En los últimos años vivía un renacer creativo. Actor, dramaturgo y director de teatro, Alejandro Sieveking desplegaba energías en las tablas y en el cine. Su figura se había vuelto presencia habitual en la pantalla grande a través de filmes como Gatos viejos, El club y Los perros. Mientras sus obras ya clásicas como Animas de día claro o La remolienda regresaban a las salas con nuevas lecturas, a los 85 años él volvía a subirse a los escenarios, armado de humor. Hace tres años el Premio Nacional reconoció su significativo aporte al arte dramático del país. Entonces decía a La Tercera: "Ahora me han redescubierto no solo como autor, sino también como actor de cine y teatro. ¡Hasta la gente me reconoce en la calle y se acerca saludarme! Lo más bonito es que me hablan como si ellos mismos se hubiesen ganado el premio. Eso ha sido muy conmovedor para mí".

Nacido en Rengo en 1934, Sieveking es uno de los autores fundamentales del teatro chileno del siglo XX, y el último de los dramaturgos de la generación del 50. Con su esposa Bélgica Castro, quien fue su profesora en la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile y quien hoy cumple 99 años, formaron una de las parejas más queridas, admiradas y productivas de la escena local.

Afectado hace años de un cáncer a la piel, mal que lo obligó a someterse a numerosas intervenciones, Sieveking murió ayer en su departamento frente al Parque Forestal. La ministra de Cultura, Consuelo Valdés, lamentó la pérdida de quien llamó "un maestro formador de generaciones".

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En el estreno de La remolienda: Sieveking (izq.), Bélgica Castro (al centro) y Víctor Jara (der.), en 1965.[/caption]

"Las palabras nunca serán suficientes para demostrar la gratitud que como país le debemos. Hace menos de un año compartimos con él en un homenaje que le hizo la Cámara de Diputados y hoy lo vemos partir, dejando a Bélgica y a toda la comunidad de las artes escénicas de luto", expresó la ministra.

Sus restos serán velados hoy desde las 10.00 en el Teatro Nacional Chileno. Mañana al mediodía se realizará una ceremonia de despedida, para trasladarlo luego al crematorio del Cementerio General.

"Era uno de los mejores si no el mejor dramaturgo de este país", dice Jaime Vadell. "Además del Premio Nacional de Teatro, deberían haberle dado el de Literatura", añade, visiblemente conmovido quien fue su compañero de curso.

Autor de una extensa y rica obra dramática, el año pasado Sieveking estrenó Todos mienten y se van, pieza donde interpretaba a un escritor que se reúne en un café con una diva del teatro, y desde ese lugar observan el Santiago actual. Dirigida por Alejandro Goic, la obra era una secuela de Todo pasajero debe descender, texto que en 2012 interpretó junto a Bélgica Castro, también Premio Nacional de Teatro y quien esta vez no pudo participar debido al alzheimer.

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Ella fue su profesora en la Escuela de Teatro. En 1962, se casaron Sieveking y Bélgica Castro.[/caption]

Además de sus proyectos, la atención de Sieveking se consagraba prioritariamente al cuidado de su esposa. Uno de sus últimos planes era la publicación de un libro que recogía su historia juntos, aquella que se difuminaba de la memoria de Bélgica Castro: "Hay días en que parecemos los mismos jóvenes enamoradiscados que se conocieron en los años 50. Pero hay otros en que todo es confuso. Ha sido una pérdida dolorosa", decía el año pasado.

"Uno de sus anhelos era morir antes que Bélgica Castro", comenta su amigo, el actor Héctor Noguera. "Por otro lado, debido a su condición actual, probablemente Bélgica no notará la ausencia", añade.

"Era muy activo"

Dejó la arquitectura por el teatro. Quería ser actor, pero su talento lo condujo a la escritura. Parte de una generación que integraban Tomás Vidiella, Sergio Urrutia, Víctor Jara y el mencionado Vadell, Sieveking se destacó muy pronto como dramaturgo: "Desde segundo año comencé a escribir y estrenar obras", recordaba.

Con Víctor Jara formó una exitosa sociedad creativa. Con Sieveking como dramaturgo y el cantante en la dirección, en los 60 estrenaron Parecido a la felicidad, Ánimas de día claro y La remolienda, texto que recogía sus recuerdos del campo. "Mis obras sin la dirección de Víctor no funcionaban. Teníamos una afinidad en que no teníamos que explicarnos nada", contaba.

La estrella de esa sociedad teatral era Bélgica Castro. "Me enamoré de ella al verla interpretar a Sonia en Tío Vania, en el año 1954, mientras yo estudiaba arquitectura", contó. Luego ella fue su profesora en la Escuela de Teatro. Con 13 años de diferencia, se casaron en 1962.

Tras el golpe militar se exiliaron en Costa Rica, país donde dejaron "una importante escuela teatral", destaca Noguera. Regresaron al país a mediados de los 80. Sieveking escribió telenovelas, dramaturgia y volvió a actuar.

"En sus últimos años, me impresionó mucho en el cine. Recuerdo especialmente su rol en la película El club, donde era uno de los sacerdotes", dice Noguera.

"Más allá de su lucidez intelectual, era infinitamente generoso y muy gracioso", comenta Pablo Larraín, director de El club.

"Era muy activo y, además, actuaba mucho últimamente", resalta Gustavo Meza.

Originalmente, Todos mienten y se van, la obra que estrenó el año pasado, era la segunda parte de una trilogía. "Aún estoy en suspenso de si escribiré o no la tercera parte", dijo entonces. "No sé, tal vez porque siento que el ciclo está completo y uno tampoco puede esforzarse y hacer las cosas si no ves una necesidad real. Escribir es una cosa que te tiene que salir del alma".