Se me ha perdido ayer, se fue: historia del unicornio azul de Silvio Rodríguez

Silvio Rodríguez

El músico cubano compuso una de sus canciones más escuchadas con el recuerdo aún tibio de su amigo Roque Dalton, el poeta guerrillero asesinado por sus propios camaradas en El Salvador.


Cuenta Silvio Rodríguez en la edición cubana de su disco Unicornio (Ojalá, 1982), que para fines de 1981 escribía canciones con las preocupaciones puestas en el mar.

Corrían días en que Estados Unidos realizaba amenazadoras maniobras navales alrededor de Cuba. “El pretexto de entonces era impedir un supuesto apoyo material de nuestro pueblo a la lucha de liberación de El Salvador, y en general a la secularmente sufrida Centroamérica”, anota el músico en una carta fechada en abril de 1982, en La Habana, donde explica el origen de su canción “Por quien merece amor”.

“Intenta eso”, dice el cantautor, “en el hipotético caso de que nuestra solidaridad hubiese sido cierta ¿cabría explicar el sentimiento que la alentaba?”.

Por esos años, el hombre de San Antonio de los Baños miraba con atención los movimientos del Ejército Revolucionario del Pueblo en El Salvador, que en 1975 habían dado muerte a su amigo, el poeta guerrillero Roque Dalton.

Precisamente, la estela de su recuerdo inspiraría su canción “Unicornio”, una de las más escuchadas del músico según los números de los servicios de streaming.

Mi unicornio y yo hicimos amistad

Nacido y criado en el ala más privilegiada de la sociedad salvadoreña, Roque Dalton era hijo de un empresario estadounidense a quien recién pudo conocer a los 17 años, aunque financió su educación básica y secundaria en los mejores colegios católicos de San Salvador.

Él mismo decidió enviarlo a estudiar Derecho a la Universidad Católica de Chile, una vez egresado. Sin embargo, al llegar a Santiago, en 1953, Roque Dalton prefirió dejar la religión de lado y estudiar en la entonces reformista Universidad de Chile. Allí se forjó, aunque más que en el Derecho, en el marxismo.

"Me puse en contacto con los comunistas, tuve amigos comunistas, y al principio sin saber que lo eran, luego con un poco más de conciencia, por lo menos di un paso de avance en Chile y de católico conservador que era pasé a ser un católico progresista, un social-cristiano; en ese momento, esa corriente de pensamiento en Chile me pareció sumamente atractiva", contaba Dalton sobre su viaje de formación.

Roque Dalton

Luego de sus años chilenos, regresó a El Salvador y se acercó al Partido Comunista mientras comenzaba a publicar sus primeros trabajos de poesía, influenciados por Pablo Neruda, y su país se hundía en una seguidilla de gobiernos militares con la guerra fría como paisaje.

“Roquito hacía reír hasta a las piedras, como lo escribió Eduardo Galeano. Hacía reír porque rompía los lugares comunes. Nadie menos solemne que Roque Dalton, nadie más capaz de hacer reír hasta las horas negras, más dispuesto a aventarse a pecho abierto contra el peligro, nadie más accidentado”, lo recuerda su amiga, la escritora mexicana Elena Poniatowska.

Varias veces arrestado, Dalton finalmente partió al exilio en México, desde donde viajó hacia los países del bloque soviético. Entonces su obra se volvió comprometida.

“Me parece que para nosotros latinoamericanos ha llegado el momento de estructurar lo mejor posible el problema del compromiso”, dice el propio escritor en una conversación que sostuvo con Mario Benedetti recogida por la revista Marcha, “en mi caso particular, considero que todo lo que escribo está comprometido con una manera de ver la literatura y la vida a partir de nuestra más importante labor como hombres: la lucha por la liberación de nuestros pueblos”.

Finalmente, se radicó en Cuba, donde entablaría amistad con el trovador Silvio Rodríguez, quien le escribiría una de sus más sentidas canciones.

Se me ha perdido ayer

Frente a la proeza de explicar el significado de una canción de alto vuelo lírico, Silvio Rodríguez hace frente con palabras desde el booklet de su disco Unicornio.

“Me ha proporcionado un buen montón de placeres y sorpresas”, dice sobre el tema que nombra a su quinto álbum de estudio, “doquiera lo mostré desencadenó un furibundo afán de hacerme saber dónde se hallaba mi unicornio perdido”.

Según cuenta el músico, “comenzaron a llegar cartas, cables y mensajes, aparecieron fotografías, libros, pegatinas, postales y dibujos de toda variedad de unicornios”.

La portada de Unicornio, el quinto disco de Silvio Rodríguez.

“Incluso recibí noticias hasta de dónde sé que jamás iría a pastar no solo el mío sino cualquier otro”, asegura.

Luego sigue: “Es extraño, pero alguna gente ve cosas donde no las hay, o lo que es peor: no pueden ver las cosas que ciertamente existen”.

La letra de “Unicornio” guarda algunas pistas sobre su verdadera historia, desde sentimientos como la añoranza, el regocijo o la pérdida.

El tema compuesto por el propio Silvio, fue grabado junto a una orquesta dirigida por José María Vitier y arreglado por el productor Frank Fernández.

“Para los extranjeros que no lo sepan, Frank es un excelente concertista del piano, graduado del conservatorio Tchaikovsky de Moscú con distinguidas notas, y protagonista de no pocos éxitos en Cuba”, cuenta Rodríguez en el libro Silvio: que levante la mano la guitarra (Letras Cubanas, 2003), donde sus autores Víctor Casaus y Luis Rogelio Nogueras, rastrean los fundamentos del canto del trovador cubano.

“Silvio, ¿para qué se canta?”, preguntan allí.

“He leído que, en sus inicios, el canto fue complemento del trabajo”, responde el músico, “más o menos así lo plantea George D. Thomson en su libro Marxismo y poesía. Del trabajo surge un sentido del ritmo y, este, la canción y la poesía”.

Luego añade: “Desde entonces el mundo ha dado vueltas y revueltas. La vida se ha complejizado y, con ella, las funciones y motivaciones del canto. Tanto es así que se ha llegado a cantar por el puro placer de hacerlo, por sencillo deleite estético y sonoro. Pero esto no se queda ahí, porque puede afirmarse que hoy en día también se canta tanto para adormecer como para despertar al hombre. Y ambas intenciones también se apoyan en el relativo placer que se experimenta ante la canción”.

“Yo canto por goce y por conciencia”, explica Silvio Rodríguez, “o sea, que disfruto cantando lo que invento. Incluso a veces me parece que vale la pena que cante a los demás algunas de las cosas que se me ocurren. Pero yo soy un hombre con su visión del mundo, un hombre que ha tomado partido. De lo que resulta que estoy invitando a todos a sumarse a mi bando, que es el bando de la Revolución y la belleza”.

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Silvio Rodríguez

En el caso de “Unicornio”, el tema que cierra su disco del mismo nombre, “todo empezó por un amigo muy querido que tuve”, relata el músico, “un salvadoreño llamado Roque Dalton, quien además de haber sido un magnífico poeta fue un gran revolucionario, compromiso que le hizo perder la vida cuando era combatiente clandestino”.

Luego concluye: “El caso es que Roque tuvo varios hijos (...) entre ellos Juan José, que jovencito y delgado como es fue guerrillero, herido, capturado y torturado. Lo encontré hace poco y me comentó que allá en las montañas de El Salvador, andando con la aguerrida tropa de los humildes, trotaba un caballito azul con un cuerno”.

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