Y volver, volver, volver




Pertenecer a la clase dirigente es un privilegio, pero que puede volverse muy arriesgado en una época de cambios sociales en que se reformulan los criterios que dan legitimidad a la posesión y ejercicio del poder. Esos cambios redefinen quiénes son poderosos y lo que pueden hacer.

Por ello, estos periodos de transición cobran víctimas entre quienes, incapaces de leer las transformaciones a tiempo, son atropellados por los cambios. La monarquía francesa es un ejemplo clásico de la historia política, así como las estrellas del cine mudo testimonian el precio cobrado por un avance tecnológico.

De lo que se trata, para adaptarse, es de captar a tiempo las transformaciones cuando estas se producen: ¿Son superficiales o son modificaciones de fondo que redefinen por un período largo el orden social? La elite siempre quiere creer lo primero, porque lo segundo implica asumir pérdidas dolorosas. El uso del lenguaje da pistas en este sentido ¿se ha fijado estimado lector en la frecuencia con la que políticos y empresarios últimamente usan verbos como "volver" o "recuperar"?

Frases típicas de nuestros días son: "Tenemos que volver a encantar a los electores", "tenemos que volver a recuperar la confianza de los consumidores", "tenemos que retomar la senda del crecimiento". Esto es, parafraseando a Proust, la búsqueda de un tiempo perdido; porque nada de eso ocurrirá, no "volveremos", ni "recuperaremos", ni "retomaremos". Crecimiento y confianza son indispensables, pero ya no se alcanzan, justifican, reparten, ni duran como antes.

El predominio global del capitalismo en las últimas tres décadas ha provocado una expansión de la riqueza, la tecnología y el conocimiento que ha cambiado buena parte de los fundamentos del orden social. Los que piensan que tuvimos una borrachera y estamos sufriendo la resaca, pero "se nos va a pasar" y todo será como antes, están enfrentando mal los desafíos actuales. Esto vale para interpretar a Trump, el Brexit o los movimientos sociales en Chile.

El triunfo del capitalismo y la democracia liberal no detuvieron la historia, sino que nos están llevando, entre otras cosas, a la superación global de la pobreza y a una diferente concepción de los derechos individuales. Es otro mundo, que nos enfrenta a complejos problemas emergentes, que generan confusión, tanto como reviven el interés por caminos fracasados (nuevas izquierdas y neo fascismos).

Es inútil que la elite política o la empresarial se enfoquen en un regreso, sino que deben evolucionar y trabajar en cambios reales que contribuyan a lograr nuevas soluciones. No se trata de respondernos a dónde queremos volver, sino en concebir un punto al que queremos llegar. Este viaje no tiene retorno, se recorre por una vía de un solo sentido, allí radica la debilidad del conservadurismo estatista de izquierda, así como del autoritario de derecha.

Crecimiento económico, un orden social justo, la existencia de clases dirigentes o del poder mismo, son realidades vigentes, pero que se están redefiniendo aceleradamente. Refractarias a esos cambios, y aferradas a un antiguo régimen, las elites, cual Vicente Fernández, siguen cantando: "Y volver, volver, volver".

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