Felipe Kast tratando de explicar que el aborto es malo a una doctora que atiende a una muchacha de 13 años embarazada por una violación intrafamiliar; Alberto Mayol mirando grabaciones de balaceras en poblaciones populares de un Santiago que no conocía; Beatriz Sánchez intentando de dilucidar los límites de la democracia en Venezuela. Tres postales que permiten darse cuenta de que Aquí está Chile (Chilevisión) es distinto al resto de los programas sobre política que se emiten actualmente en nuestra tele.

Pura diversión trash; al proponerse desde el formato norteamericano de Town Hall, el show está diseñado para ir directo al choque: los invitados están al centro de un círculo donde reciben preguntas complejas de un público que les exige respuestas más o menos satisfactorias o por lo menos inmediatas. Cada tema/pregunta/historia de la galería está apoyado por un periodista (Matilde Burgos, Daniel Matamala, Iván Núñez, Fernando Paulsen, Macarena Pizarro y Mónica Rincón) que continúa el diálogo hasta llevarlo a su límite más polémico; mientras, el espectador no solo escucha la respuesta sino que ve como el candidato se desplaza, dialoga o trata de explicarse como pueda.

Por ahora, Aquí está Chile lleva tres emisiones de cinco, todas dedicadas a los postulantes del Frente Amplio y Chile Vamos en las primarias. Ya estuvieron Kast, Mayol y Sánchez. Kast lució cómodo pero quizás era una ilusión pues en la medida que el capítulo avanzó su empatía se presentó tan forzada como falsa; Mayol dio una clase universitaria aunque pareció no darse cuenta de que el público no estaba compuesto por estudiantes; y Beatriz Sánchez anduvo bien pero le costó zafar de sus propias imposturas. En cualquier caso, fue divertido verlos pues cada emisión permitió que el espectador escuchase sus propuestas pero también fijarse en sus miradas y modales, en cómo se relacionaban con quienes los escuchaban y cómo se veían a sí mismos.

Que el show vaya en el prime aumenta su efectividad. Aquí está Chile no parece estar hecho para los bostezos del domingo por la mañana (¿es verdad que todavía dan Estado Nacional en TVN?) sino para quienes aprendieron a dormirse con los gritos histéricos del reality Doble Tentación. De este modo, en cada emisión lo que importa es el conflicto. Da lo mismo de dónde venga mientras veamos a los candidatos sentirse incómodos o traicionados a la hora de reaccionar ante un entorno hostil mientras tratan de disfrazar sus contradicciones íntimas, todos intentando darle sentido a sus ideas en una televisión especializada en dating shows miserables, grabaciones de celulares de arrestos ciudadanos y noticias delirantes del mundo de la farándula.

Sí, acá no hay fair play y las críticas son tan contundentes como obvias: Aquí está Chile es un programa sesgado, parcial y sensacionalista. Aquello es verdad pero eso es lo bueno del asunto aunque en realidad nadie parece reparar que al fin y al cabo este es un show de Chilevisión (sí, está también CNN pero la moral es puro CHV) y debe ser juzgado como tal. Solo ahí podría haber sido emitido y lo interesante es que los peores defectos del canal (su pasión casi natural por la carnaza, el ansia de fama de sus rostros y la voluntad lacrimógena para capitalizar cualquier drama humano) terminan convertidos por primera vez en virtudes, en aportes inesperados al debate público.

De este modo, por primera vez en mucho tiempo, hay provocación gratuita ahí donde el intercambio de ideas se convirtió en una conversación predecible; hay confusión y mala onda ahí donde solo existían palabras de buena crianza; hay historias de seres humanos reales (por bizarras o extremas que sean) ahí donde antes solo existían panfletos o documentos programáticos. En un año electoral rarísimo, donde los candidatos parecen sacados de la dimensión desconocida, del pobrísimo canto de las sirenas de una calculadora electoral o del narcisismo de sus propios sueños de grandeza; Aquí está Chile se propone como un espectáculo ad hoc que exhibe a la política como un mero espectáculo, exponiendo la distancia que puede existir entre las palabras y los hechos, entre las agendas de los candidatos y lo que sucede en la calle.