Fue en diciembre del 2013 cuando decidieron dedicarse a la música y preparar un primer disco. Aunque ya todo venía de antes. Diego Niño y Sebastián Rojas se juntaban todos los miércoles a freestylear y ensayar. Un día crearon una melodía que les gustó “y eso fue lo que le dio el vamos y no paramos más”, declaró Niño en una entrevista a Parlante el 2018. Aun así, no tenían mayores expectativas: armaron algunos show pequeños, pero principalmente tocaban en micros.

Poco antes se había sumado Diego Fuentes, excompañero de colegio de Niño. La agrupación fue creciendo: llegaron Rodrigo Niño, Álvaro Cabrales y Christopher Méndez. Todo era incipiente. Improvisaban, generalmente arriba del Transantiago. Pero, en un momento, algunos se fueron de viaje y otros se pusieron a trabajar. Esa fue la primera etapa.

Fue en enero del 2014 cuando llegó al grupo Javiera Iglesias con la percusión, y Sondelvalle terminó su conformación. Era verano. Los siete se fueron dos meses a la playa, a una casa de madera en El Quisco. Empezaban a trabajar a la diez de la mañana: improvisaron un estudio en la pieza de Rodrigo Niño, mientras ensayaban y componían donde estacionaban los autos. A las seis de la tarde se iban a la feria de la ciudad litoral: ahí tocaban y juntaban dinero para pagar comida, gas y todo lo que necesitaban para financiar su estancia.

Esos días terminaron con una tocata que dieron en la plaza central de El Quisco.

Cuando en junio del 2018 le preguntaron al guitarrista Diego Niño cómo definiría el sonido de Sondelvalle, él respondió:

—El charquicán le digo siempre —, y se rió.

Dos años después, el letrista y vocalista de la banda, Sebastián Rojas, comparte una definición similar con a Culto: “Siempre hemos dicho que somos degenerados, porque no tenemos un género muy definido”. Cuando partieron, los siete integrantes de la banda tenían referentes muy distintos en cabeza, desde Inti Illimani hasta Pynk Floyd. De alguna manera, fue la banda la que se amoldó a ellos, no al revés.

Ya llevan dos discos y ambos mezclan la cumbia con el rap. Pero también aparecen sonidos que evocan lo andino, el hip hop e incluso algo de jazz. En “Ritmo elemental” (de albúm homónimo) suenan un charango, cajón peruano, bajo, saxofón y guitarra para armar un estilo vinculado a ritmos del folclor altiplánico. En cambio, en “Maracuyá con mango”, con similares instrumentos y la inclusión de un güiro, es un sonido mucho más cumbiero.

“Pero hoy en día la música ha cambiado, lo que escuchamos está llegando hacia otros lugares, y todos tenemos nuevos referentes en la cabeza”, comenta Rojas, quien, por ejemplo, menciona la influencia que está haciendo el trap en las formas de hacer métrica dentro del rap y en toda la música urbana, o lo que ha hecho Rosalía con el folclor español.

“Mentiría si dijera que no ha sido complicado”

El primer disco, Rap guachaca & cumbia reflexiva, apareció en 2014, y contenía sencillos como “Maracuyá con mango”, “Quinto mandamiento” y “Sinónimo de viaje”. “Pasó que las temáticas empezaron a abrirse camino de manera muy clara”, recuerda Sebastián Rojas, letrista y vocalista del grupo, de los tiempos en que publicaron aquel debut. “Nuestras bandas amigas y los pares estaban haciendo música muy distinta a la de nosotros: estábamos llevando música con lo que ocurría en la contingencia a la fiestas y eso no se veía mucho”.

“Y pa’ despertar de tanto exceso/ no basta con cambiar el Congreso”, dice la letra de “Cumbia para despertar”, canción lanzada en julio del 2015.

“Sueños de vivir en libertad/ conversaciones de cómo hacer igualdad”, se dice en dos versos de “Sonido fresco” (en colaboración con Noble), sencillo que pertenece al segundo álbum de Sondelvalle, Ritmo elemental (2019). “No es casualidad que ocurra un estallido social al mismo tiempo que estábamos hablando y abordando esas temáticas”, reflexiona el vocalista. Él considera que es complicado obviar la realidad que se tiene alrededor “y que no se mezcle con el arte que uno anda haciendo”.

Fue ese segundo disco el que, en julio, les permitió ser galardonadas en los Premios Pulsar en la categoría Mejor Artista Tropical. Si bien les gustaría que dicho reconocimiento “se convirtiera en bonos y en sueldos millonarios para ir generando impacto al arte en Chile”, tras haber pasado unos meses, lo toman como el cierre de una etapa: ese fue primer álbum grabado en ARN Studio, mientras que el anterior era de “garage”, hecho en una casa.

Ahora, Sondelvalle apunta hacia la internacionalización. Si bien en 2016 se estuvieron presentando en Alemania, Bélgica, Holanda y España, para este año tenían programado irse a tierras hispanas para que la banda siguiera su desarrollo allá.

Pero como le significó a muchos, la pandemia postergó muchos los planes.

“Mentiría si dijera que no ha sido complicado”, comenta Sebastián Rojas. Sondelvalle ya se había acostumbrado a una dinámica creativa y de promoción, aunque tienen “fe de que volveremos a ocupar los mismos espacios y lugares con las reglas del juego absolutamente cambiadas”. En mayo lanzaron el videoclip de “Tuyo” —junto al rapero EnSecreto—, el cual fue grabado a distancia y cada músico aparece en una locación distinta, ya sea en su estudio casero, en el balcón de su departamento o en el patio de su hogar.

Luego de “Tuyo”, cuando se levantaron las primeras cuarentenas en agosto, los integrantes de Soldelvalle se reunieron para compilar las ideas que había tenido durante el encierro. “Es muy probable que durante el próximo año sorprendamos con un disco de autor”, dice el vocalista, “porque hay muchas canciones que están a la cola”.

Antes de la pandemia —y prácticamente desde años atrás—, Sondelvalle tocaba principalmente festivales, fiestas y clubes nocturnos. “Y al sacar ese ítem de nuestra vida cotidiana, las composiciones necesariamente empiezan a convertirse en otro tipo de música”, concluye Rojos, quien supone que las canciones del tercer álbum serán más “para escuchar en casa, que en una fiesta; aunque quizás si las ponemos en alguna fiesta, funcionan increíble también”.

—¿Piensan en algo más “íntimo”?

—Puede ser —dice—. No me atrevería a mojarme el poto con decirte que va a ser más íntimo o rockero, o que tendrá algún tipo de piel en particular. Si bien uno escucha las cosas nuevas que se están haciendo y entiende el camino que les quiere dar, hasta que no se entra en el estudio con el productor, todo queda en veremos.

Pero sí hay claridad sobre las nuevas sonoridades que están agregando a las nuevas composiciones. Sondelvalle desde sus inicios ha tendido a la mezcla distintos géneros, pero “los sonidos digitales es algo que nunca habíamos incluido”. A los instrumentos acústicos ahora se le han agregado teclados y sintetizadores: “Sonamos mucho más frescos, una música mucho más 2020”.

Sondelvalle

Musimuseo

El domingo 27 de diciembre, Sondelvalle dará por primera vez un concierto en vivo vía streaming en el Museo de Ciencia y Tecnología, en Quinta Normal. “Habitaremos distintos espacios del museo, combinando buena música y energías, para que este espacio pueda permanecer vivo y seguir entregando educación y cultura”, declaró Diego Niño, vocalista y guitarrista del grupo.

La banda donará todas las ganancias de lo vendido en tickets al museo, institución que no ha podido recibir visitas ni ganancias a causa de la pandemia. Además, Sondelvalle espera que sea una instancia que pueda ser imitada por otros músicos durante el 2021. “Creemos en la cultura colaborativa, no en un discurso, sino en la colaboración real y concreta entre actores diversos de la cultura, sin calculadora ni enfocados en unos pocos privilegiados o públicos específicos”, declaró Nicolás Troncoso, director del museo.

“Este es un tipo de museo muy experiencial, entonces necesitábamos generar alguna especie de visibilización”, explica Sebastián Rojas. Fue ahí cuando la banda le propuso al director del museo la idea de un “musimuseo”, en que realizarán un show dividido en cuatro bloques, en que cada uno se grabará en cuatro locaciones distintas del espacio educativo.

Con el cambio radical que ha generado la pandemia en las dinámicas de vida, “en el mundo están apareciendo nuevas formas de relacionarnos, nuevas formas de conocernos y de conversar, y nuevas discusiones que se abren paso”, relata Rojas. Desde ese lugar quieren seguir haciendo música para que “la gente no solo mueva los pies cuando no escuche, sino para que también les haga sentido y se muevan sus emociones, sus miedos, magia y poderes”.

A casi siete años de su conformación, Sondelvalle ha madurado y, según cuenta su letrista, ya no solo tienen la capacidad de hacer un show profesional, también “tenemos la capacidad de crear ambientes y de generar experiencias por medio de la música”, dice. “Hacer que la gente que nos escucha se traslade a los lugares donde alguna vez vivió una emoción o algo significativo”.

Sobre la dinámica del grupo, al ser siete integrantes, cada uno debe poner de su parte para que las discusiones creativas no se conviertan en peleas. “Creo que lo primero es el trato”, dice Rojas. “Somos bien amigos, nos tratamos bien y nos queremos mucho, entonces, por mucho que haya diferencias, nunca se convierta en pelea, y eso es muy hermoso”.

En lo instrumental, suele ocurrir que, por ejemplo, quien esté a cargo de tocar el saxofón elija los arreglos de la canción; “asimismo en la línea de bajo y con cada detalle, en que nos gusta que sea el mismo intérprete el que componga y dirija”, dice. Al escribir la letra, generalmente son Sebastián Rojas y Diego Niño los que asumen esa función.

—¿Cómo es esa labor?

—Eso es un trabajo de harta intimidad. Escribir es como una pasado al limpio de las conversaciones que uno tiene al vivir. Si dejas de salir a la calle y de ver las cosas que están sucediendo, no vas a tener mucho material para escribir: es la inspiración y la inspiración está en todos lados. Hay que salir a buscarla y pensar en ella.

—¿Y ahora que se puede salir poco a la calle?

—Se sale para adentro entonces —responde y ríe—. Cuando estás limitado a salir, te encuentras con un montón de conversaciones que uno tiene introspectivamente, en que revisas qué significa el tiempo contigo mismo. Desde ahí uno hace canciones conversando con uno mismo. Y lo entretenido es que, cuando la gente las escucha, las convierte en una conversación con ellos. La canción uno hace para la banda, pero finalmente termina siendo de todo el mundo.