House of Cards: la muerte le sienta bien

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Robin Wright brilla con un personaje que parece tener más dimensiones que el de Spacey, que llegaba a parecer villano de dibujos animados, de esos con un gato que ronronea en sus piernas mientras hace sus planes malévolos.


House of cards fue la serie que lo cambió todo. El estreno de Netflix que, hace cinco años, avisó que el juego de la ficción en TV ya no volvería a ser igual y que el streaming se estaba convirtiendo en un actor a considerar.

Cinco temporadas después la serie seguía gozando de buena salud, con seguidores fieles y un nivel algo más bajo aunque sin caer demasiado. Pero indudablemente ya no era la gran revelación ni la serie que HABÍA que comentar. Eso hasta que el escándalo llegó a su set con las denuncias de acoso sexual contra Kevin Spacey que obligaron a la producción a reaccionar: el protagonista fue despedido y el personaje eliminado, muerto. Y a la cabeza de la historia quedó Claire (Robin Wright) ahora viuda, presidenta de Estados Unidos y encargada de liderar los ocho capítulos con que House of cards se despide.

Gracias a esto la serie volvió a sentirse como un imperdible, al menos desde el lado del morbo. Hay que ver cómo lo hacen, cómo le dan el giro a la historia y cómo se ve con otra protagonista, con otra persona haciendo declaraciones a cámara. Y la verdad es que la sensación que queda es que el escándalo Spacey le cayó como anillo al dedo, porque es cierto que Claire ya era bastante protagonista, pero verla de cabeza de cartel es un cambio refrescante y bienvenido.

La historia se retoma meses después del final de la quinta temporada, en que Claire juró como presidenta y el servicio secreto le dio un muy apropiado alias: Estrella Solitaria. Frank está muerto, llueven amenazas de todo tipo a la mandataria y el ambiente político -cómo no- está rocoso, lleno de intrigas y personas con ambiciones personales y dobles caras.

En ese contexto Robin Wright brilla con un personaje que parece tener más dimensiones que el de Spacey, que llegaba a parecer villano de dibujos animados, de esos con un gato que ronronea en sus piernas mientras hace sus planes malévolos. Ella es manipuladora y tiene pocos escrúpulos, pero también algo de debilidad y dudas. Y si bien el fantasma de Frank, al igual que el de Spacey, sigue rondando, lo cierto es que Wright lleva la historia sin ningún problema y renueva en su impulso final a una serie que merece despedirse por lo alto.

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