Durante casi toda su vida, los diarios de vida y los diarios de viaje del escritor se confunden con un solo corpus compuesto por libretas, cuadernos, postales y manuscritos de distintos tamaños y variadas extensiones. Viajar y escribir fueron dos pulsiones que siempre lo acompañaron. En una carta a su amigo Luis Vargas Rozas anota: "Tú sabes que los camellos cuando tienen la joroba llena de grasa pueden vivir sin comer hasta que se les desinfla. Nosotros lo mismo (él y Vicente Huidobro). Europa nos llena la joroba espiritual e intelectual, y en Chile se nos gasta. Una vez gastada... o se vuelve a llenar o se fallece".

Tal como en sus diarios, su obra literaria pareciera ser un eslabón más de una obra concebida como una compleja autobiografía. Su escritura íntima —privada— guarda otra en su interior, la que integra a su ficción. Emar concibió toda su creación como el fruto de un trabajo en permanente construcción, nunca el resultado de la "inspiración".