas y por los motivos más diversos. Desde el duro intercambio virtual entre Ases Falsos y Dënver, por un texto de Cristóbal Briceño donde explicaba por qué no votaría en las elecciones pasadas; hasta los emplazamientos también en redes sociales de Alex Anwandter en contra de Planeta No, (Me Llamo) Sebastián y Javiera Mena, a raíz de su eventual tibieza ante las graves denuncias que afectan a algunos miembros del nuevo pop capitalino, pasando por la dura respuesta de Cee Funk, de Los Tetas, al mencionado Anwandter a quien básicamente cuestiona por haberlos acusado de encubridores cuando un ex compañero de banda fue acusado de violencia intrafamiliar.

En breve, la clásica camaradería del rubro, ese ambiente en que todos son como amigos y nadie dice lo que realmente piensa, se ha quebrado en pos de una franqueza que podrá alimentar el morbo inmediato de todos los que han leído estos posteos interminables (y hasta delirantes), pero que a la larga quizás termine aportando a derribar la hipocresía reinante.

Porque seamos francos: difícilmente sume algo separarse en trincheras sobre un campo de batalla tan pequeño y necesitado como el mercado musical chileno. Pero lo que no se ganará en unidad, que son muchos los que creen que falta hace, se compensará con menos máscaras y más verdad a la hora de hablar del colega o de cualquier cosa. Quizás tiene que ver con lo más elemental, con aquello de la naturaleza humana y que se vincula con sensaciones como el celo, la rabia o la competencia tan inherentes al músico como a cualquier mortal. La gracia probablemente está en que en episodios como los mencionados todos se revelan tal como son. Sin palabras de buena crianza o convenientes omisiones. Para decirlo en simple, en la música chilena lo que se escucha es lo que se lee. Aunque en muchos casos, sea mejor escucharlos que leerlos.

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