Corría 1981. Llevaba ya viviendo un tiempo en Gerona, España, y el entonces poeta Roberto Bolaño estaba desesperado. Su situación económica era precaria y su carrera literaria no despegaba. Vivía solo, acompañado por una perra (Laika). Sin encontrar el camino, viendo que su situación no mejoraba, y en un manotazo de ahogado, el autor de Amuleto decidió iniciar una correspondencia con uno de sus escritores favoritos, Enrique Lihn. Quizás, el hombre de Escrito en Cuba, podría darle las respuestas que andaba buscando. No estaba seguro si acaso sacaría algo en limpio, pero había que intentarlo. La necesidad pesaba más.

No fue casual. Bolaño admiraba de sobremanera a Lihn. "Es uno de los poetas peor leídos en Chile", dijo en una canónica entrevista con Cristián Warnken en el programa La belleza de pensar. En su particular estilo, siempre glorificando la poesía, el autor de Nocturno de Chile agregó: "Lihn es muy lúcido, Lihn en ese sentido es baudeleriano, es totalmente baudelariano. Yo creo que Lihn era totalmente consciente de que él abría territorios y que había un antes y un después de Enrique Lihn".

Pinceles y antipoemas

Enrique Lihn nació en Santiago, el 3 de septiembre de 1929. Hizo sus primeros estudios en el Saint George's y en el Liceo Alemán. Ingresó a la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Chile para estudiar pintura. "Trabajaba mucho, pero era poco disciplinado. Siempre improvisaba de una forma un tanto autocomplaciente. El medio era poco exigente y me ponían un siete por los dibujos", contó el mismo vate en una entrevista con Claudia Donoso, en 1981, publicada en el libro Enrique Lihn en la cornisa (Ediciones UDP, 2019).

Lihn terminaría abandonando los pinceles, las paletas y los lienzos para dedicarse a la literatura. Curiosamente, el mismo Bellas Artes sería el punto clave. "Lo que pasa es que llegaba todo tipo de gente a la escuela, donde estaban, por un lado, los analfabetos y, por otro, los "letrados". En estas causeries esthétiques bajo los tilos del Parque Forestal participaban pintores, semipintores, poetas, diletantes, literatos, grandes lectores, algunos de los cuales venían del Pedagógico, y en medio de todo eso algunos de nosotros dejamos los yesos y las naturalezas muertas por la pluma", asegura en la citada entrevista.

Así, Lihn comenzó a tener una relación cada vez más fuerte con los libros y con la escritura. Consultado por Claudia Donoso sobre sus principales lecturas de formación, señaló, en el caso de la narrativa: "Dostoievsky y Kafka, sobre todo Kafka; luego Faulkner", y las de poesía, con un grupo que ha sido escuela para muchos vates, los franceses del XIX. "Aprendí a leer francés con Las flores del mal, también con Rimbaud, y leí Los cantos de Maldoror a los diecinueve años. Es un libro tremebundo", señala en la misma entrevista.

Sin embargo —y tal como le pasó a Bolaño— Lihn reconocía en Nicanor Parra a su mayor lectura de aprendizaje. De ahí que el mayor sustrato de su obra se vea en la poesía. "Tomé partido por la poesía de Parra por oposición a todo lo que se hacía en Chile, y lo que aprendí de él fue la necesidad de aterrizar en la concreción de la poesía en lugar de divagar con palabras sonorizadas", explica en la entrevista con Claudia Donoso.

¿Cómo repercutió en su escritura? "Si hablamos de influencias, yo plantearía las cosas así: antes de conocer Poemas y antipoemas y a su autor, algo no menos importante, yo era un meritante que hacía un tipo de poesía derivada de ciertas modas, una poesía más del sonido que del sentido, pedante y algo divagatoria. Insegura, en resumen", agrega en la misma sección.

Tanta fue su admiración por Parra, que Lihn incluso se permitió reseñarlo antes que sacara su fundamental Poemas y antipoemas. Es decir, antes de que se convirtiera en leyenda. En 1951, en el artículo "Introducción a la poesía de Nicanor Parra", publicado en la revista Anales de la Universidad de Chile, señaló: "(Parra) sustenta una estética que lo coloca al margen de nuestra tradición literaria. 'La función del idioma, ha dicho, es para mí la de un simple vehículo y la materia con que opero la encuentro en la vida diaria'. Reivindica así una adecuación rigurosa entre la experiencia y la expresión".

"Nicanor Parra rehúye a todo trance el tono profético. Un profeta es un hombre de orden. Viene al mundo a subsistir el caos por la forma y la estructura de todas las formas posibles. Cree en el hombre en su posibilidad de alcanzar un fin sin fines que lo rediman de su contingencia. Nicanor Parra rehúye el tono profético, pero no puede dejar de sentirse invadido por él algunas veces. Su sentido de la realidad le inserta un tono ético a su obra, un velado carácter de auténtica solidaridad con cierta poesía normativa, propia de los grandes poetas griegos, por ejemplo, y en general, de todos aquellos que asisten al nacimiento de su pueblo, en medio de la alegría, de la juventud y el trabajo constructivo", agrega Lihn en el mencionado artículo.

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Cuando armó su primer estudio de grabación, al músico chileno Felipe Cadenasso no se le ocurrió otro nombre mejor. La pieza oscura. Tal como el ineludible libro de poesía que Enrique Lihn publicó en 1963.

El vocalista y guitarrista de Matorral es un reconocido seguidor de la poesía de Lihn. "A mí me encanta su poesía, es precisa, refleja muy bien cierta sensación que identifico con las carencias o herencias emocionales de alguien criado en Chile. Hace poco trabajaba unos demos y descubrí que usé el mismo título que un poema de Lihn llamado 'Hotel Nacional', no tenía idea que existía... pero me sorprende lo preciso para describir algo tan difícil de comunicar, lo emocional, el pulso interno, por eso me quedo con ese ámbito".

-¿Cómo llegaste a conocer su obra?

-En cierto momento de mi vida empecé a leer autores chilenos, fue cuando descubrí que había logrado conmoverme con la poesía, esa entrada me hizo querer conocer más sobre la línea de poesía nacional, así llegué a Lihn... lo primero que leí de él fue A partir de Manhattan me gustó mucho su agudo sentido del humor, su visión crítica, me identifiqué con esa posición desde la que escribía, la de un ciudadano incómodo, recuerdo en especial "TV" y "Catedral Neoyorquina".

Por su parte, el crítico literario José Ignacio Silva explica a Culto las características de la obra del autor de Agua de arroz. “El rasgo esencial que tiene la obra de Enrique Lihn es la lucidez, su inteligencia. Es tremendamente lúcido respecto de la poesía misma, del ejercicio de escribir, de su potencia, pero también de la fragilidad de la escritura. Todo eso sin descuidar una mirada punzante al quehacer artístico y al momento político y económico de Chile, una crítica desde el arte”.

SIlva agrega: “Lo que Lihn demostró mediante su obra —y que hoy parece que hace harta falta— es mostrar un malestar articulado por la literatura, un malestar con Chile y su realidad de entonces, lo que lo hace tremendamente atractivo hoy, momentos en que parecieran circular varios discursos críticos, pero que no sobrepasan el eslogan o el meme. Lihn y su obra eran, desde luego, una clarísima postura ética. Ya que estamos, sería interesantísimo un nuevo libro de Lihn ante la migración, el feminismo, las redes sociales, el Instituto Nacional”.

Si bien Enrique Lihn se dedicó principalmente a la poesía, también incursionó en otros ámbitos como los cuentos, novelas y ensayos. "Destacó en todas las áreas, pero pasa que es conocido por una más que las demás, que es la poesía. Lihn es uno de los poetas chilenos fundamentales de la segunda mitad del siglo XX con Nicanor Parra, (Raúl) Zurita, (Juan Luis) Martínez y Gonzalo Millán. De todas maneras, echar a competir la diversidad de formatos que Lihn trabajó es un tanto ocioso, por no decir innecesario", asegura Silva.

La poesía de Lihn se puede categorizar como de verso libre, o versículo en la terminología técnica, dado que hay una ausencia de métrica. Además, utiliza mucho un recurso poético que se llama encabalgamiento. ¿En qué consiste? Lo explica el poeta y director de la Sech, David Hevia: "Se trata de completar una idea más allá de una línea. Generalmente se hace en una línea y media. Lihn lo hacía así". Hevia agrega un exponente. "Un poeta muy bueno haciendo eso era Rafael Alberti, un ejemplo es su 'Canción 8'".

En Lihn, un ejemplo es el primer párrafo del poema "La pieza oscura", que aparece en el libro homónimo.

La mixtura del aire en la pieza oscura, como si el cielorraso hubiera

amenazado

una vaga llovizna sangrienta.

De ese licor inhalamos, la nariz sucia, símbolo de inocencia y de precocidad

juntos para reanudar nuestra lucha en secreto, por no sabiamos no

ignorábamos qué causa;

juegos de manos y de pies, dos veces villanos, pero igualmente dulces
que una primera pérdida de sangre vengada a dientes y uñas o,

para una muchacha
dulces como una primera efusión de su sangre.

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En otra faceta menos conocida, Lihn también las hizo de compilador. Diez cuentos de bandidos, es una selección que realizó y que además prologó para una edición de Quimantú, en 1972. Los relatos, entre huasos, caballos, persecusiones, rifles, cuatreros, alambrados y quebradas, pertenecían a diversos autores chilenos: Baldomero Lillo, Manuel Rojas, Guillermo Blanco, Mariano Latorre, Olegario Lazo Baeza, Rafael Maluenda, Fernando Santiván, Víctor Domingo Silva, Luis Durand y Óscar Castro.

"La presente antología responde en primer lugar al gusto de ver reunidos en un mismo libro algunos de los mejores cuentos chilenos contemporáneos sobre bandidos. Puede ser útil, además, para observar cómo la literatura se transforma junto con la sociedad y de qué modo dentro de una misma coyuntura histórica las tensiones de aquella dan lugar al antagonismo en el plano de la creación literaria", escribió Lihn en el prólogo, que más que más que una introducción era un ensayo sobre la presencia de los personajes bandoleros en la narrativa chilena.

"A la novela de bandidos habría que agregar el teatro de bandidos. Y la imagen de los mismos siempre quedaría incompleta si no se acudiera a su proyección sobre la cultura de masas", agregó.

Además, dando a conocer su gran acervo intelectual, se daba maña para realizar un análisis dentro del campo de las estructuras ideológicas que componen una sociedad. "Produciendo y manipulando esa cultura, la clase dominante se piensa erróneamente a la vez que traiciona, hasta la evidencia, su falsa conciencia, su ideología. De un modo igualmente transparente propone al resto de la sociedad un modelo de conducta y una escala de valores que la beneficie como tal clase dominante".

Enrique Lihn en 1983.

¡Que salga el felón!

Caía la tarde en Santiago. Avanzando entre esculturas, plazuelas, bancos, jardines, pasillos tupidos de palmeras, secoyas, pinos, cedros, álamos, cipreses, fuentes de agua, una laguna y senderos que se bifurcan, Enrique Lihn iba furioso. Las silenciosas y solemnes fachadas de los museos lo contemplaban, como las pirámides observaron en su tiempo a Napoleón. Llevaba una pistola en la mano. Entre las 36 hectáreas de la Quinta Normal buscaba incesantemente a su rival, a quien él mismo había retado a duelo. El poeta Jorge Teillier.

A principios de los 60's, ambos poetas protagonizaron una rivalidad que ha quedado en los anaqueles de la literatura chilena, quizás solo comparable con la guerrilla literaria entre Neruda, De Rokha y Huidobro.

Según cuenta el cronista Roberto Merino en su libro Lihn. Ensayos biográficos (Ediciones UDP, 2016), las diferencias se originaron por un lío amoroso. Lihn inició un romance con una joven llamada Beatriz Ortíz de Zárate. La relación parecía andar bien, e incluso, el vate quiso llevar las cosas más allá. Ceremonioso, fue junto a sus padres a pedir la mano de la muchacha a su casa.

Sin embargo, algo pasó. "Jorge Teillier, amigo de la pareja, se interpuso de manera insistente entre ellos, halagando los oídos de la niña con desesperadas declaraciones de amor", cuenta Merino en el citado volumen. ¿Resultado? Beatriz eligió a Teillier.

Lihn quedó molesto, y producto de ello protagonizó una pelea a puñetazos con Teillier en el bar de la sede de la Sociedad de Escritores. Así lo narra Merino: "En una mesa estaban Teillier, Beatriz y el escritor Guillermo Atías. En la otra, Lihn con Cecilia Casanova y Enrique Moletto. En un momento Lihn acusó a Teillier de tirar migas de pan hacia su mesa —lo que según Beatriz era imposible porque solo estaban tomando una botella de vino—, pero insistió y amenazó además con golpearlo. Para Beatriz fue otra prueba más del infantilismo de ambos, como si los poetas pudieran conservar la infancia a voluntad. El hecho es que Enrique se trenzó a puñetes con Teillier en la Sociedad de Escritores. Una señora se desmayó y la escena se volvía cómica: daban puñetes al aire y nunca se apuntaban, hasta que Linh tomó de la corbata a Teillier y Beatriz se lanzó a defender a su novio".

Luego de la monumental gresca, Lihn retó a duelo a Teillier. Merino cuenta que lo hizo presencialmente, y de manera escandalosa. "Una medianoche Lihn se presentó acompañado de Enrique Moletto a la casa de Guillermo Atías, donde sabía que estaban Teillier y Beatriz. Exigió a gritos que saliera 'el felón', como lo llamaba, lanzando golpes a través de la reja del antejardín. Atías intervino, manifestando que le parecía inaceptable que los poetas se estuviesen peleando a las afueras de su casa", relata Roberto Merino.

Acto seguido, Lihn estableció las condiciones. A pistola, al atardecer en la Quinta Normal. Incluso, para hacerlo más estrambótico aún —y siguiendo las tradicionales normas del duelo— cada uno debía llevar un padrino. Mientras Lihn designó a Enrique Moletto, Teillier hizo lo propio con Germán Marín.

"No es necesario especificar que a principios de los años sesenta el duelo —al igual que la petición de mano— constituía un anacronismo. Esto habla, por cierto, de una inadecuación de Enrique Lihn para enrolarse en la sociedad de su época, un desajuste no deliberado que fue por lo demás parte innegable del encanto de su personalidad", señala Merino en el citado volumen.

Llegado el momento, ambos contendientes junto a sus padrinos se dirigieron al tradicional parque santiaguino. Sin embargo, el duelo nunca llegó a concretarse. ¿Qué pasó? "Ya fuera porque la tarde del lance había niebla o porque las indicaciones de la cita eran poco precisas para un recinto tan grande como la Quinta Normal, el hecho es que los contendores y sus padrinos anduvieron caminando en círculos por el parque sin jamás encontrarse", cuenta Merino.

Enrique Lihn.

Cartas desde Gerona

En su relato —que mezcla crónica y fantasía— titulado "Encuentro con Enrique Lihn", incluido en Putas asesinas (Anagrama, 2001), Roberto Bolaño narra cuál fue la poca alentadora respuesta que recibió de Lihn. "Una carta larga y de mal genio, en el sentido que damos en Chile al término mal genio, es decir hosca, irascible". Según consigna el medio digital uruguayo Sujetos, Lihn señaló que no lo apoyaría: "Por de pronto no puedo dar curso a ninguna de las peticiones… porque no preparo antologías ni otorgo becas".

Sin embargo, el hombre de La pista de hielo no claudicó. Siguió enviándole misivas a Lihn, hasta que logró mejores respuestas. Según información del mencionado sitio, Bolaño le mandó algunas de sus poesías para que Lihn las comentara. "Me gustó bastante en algunos versos, y en otros lo encontré desmadejado… el surrealismo ortodoxo ya no se soporta. Hay algo que está bien y algo que no anda", dijo el autor de La pieza oscura.

La correspondencia entre ambos se extendió entre 1981 y 1983. Con el tiempo, Lihn haría más por Bolaño. "Leyó mis poemas y me antologó en una especie de recital de poesía joven que hizo en un instituto chileno-norteamericano", cuenta Bolaño en el citado cuento. "Se portó conmigo de una manera súper generosa, pero con una generosidad como pueden tenerla los grandes poetas", complementó en la entrevista con Cristián Warnken.

La relación epistolar sería el único contacto entre los dos. Lihn falleció en 1988 en Santiago, cuando Bolaño aún residía en la madre patria.

Bolaño hizo referencias a Lihn en varias de sus obras, no solo en Putas asesinas. A saber: en los poemarios Tres y La universidad desconocida; en sus novelas Estrella distante, Nocturno de Chile, y en un texto de Entre paréntesis.

¿Qué leer de Enrique Lihn?

El universo literario de Lihn es bastante extenso. ¿Cuáles son los imprescindibles? Responde José Ignacio Silva: “Lihn tiene tres o cuatro libros de poesía claves, pero destacaría El Paseo Ahumada que muestra al Lihn profundamente político, no solamente por salir a la calle y recoger las voces en un momento de opresión política, sino que también saca las voces de los oprimidos del sistema, especialmente un sistema económico que comenzaba a instalarse desde los planes económicos del régimen de Pinochet, y que hoy tiene completamente tomado a Chile: el neoliberalismo. Es un Lihn “en terreno”, si se quiere, de hecho el libro originalmente fue diseñado como una suerte de flyer, que circule (fue muy fotocopiado en su momento), pero que a la vez le hiciera el quite a la censura que imponía la dictadura a los libros. Lihn construye su discurso poético a partir de la contingencia, es una poesía situada, coloquial y profunda, que en su primera versión fue una acción literaria y política. Ese es un libro, pero a Lihn hay que verlo todo, sobre todo su faceta crítica, tanto de literatura como de arte”.