El 24 de noviembre de 1991, el mundo de la música lloró la muerte de Freddie Mercury, quien fuera cantante, compositor y pianista de la banda Queen.

Complicaciones derivadas del Sida, enfermedad que dio a conocer apenas un día antes de su deceso, le quitaron la vida mientras dormía en su casa en Garden Lodge, Londres.

Fue en compañía de su pareja Jim Hutton, su asistente Peter Freestone, su chef Joe Fanelli, y quien fuera su compañera de vida -primero como novia y luego como amiga- Mary Austin; que Freddie Mercury dio su último respiro.

La resolución detallada en su testamento es más o menos conocida: Austin heredaría su mansión en Kensington, así como los derechos de sus canciones. Mientras que sus padres y hermana recibirían una importante suma de dinero, al igual que Jim Hutton.

Lo anterior, sumado a regalías para sus empleados más cercanos como su chef, chofer y asistente personal, y sus varios gatos. Y la precisión del destino de sus restos: sería cremado y solo Mary Austin sabría la ubicación de sus cenizas.

Una cláusula menos conocida, tiene relación con las fiestas de fin de año, específicamente con Navidad: Mercury dejó coordinado con la tienda Fortnum & Mason, que cada año envíen una caja navideña a sus seres queridos.

“Pensamos que es un gesto encantador, que sabemos que se repite cada año”, dijo un portavoz de la tienda a Mirror. Cada una de las cestas corren a cargo de la herencia de Freddie Mercury. “Un pequeño regalo, un gesto, un detalle... significa mucho más que alguien que te compre el Big Ben”, dijo Mercury en su momento.

Freddie Mercury en su última Navidad (1990).

Si bien estas celebraciones suelen reunir a las familias y guardan un simbolismo de amor y esperanza, también significó dos hitos un tanto amargos en la vida del músico británico.

El primero data de la Navidad de 1976. Queen acababa de publicar su álbum A Day at the Races, el que les valió una alta popularidad gracias a “Somebody to love”; y recibían solicitudes por montones para presentarse tanto en radio como en televisión.

“El regalo navideño de Freddie para sí mismo fue uno inusual: por fin reunió el coraje para ser honesto tanto consigo mismo como con el amor de su vida, Mary Austin, y terminar su larga relación romántica”, detalla Freddie Mercury, la biografía definitiva. Un escrito de la periodista Lesley-Ann Jones.

“Éramos más unidos que cualquier otra persona, aunque dejamos de vivir juntos tras cerca de 7 años. Nuestro amor romántico terminó entre lágrimas, pero un fuerte lazo se creó entre nosotros, y eso es algo que nadie nos puede quitar. Es inalcanzable”, dijo Mercury según detalla el libro de Jones.

El segundo está fechado en 1984, pero esta vez, tiene relación con el ámbito profesional del músico.

Freddie regresó a Munich, y en diciembre el grupo produjo su primer single navideño, “Thank God It’s Christmas”. Fue producido en Londres y la voz de Freddie se añadió en Alemania. Sin embargo, el tema no consiguió llegar al Top 20 del Reino Unido, y nunca apareció en ningún álbum de Queen.

Pero esos recuerdos no arruinaron su forma de ver la Navidad, muy por el contrario, siempre se mostró atento y generoso con sus más cercanos.

“Unas navidades me compró un anillo, y lo puso en la caja más enorme que encontró”, relató Mary Austin según consigna la biografía definitiva de Mercury. “Abrí la caja y dentro había otra caja, y así sucesivamente hasta que llegué a una cajita minúscula. Cuando la abrí, había un bonito anillo egipcio con un escarabajo. Se suponía que traía buena suerte. Le produjo mucha ternura y mucha timidez regalármelo”, dijo Austin.

“Tenía un libro de ‘cumpleaños’ con la fecha de nacimiento de todos sus amigos. Quería asegurarse de que no se olvidaba de ninguno”, reveló Peter Freeestone en una entrevista a Express Online. “Si conocía a alguien y le gustaba, sacaba el libro y anotaba su cumpleaños en él. También enviaba una nota de agradecimiento después de una cena agradable. Era un auténtico caballero”.

Es más, en un documental de Channel 5, el ex-asistente de Mercury agregó que una de sus costumbres era que ninguno de sus amigos o familiares pasara la Navidad en solitario. “Les decía que fueran a Garden Lodge. Había pavo y para el feriado, jamón. Era una tradición”. Todo ambientado con un gran árbol, luces y bandejas de comida.

Su principal roadie, Peter Hince, recuerda haber recibido grandes cantidades de alcohol cada año, acompañado de una tarjeta personalizada. Y Elton John recordó la dedicación de Mercury en su libro El amor es la cura: Sobre la vida, la pérdida y el fin de las ETS (2013, Little Brown & Co).

En la mañana de Navidad de 1991, un mes después de la muerte de Mercury, el hombre de “Tiny Dancer” recibió una pintura en acuarela.

“Mi nombre de drag es Sharon, y el de Freddie era Melina. Envuelto en una preciosa funda de almohada, recibí una pintura de acuarela. En la nota que venía decía. ‘Querida Sharon, vi esto en una subasta y pensé que te encantaría. Te quiero, Melina’. Él se estaba muriendo, pero igualmente pensaba en sus amigos. Todavía tengo la funda de almohada en mi cama. Ese era el tipo de persona que era Freddie. Estaba lleno de amor y vida”, dijo quien fue retratado en la cinta Rocketman de 2019.

Pero Mercury expandía su generosidad más allá de su círculo más íntimo. El periodista y amigo, David Wigg dijo: “Cada Navidad, Freddie hacía arreglos para pagar todas las comidas en los hospitales donde las personas sufrían de SIDA o VIH. Les proporcionaba cenas de Navidad todos los años”.