En esos días finales de marzo de 1879, Calama era un apacible villorrio boliviano perdido en las alturas del desierto. Ahí, a un costado del Loa, era un punto estratégico que el ministro de guerra en campaña chileno, Rafael Sotomayor, decidió tomar.

Había pasado poco más de un mes desde que el 14 de febrero Chile ocupó la ciudad boliviana de Antofagasta, para impedir el remate de la Compañía chilena de salitres y ferrocarriles, confiscada por el gobierno altiplánico luego de que la firma se negara a pagar el impuesto de 10 centavos por quintil de salitre exportado. Esto, aduciendo una violación del tratado firmado entre ambos países, en 1874, el que impedía a Bolivia gravar con nuevos impuestos a las empresas chilenas.

Luego de que Antofagasta pasara a manos nacionales, los hechos se precipitaron, y el dictador boliviano, Hilarión Daza declaró la guerra a nuestro país el 1 de marzo.

La guerra del Pacífico había comenzado.

Volvamos a Calama. Como señala Gonzalo Bulnes en su clásico La guerra del Pacífico, la ciudad tenía un establecimiento de fundición de minerales, y se cultivaba la alfalfa y el maíz. Era el punto de paso obligado para quienes llevaban material desde las minas de Oruro y Huanchaca hacia la costa.

De ahí el valor que el ministro Sotomayor le daba al villorrio, “le llamaba el punto más importante, por ser el que todos necesitan ya sea de la costa al interior, o de éste a la costa”, explica Bulnes. Aunque, según el investigador el ministro “exageraba el valor militar de esa aldea”.

De hecho, para el comandante Eleuterio Ramírez (el primer “León de Tarapacá”, antes que Arturo Alessandri), el lugar no tenía un gran valor estratégico. “Por informaciones recogidas de buena fuente, la calificaba como un sitio desprovisto de recursos y casi inútil para un ejército que viniera de Bolivia, por estar situado a enorme distancia de las poblaciones de la altiplanicie”, relata Gonzalo Bulnes.

El historiador Rafael Mellafe, especialista en la guerra del Pacífico, sigue justamente la visión de Ramírez, y pone la pelota al piso en cuanto al valor económico de la ciudad por entonces. “Recordemos que en aquella época aún no existía Chuquicamata y menos la explotación industrial de cobre por lo que la razón no fue económica como algunos historiadores postulan”, explica a Culto.

¿Por qué se decidió tomar Calama entonces? Mellafe explica: “Esa localidad era un centro neurálgico donde confluían las rutas que venían desde el altiplano boliviano, las del norte de Argentina, por donde se llevaba ganado y desde ahí salían los caminos para Antofagasta y hacia el sur del Perú. Por tanto tener el control de esa zona era importante”.

“Además -agrega Mellafe- se establecía un punto defensivo ante una posible incursión de fuerzas bolivianas que estaban operando en la región, básicamente la V división al mando de Narciso Campero”.

Donde manda capitán, no manda marinero. Tras la instrucción del ministro Sotomayor, se organizó una expedición con el fin de ocupar Calama. Al mando quedó el coronel Emilio Sotomayor, hermano del ministro, y quien se había hecho cargo de la ocupación de Antofagasta.

Mapa de Calama y los caminos. Cortesía, Rafael Mellafe.

“¡Que se rinda tu abuela, carajo!”

A su arribo, junto con municiones y armamento, los efectivos chilenos llegaron con unas carretas. Ocurre que debieron acarrear tablones, palos, y otros enseres necesarios para la reparación de puentes. Para acceder a Calama, habían dos puentes que cruzaban el Loa, y las fuerzas bolivianas los habían cortado. Entonces, se eligieron dos de los vados que cruzan el río para atacar la ciudad.

“En Calama existen tres vados para cruzar el río Loa: Topater, Yalquincha y Carvajal (también llamado huaita)”, explica Mellafe, y fueron los de Topater y Carvajal los elegidos. De ahí a que en Bolivia, al combate se le conozca como Batalla de Topater.

Hasta entonces, no se habían registrado combates entre las fuerzas beligerantes. Calama fue la primera vez en que bolivianos y chilenos se vieron las caras con armas en mano. Para Gonzalo Bulnes, ese es el único valor que encierra esta batalla. “El encuentro de Calama, de muy escasa importancia, merece recordarse por haber sido el primero de la campaña”.

Contrario a lo que pudiera pensarse, Calama no se encontraba bien defendida. De hecho, quienes empuñaron las armas eran civiles. “El jefe de la fuerza defensora era el abogado Ladislao Cabrera quien organizó a los defensores, básicamente todos civiles, para sostener el ataque chileno”, cuenta Rafael Mellafe.

Uno de esos civiles, un contador, era Eduardo Abaroa. “Trabajaba en San Pedro de Atacama y en Calama quedó al mando de una pequeña fuerza que defendía uno de los vados que cruzan el río Loa”, cuenta Mellafe. Justamente, el que defendía Abaroa era el de Topater.

Foto de los defensores civiles de la ciudad de Calama. "Nótese que son todos civiles y la disparidad en el tipo de armamento", dice Rafael Mellafe.

Puestas en el tablero, las fuerzas de ambos países eran bastante disparejas. “Para hacernos una idea de las fuerzas enfrentadas, los bolivianos eran alrededor de 150 hombres, básicamente civiles y un puñado de policías llegados desde Antofagasta. Por el lado chileno, eran 544 hombres”, explica Mellafe.

Así, el 23 de marzo, los efectivos chilenos llevaron a cabo la operación. Durante el fragor del intercambio de balas, un oficial chileno le intimó rendición al contador Abaroa. Pero este, según consigna la historiografía boliviana respondió: “¡Que se rinda tu abuela, carajo!”.

“Después de esta acción y con el paso de los años, Eduardo Abaroa es reconocido como el máximo héroe boliviano de la Guerra del Pacífico, sobre todos gracias a su frase “que se rinda tu abuela, carajo” pronunciada al intimársele rendición”, explica Mellafe.

Como suele suceder, en la historiografía aún se discute quién fue el que le imitó rendición al boliviano. “En algunas publicaciones recientes se habla del coronel Villagrán, pero eso es incorrecto ya que no estuvo ahí. No tengo el dato exacto de quien intimida rendición, pero debe haber sido el capitán Juan José San Martín o el TCL Bartolomé Vivar, pero te repito que no tengo la certeza”, cuenta Mellafe.

La acción culminó con la derrota de los defensores bolivianos, y la ocupación chilena de Calama.

Para Rafael Mellafe, la clave de la toma de Calama es la desidia con el que la dictadura de Hilarión Daza trató la invasión chilena. “Si el gobierno boliviano hubiese tenido la voluntad o intención de defender la plaza, habrían enviado tropas para aquello, pero no lo hicieron, como tampoco lo hicieron para defender Antofagasta del desembarco chileno del 14 de febrero de 1879″.

Como mencionamos, Gonzalo Bulnes no le da un gran valor a la batalla. Tampoco Rafael Mellafe, quien aclara que a la acción bélica ni siquiera se le debe llamar “batalla”. “No tiene figuración estratégica, por eso se le denomina ‘Combate’”.

Para el historiador, Calama no fue el combate decisivo que hizo que Bolivia perdiera el acceso soberano al mar. “Bolivia pierde su litoral mucho antes, cuando las fuerzas chilenas ocuparon Antofagasta y no había un solo soldado del ejército boliviano para defenderla. El combate de Calama es una consecuencia lógica a la acción llevada cabo el 14 de febrero, es decir, para tener el control zonal y defensa ante una incursión boliviana hacia Antofagasta donde se haría acopio de las fuerzas que seguirían en las siguientes campañas”.

Para los bolivianos, el combate de Calama marca el día en que se perdió definitivamente la provincia del Litoral. Por eso es que cada 23 de marzo conmemoran la fecha con un nombre simbólico: el día del mar.

Hoy, en la ciudad del norte grande, se puede encontrar un obelisco que recuerda la acción. Además, el actual puente Topar de la ciudad está construido sobre uno de los vados donde fue el combate.