Si se trata de hablar sobre autoras que han encontrado nuevas formas de ver el feminismo y la teoría de género, Virginie Despentes de seguro será nombrada.

Con 49 años, la 'polémica' escritora francesa desde mediados de la década de los 90 ha hecho de sus experiencias la inspiración para escribir sobre temas prohibidos a la luz del día. Prostitución, pornografía o maternidad han sido parte de los tópicos que ha hablado sin tapujos.

Fóllame (Reservoir Books, 1998), su primera novela, relata la historia de una prostituta y una actriz porno que deben huir tras asesinar a alguien. Con dicha obra, Despentes logró encontrar un espacio en tiempos en que el conservadurismo tenía siempre la última palabra.

Actualmente, tras volverse un fenómeno de masas con la publicación de Teoría King Kong (2006, Penguin Random), un ensayo en el que se postula como una representante del nuevo feminismo, la escritora gala conversó con el medio argentino El Clarín luego de que sus obras fuesen difundidas a Latinoamérica, en fechas en que el feminismo se posiciona como el tema político que toda persona debe conversar.

*

Fóllame irrumpió con una temática y una música muy disruptivas para la sociedad francesa de los años 90. ¿Por qué el aspecto político de la novela fue tan poco comentado y todo parece reducirse al sexo?

–Creo que es porque soy mujer. Cuando publiqué esta novela, yo era joven y a la crítica literaria no le parecía esperable que una mujer tuviera opinión política. Sobre todo, si no había pasado por la universidad. Por todo eso, fue un shock imaginar en aquel momento que estos pensamientos sobre el sexo podrían salir del cerebro de una chica. Era demasiado. También hay que considerar que la gran mayoría de las críticas y entrevistas fueron hechas por cerebros masculinos. Y he observado que cuando se trata de sexo, la luz desaparece de los cerebros de los machos. No quieren oír hablar de sus propias prácticas. Y aún menos verlas desde el punto de vista de una autora. Es por eso que el silencio de la prostituta es fundamental. De todos modos, cuando escribí el libro, yo no pensaba en el lado escandaloso o sexual. Estaba en ese momento muy centrada en una rabia proletaria, y muy consciente de lo que me pasaba. En Fóllame intento describir un mundo donde cuidarte es imposible porque la violencia económica y política te pesa demasiado y te come la imaginación hasta el punto en que la única respuesta posible es un baño de sangre y de nihilismo. Lo más difícil, tal como lo pienso en el libro, es asumir que no puedes tampoco cuidar a los que amas. Los ves caer uno detrás de otro. Y eso es lo que te hace perder la dignidad.

–También su ensayo Teoría King Kong causó un enorme impacto. Era el año 2006 y la obra fue presentada como un "manifiesto del nuevo feminismo". ¿Ese nuevo feminismo ya llegó?

–En la época de Teoría King Kong, se hablaba de la cuarta ola feminista. Supongo y espero que lo que llega hoy en día sea más un tsunami internacional que otra ola más. Y lo espero porque, si se tratara solamente de una ola, el backlash será fatal, mientras que un tsunami no dejaría nada de las viejas creencias, imposibilitando la venganza.

–En ese libro usted señalaba que los hombres también padecen el patriarcado. ¿Cómo es eso?

–Pues para empezar, trabajan para un orden patriarcal del que disfruta un determinado porcentaje de la población mientras que todos los demás son tratados como esclavos modernos. Los hombres se obsesionan con la autoridad y la autoridad no la tienen ellos: la tiene los grandes jefes de empresas o sus accionistas. Los hombres se someten a un orden que no es un orden justo y son capaces de morir para defender fronteras o valores que no son beneficiosos para ellos. Son los máximos tontos, se comen las migas de los poderosos y disfrutan en casa de una pequeña autoridad y de la posibilidad de la violencia doméstica. Eso no es una vida, es una sumisión absurda. Y por eso, por ser obedientes y cargar con lo que el patriarcado espera de ellos, aceptan mutilarse de la posibilidad de sentirse vulnerables, de la posibilidad de tener deseo propio. Es una lástima. Y lo siento mucho por ellos, que creen que luchan por sus propios intereses.

*

–A los 30 años dejó de beber y a los 35 abandonó la heterosexualidad para "transformarse en lesbiana", según explicó. ¿Cuál de esas decisiones fue más difícil y qué resultado han tenido en su vida personal y profesional?

–Parar de beber es extremamente difícil. Abandonar la heterosexualidad es una fiesta. La ausencia de castigo en estos últimos diez años fue una fiesta deliciosa. Parar de beber es otro asunto, es un luto temible y una confrontación brutal contigo misma.

–¿El lesbianismo permite entender mejor el feminismo?

–El lesbianismo no te ayuda a entender mejor el feminismo, sino a ser feminista en la alegría. Lo veo mucho más difícil para las pobres heterosexuales que tienen que tener en cuenta sus propios problemas y además encargarse con toda la mierda de la masculinidad heterosexual, que es una catástrofe internacional extrema.

–Vivimos con la impresión de que impera una gran libertad sexual. Pero usted dice que "el problema es la sexofobia". ¿A qué se refiere?

–Me refiero al hecho de que puedes vomitar tu odio en las redes sociales mientras no muestres una teta. Hay robots cazatetas... Como si fuera lo único capaz de poner en peligro el orden social. Tetas. Eso es sexofobia. Miedo irracional al cuerpo de la mujer y de la sexualización que conlleva. Me refiero al hecho de que miles de adolescentes han sufrido acoso online o en la vida real porque habían chupado una pija o se habían dejado grabar mientras cogían. Si hubiera una gran libertad sexual, seríamos incapaces en 2019 de llamar a una chica "puta" por tener deseos. Y sería impensable tratar mal a alguien porque le guste el sexo. La libertad sexual no puede pasar si no viene con una desestigmatización de la sexualidad de las calentonas, de las sinvergüenzas, de las que disfrutan de coger sin tener que justificarse con motivaciones románticas o reproductivas. No hemos salido de la sexofobia que ha caracterizado a los monoteísmos. Y no saldremos si no hacemos una revolución de género total, con la abolición de la idea misma de géneros.