En aquellos días de mediados de los 90 en que la gente todavía compraba CD, las boybands dominaban el negocio y Blur se preparaba para conquistar el planeta con su quinto disco en medio de una crisis de identidad, Damon Albarn tuvo una visión mientras frente a sus ojos pasaban en loop los éxitos del momento en MTV. “Hagamos una banda de fábrica, pero que sea realmente interesante”, fue más o menos lo que recuerda haberle propuesto a su entonces compañero de departamento, el ilustrador Jamie Hewlett, antes de dar forma a un proyecto que, años después, en pleno cambio de milenio, se presentaría al mundo como “la primera banda virtual de la historia”.

Si bien esta última aseveración es discutible - sí, Alvin y las Ardillas y hasta los Banana Splits alguna vez fueron grupos superventas en EE.UU.-, ningún otro conjunto ficticio antes que Gorillaz llevó tan lejos las posibilidades que brinda la tecnología digital al servicio de la música pop.

Escondido tras cuatro personajes animados (Noodle, Russel, 2D y Murdoc), Albarn no sólo encontró una válvula para explorar aquellos ritmos que no tenían cabida en Blur y para salirse de la agotadora batalla por el cetro del britpop. De alguna forma, el músico también se las arregló para viajar en el tiempo y adelantarse a un presente en el que la única forma de crear, consumir y tocar música es a través de la virtualidad.

“Gorillaz nació en un momento en que internet comenzaba a tomar forma y de alguna manera ha ido creciendo a la par. Creo que hemos explorado todas las posibilidades que como banda tienes dentro de internet”, dice Albarn (52) al otro lado de la pantalla del Zoom, en una conversación con cinco medios latinoamericanos -en la que participó Culto de La Tercera- para hablar sobre Song machine, el más reciente proyecto audiovisual de su banda animada.

Gorillaz debutó en Chile en 2013, donde los fanáticos pudieron conocer en vivo un show que llevaba existiendo casi una década.

Si en 2001 la agrupación se estrenaba con la que podría considerarse la primera campaña viral de la historia del pop, este nuevo trabajo se ha ido revelando desde enero de forma episódica, con un nuevo single y video cada mes, acompañado de algunos “extras” con entrevistas a los músicos. La elaboración de la música también se ajustó a las condiciones que impone la pandemia, con maquetas de ida y vuelta a través de la plataforma de videollamadas.

“Los primeros cinco episodios de Song machine, hasta Pac-Man, alcancé a hacerlos con cada artista físicamente, y después de eso, todos fueron hechos a través de esta cosa”, dice apuntando a la pantalla de Zoom, para luego enumerar a los diversos invitados estelares que, como es tradición en Gorillaz, intervinieron en este proyecto. Una lista que incluye a Elton John, Robert Smith, Beck, Peter Hook (New Order) y St. Vincent.

“Siempre nuestra idea es meternos en algo que no sabemos cómo va a terminar. Y ha sido muy bueno no tener un plan, porque ese es el mejor plan que puedes tener. Todas las canciones estuvieron un tiempo revoloteando entre diversas casas. La de Beck, por ejemplo, fue de un lado a otro hasta que encontramos un balance que nos dejó a todos contentos. Todas las canciones tienen su historia y creo que eso es finalmente lo lindo de hacer música: nunca sabes dónde van a terminar, qué va a hacer cada quién y ahí está la magia de todo esto”, agrega el artista sobre este nuevo concepto, que este viernes 23 culminará con la publicación de un álbum -el séptimo del grupo- en el que se reunirán todos los sencillos: Song machine, season one: strange timez.

La lista de colaboradores, en todo caso, pudo ser aún más amplia: “Dionne Warwick estaba literalmente sentada al piano y lista para grabar, pero algo pasó al final. Barry Gibb (de los Bee-Gees) iba camino al estudio y de repente sufrió una infección en el oído. Con Morrissey tuvimos una conversación por mail muy divertida, pero que no llevó a nada. No creo que Morrissey sea un colaborador, realmente, tienes que querer colaborar con otra gente. Y hubo una persona que dejaré en el anonimato que ni contestó mis mensajes, pero todo el resto fueron muy amables”, cuenta.

En el caso de Elton John, quien participa del más reciente single del grupo, The pink phantom, liberado a principios de este mes, su colaboración esconde una anécdota. “Cuando yo tenía siete años fui recogido en la puerta de mi escuela por el Bentley rosado de Elton John. Eso debe haber sido en 1975. Te preguntarás por qué habrá pasado eso. Fue justo después de que Elton volviera de una gira por la Unión Soviética, los rusos le habían pagado en carbón así que volvió con mucho carbón, pero nada de plata. Y la única forma en que podía pagarles a sus músicos fue dándoles regalos. A su percusionista, Ray Cooper, que era amigo de mis padres, le dio el Bentley rosado. Cuando le conté esta historia a Jamie me dijo que tenía que hacer una canción sobre esto con Elton, aunque él no recuerda el auto rosado, sino fucsia”, cuenta riendo.

-El formato episódico de Song machine pareciera estar estrechamente ligado a la forma en que se consume el entretenimiento hoy, las maratones de series, los podcasts. ¿Hay algo de todo eso?

-Supongo que sí. Para ser honesto, inicialmente no estaba pensando en hacer un disco, pero al final mi amigo Stuart Aldridge me dio todas las opciones a elegir y le pregunté si de todo esto podía salir un álbum. Él hizo todos estos increíbles arreglos, partiendo por (la canción) Strange timez y ahí sentí que había un disco. Es muy agradable la sensación de tener un disco cuando no pensabas hacer un disco. Porque créeme, he tratado de hacer muchos discos y el resultado no siempre es tan gratificante.

-¿Pretende expandir en el tiempo este formato de Song machine?

-Ya tengo una canción para la segunda temporada de Song machine y no puedo esperar a grabarla, pero tengo que frenarme a veces, porque sino Jamie se espanta un poco (ríe). Pero sí, la temporada dos estará con ustedes más temprano de lo que imaginan. Y después tenemos un acuerdo para hacer una película con Netflix. Supongo que tendremos que terminar la segunda temporada y ahí habrá tiempo para finalmente poder estrenar la película de Gorillaz. Cruzo los dedos.

-Como banda virtual, ¿cree que Gorillaz está mejor preparada para el mundo post Covid?

-Bueno, en el sentido que son integrantes animados, sí. Mientras estos personajes puedan seguir siendo animados podrán continuar adelante. Nosotros estamos con muy buena energía en este momento, creativamente hablando.

-¿Cuál es su visión de este mundo tan anómalo, específicamente para los artistas?

-En mi país lo que está ocurriendo es que se está intentando debilitar la creatividad, se está incitando a la gente joven a no ser músicos, bailarines ni artistas, que es algo muy feo, cruel y asqueroso que se les puede hacer a los sueños de la gente. Especialmente en este momento de nuestra existencia. Así que mi rol como alguien que ha vivido de esos sueños es decirle a todo el mundo que resista. Simplemente resistan, sean el cambio y resistan.

El reino de la fatalidad

Para diciembre, en tanto, Albarn y Hewlett -junto al percusionista Remi Kabaka Jr., a estas alturas el tercer Gorillaz- trabajan en la experiencia en vivo del álbum, con dos conciertos en formato online.

“Cruzo los dedos para que estén las condiciones. Creo que podremos sacarlo adelante, porque es un ambiente muy seguro. La idea es hacer algo que justifique esta cosa del streaming, así que la gente puede esperar ver a Gorillaz, los dibujos animados sobre el escenario tocando con nosotros en cierto punto. Nosotros convirtiéndonos en ellos, yo convirtiéndome en 2D en algún momento, después volviendo a ser yo, algo así”.

Serán las únicas presentaciones de la banda en 2020, a dos años de su última gira (The now now tour) y a casi tres de su última visita a Sudamérica, con su concierto en el Movistar Arena de Santiago. “Realmente echo de menos el sonido del público en Latinoamérica. El último show que hicimos con Gorillaz fue en México y fue maravilloso”, comenta el músico, quien agrega que el “espíritu sureño” de su audiencia latina “es algo que siento muy necesario hoy, en el reino de la fatalidad en el que vivo”.

Pese a estas dos décadas que lleva al mando del conjunto virtual, Albarn recalca que los recitales como los conocíamos siguen siendo irreemplazables. “No existe una manera de conservar esa vibra. Y si en algún momento tenemos la oportunidad de volver a salir de gira, guau, ese primer concierto al que iremos va a ser algo especial”.

Tampoco se pierde a la hora de diferenciar el mundo paralelo donde viven sus compañeros animados y el que habita él mismo.

“Creo que la mayor crisis existencial de estos 20 años es nuestra relación con internet. Porque en todo lo que vemos ahora, incluso en el Covid, es internet lo que ha creado esta sensación de que realmente vivimos una pandemia. Cuando salgo de mi casa al exterior, veo simplemente el planeta Tierra, pero cuando veo mi computador, las noticias, lo que veo es algo completamente distinto. Hemos ido perdiendo la habilidad para distinguirla, pero hay una diferencia entre lo que está en la pantalla y lo que está allá afuera”.