Villa San Luis: más allá del patrimonio material
No podemos más que celebrar la reciente declaratoria de Monumento Nacional de la Villa San Luis. Fue un proceso controvertido en el que la comunidad tuvo una participación gravitante -como pasa con casi todo lo que se busca nombrar Monumento para asegurar su conservación-, incluida la persistencia del arquitecto Miguel Lawner. Pero más allá de lo material, del hormigón y el aspecto formal de los edificios –ámbito que algunos expertos han puesto como punta de lanza a la hora de discutir su valor y argumentar que no merecen ser resguardados-, lo que esta declaratoria rescata, preserva y protege es lo simbólico y significante, la suma de valores que estos cuerpos encarnan y representan.
No solo son vestigios materiales –hace rato que el concepto de patrimonio amplió sus horizontes para ir más allá de lo material- son, y esto es lo importante, huellas y testimonios de una época en la que la urbe se construía como todos anhelan construirla hoy: más justa, inclusiva y sustentable. Hablan, en el fondo, de una forma de hacer ciudad que no se ha vuelto a repetir, paradójicamente marcan también lo contrario, el inicio de los procesos de erradicación que impulsó la dictadura y con esto, la segregación que Santiago padece hasta hoy y de la que ningún gobierno ha logrado deshacerse.
En este caso –así como en muchos otros ejemplos patrimoniales-, la propiedad privada debe quedar relegada a un bien público, común y superior que es nuestra memoria e historia. La Villa San Luis representa no solo una época de innovación social y tecnológica, ilustra también uno de los casos más terribles de violación a los derechos humanos en la ciudad y el territorio: el despojo de la vivienda y desarticulación de un rico tejido social. Es ejemplo de las malas prácticas -incluso ilegales- de venta y enajenación de predios fiscales, de cambios de planos reguladores a media noche y de un modelo de desarrollo económico y social -el neoliberal-, contra uno que plantea por sobre todo un Estado solidario donde lo común y lo público tienen preponderancia frente al mercado, que busca estimular la construcción de una ciudad con calidad de vida para todos sus habitantes.
Hoy, la discusión patrimonial va más allá del debate sobre el valor arquitectónico y solo formal de una estructura, debe rescatar, resguardar y preservar para generaciones futuras ejemplos significativos de procesos culturales, económicos, políticos, técnicos -tangibles e intangibles- que nos recuerden de dónde venimos, dónde estamos y orienten hacia dónde queremos ir. Por eso vale la pena conservar lo que quede como testimonio de la Villa San Luis, porque esos vestigios hablan de memoria, identidad y valores locales que no deben perderse, menos en la mitad de un centro de negocios donde la globalización en todas sus expresiones se toma cada esquina.








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