¿Tiempos mejores?
Es la promesa de quien tiene la primera opción de alcanzar la Presidencia. Ojalá así sean. Lo digo por Chile, por el pueblo que le cree y el que no le cree. Tengo, sin embargo, serias dudas de que esto ocurra. Un posible gobierno de derecha representará una seria regresión en muchos planos. Por de pronto en materia político institucional. Luego de las elecciones del 2013 se generó un amplísimo consenso en cuanto a la necesidad de una Nueva Constitución. Esa discusión abría la posibilidad de resolver cuestiones tan cruciales como: una efectiva regionalización que permita superar el asfixiante centralismo, el equilibrio de poderes y la superación de un híperpresidencialismo, ineficiente, rígido, herencia del caudillismo del siglo XIX y muy reñido con las necesidades de una gobernabilidad dinámica y flexible propia del siglo XXI. Quedará también para nuevos tiempos la transición, también indispensable, desde un Estado subsidiario - que llega siempre atrasado a enfrentar los desafíos de un mundo en permanente transformación-, hacia un Estado Social, innovador, altamente profesionalizado.
Con razón Sebastián Piñera ha propuesto una "segunda transición", esta vez hacia el desarrollo. La meta es antigua: tiene más de un siglo. Hasta ahora hemos cosechado muchas frustraciones. Y digamos las cosas como son, ni en los últimos gobiernos de la Concertación, ni en el de la Nueva Mayoría, pero tampoco en el de Sebastián Piñera se avanzó mucho en la creación de condiciones indispensables para avanzar en esa dirección: diversificación productiva, ciencia y tecnología, innovación, calificación de la mano de obra...
Chile puede ser el primer país de América Latina en alcanzar el desarrollo. Para ello hay que reunir condiciones que son especialmente exigentes y que la experiencia mundial demuestra que no se generan espontáneamente en mercados desregulados. Aunque parezca discurso antiguo hay que afirmar con fuerza la necesidad de un Estado con capacidad de prospectiva estratégica, intervenciones rápidas y concertación social. Es decir, un Estado muy alejado del modelo de Estado raquítico, lento y acomplejado que prefieren los neoliberales.
La necesidad de una Nueva Constitución que emane de una Asamblea Constituyente representativa de la voluntad del pueblo soberano, no es una reivindicación nostálgica de un populismo trasnochado. Por el contrario, a través de una vía rigurosamente institucional, un mecanismo de este tipo es el único capaz de generar un sistema de reglas que cumplan con una condición fundamental: legitimidad.
Un gobierno de derecha traerá también consigo una regresión social. Ha sido anunciado por el propio Sebastián Piñera que se congelará la gratuidad en educación superior y se restablecerán la selección y el copago en la educación básica y media. La idea de derechos propios de los ciudadanos cederá espacio frente a la promoción de una sociedad de consumidores que adquieren bienes y servicios en función de su capacidad de pago.
En fin, los tiempos nuevos que se nos anuncian pueden ser más parecidos a tiempos viejos en los que primaba la intolerancia. El anuncio de la revisión de la ley de aborto en tres causales, es muy ilustrativo al respecto.








 
  
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