Nicole Krauss, escritora: “Todos necesitamos desesperadamente ser parte de algo más grande que nuestra soledad”

La escritora Nicole Krauss. Foto de Goni Riskin.

Después de cuatro elogiadas novelas, la escritora norteamericana publicó su primer libro de cuentos. Ser un Hombre, recién llegado a librerías locales, es una colección de 10 relatos en torno a la intimidad, las relaciones afectivas, la tensión entre el compromiso y la libertad. Profundos y sugerentes, escritos con inteligencia, en ellos se pregunta también por las formas de la masculinidad.


Cuando cumplió 13 años, su familia se mudó a Suiza. Mientras su padre siguió una beca en medicina en Basilea, Nicole Krauss ingresó a la Escuela Internacional de Ginebra. Allí vivió en una casa de huéspedes con dos adolescentes mayores. Tal como la narradora de uno de los cuentos de su nuevo libro. “Nunca me había sentido tan feliz y tan libre”, dice allí. La narradora vuelve hacia 1987, tres décadas después, y se pregunta por una de sus compañeras de pensión, que tenía una actitud sexualmente audaz y se involucró con un hombre adulto.

-Todo en esa historia me sucedió, de una forma u otra, en un momento u otro- dice.

Autora de cuatro novelas aplaudidas y premiadas, entre ellas La historia del amor y La gran casa, Nicole Krauss publicó su primer conjunto de cuentos en 2020 en Estados Unidos. Ser un hombre acaba de llegar a Chile con el sello Salamandra, luego de conquistar opiniones elogiosas de la crítica.

“Leerla puede ser como hablar toda la noche con un amigo brillante”, comentó The Washington Post. Una “magnífica” colección de historias, opinó The New York Times.

Nacida en Nueva York en 1974, Nicole Krauss creció entre Estados Unidos e Israel, dos de los principales escenarios de estos cuentos. De madre británica y padre estadounidense, su familia tiene raíces europeas, y la memoria, la cultura judía y la sombra del Holocausto son parte de las líneas profundas de su narrativa. “Éramos judíos europeos, incluso en Estados Unidos, lo que equivale a decir que nos habían pasado grandes calamidades y que podrían volver a pasar”, escribe en el libro.

Pérdidas y divorcios, la herencia familiar, nacimientos y muertes, relaciones asimétricas o dominantes, amor y violencia dan forma a 10 narraciones donde la autora se pregunta también por las formas de la masculinidad, así como por las relaciones entre compromiso y libertad.

Divorciada del novelista Jonathan Safran Foer en 2014, Nicole Krauss tiene dos hijos, a quienes está dedicado el libro.

Profundos y delicados, sugerentes y bellamente escritos, los cuentos se aproximan con inteligencia y agudeza a los dilemas de la intimidad. Sus personajes -hombres o mujeres, maduros o jóvenes- a menudo se encuentran en medio de crisis o se enfrentan a preguntas que desafían sus vidas.

En Emergencias futuras, ambientado poco después de los ataques a las Torres Gemelas, la protagonista vive tranquila y confortablemente con un académico mayor que ella. Pero de pronto comienza a sentir que esa seguridad la ahoga y de algún modo la anula. Ese fue el primer relato que escribió Nicole Krauss, cuenta, “y una vez que supe que quería publicar una colección, escribí con ese sentido de unidad en mente, y traté de crear un todo en el que las diferentes historias proporcionaran eco y, a veces, armonía entre sí”.

En el cuento que da título al libro, una mujer divorciada repasa sus relaciones con los hombres. A través de la figura de su padre, un amigo que estuvo en el Ejército israelí y en la ocupación del Líbano, y un amante alemán que admite que si hubiera vivido en la época de Hitler probablemente habría sido nazi, la narradora plantea una reflexión en torno a la virilidad y la violencia, mientras observa que su hijo mayor crece y teme convertirse en alguien capaz de ejercer violencia.

Suiza, el primer cuento del libro, está basado en su biografía. ¿Cómo se relaciona esta historia con su experiencia?

Philip Roth, un maestro en extraer sus experiencias para su arte, solía comenzar sus entrevistas diciendo: “Todo en este libro realmente sucedió. Ahora, ¿qué quieres saber?”. O eso me dijo una vez, cuando le hablaba del problema de las lecturas cegadas por la fijación en la autobiografía. Aunque al principio su broma parecía divertida y un poco desdeñosa, cuanto más he vivido con ella, más real se ha vuelto. Todo en esta historia me sucedió, de una forma u otra, en un momento u otro, y la reinvención de estas experiencias y observaciones ahora se siente tan real y verdadera como mis recuerdos reales, que, como señalará cualquier neurocientífico, son ellos mismos el resultado de un proceso activo de alteración que resulta en una “reconsolidación”. Suiza es una reconsolidación de mi año cuando tenía 13 años, viviendo en una pensión en Ginebra con dos niñas mucho mayores: eventos reales mezclados con mi imaginación y moldeados por el largo paso del tiempo y sus revelaciones.

En ese cuento, la narradora descubre que “la capacidad de atraer a los hombres, cuando llega, viene con una vulnerabilidad aterradora”. Y su amiga Soraya, involucrada con un hombre adulto, un banquero, creía que podía equilibrar la balanza con algo de coraje. ¿Puede referirse a este “juego de poder”?

Hay muchas narrativas sobre relaciones abusivas límite y sobre hombres que dominan a mujeres, pero vivir ese tipo de situación no fue lo que me atrajo a escribir esta historia. Me interesaba una mujer joven probando su fuerza y voluntad frente a las realidades de su vida: entre ellas, que es físicamente vulnerable a los hombres, que para cumplir con las expectativas de los demás requiere contenerse o hacerse pequeña, que su sexualidad viene con peligros inherentes. El banquero holandés no lidera ni determina esta historia; por el contrario, la historia se centra en la lucha de Soraya con su sentido de su propio poder, y él, al menos como lo ve el narrador, es solo un cómplice de eso. Él es simplemente el escenario en el que se desarrolla la actuación de ella misma. Escribir Suiza dependía de mi capacidad para creer en esa versión del “juego” de Soraya, incluso cuando la perspectiva del narrador la pone en duda 30 años después, lo que abarca un sentido más completo de la tremenda fragilidad de la posición de Soraya. Pero si pude creer en su insistencia en la autodeterminación, fue porque lo sentí en mí misma y en las vidas de las mujeres jóvenes con las que he estado cerca, a pesar de todo lo que estaba trabajando en su contra.

En cierto sentido, muchos de los personajes del libro se encuentran en una tensión entre quedarse o dejar sus relaciones, entre la búsqueda de la estabilidad o la autonomía. ¿Cómo ve estas tensiones y por qué le interesan literariamente?

Con el tiempo, me he sentido cada vez más atraída por habitar el complejo espacio de la intimidad en mi trabajo. ¿Cómo nos conectamos con los demás, y qué perdemos y qué ganamos cuando nos comprometemos de una forma duradera en una relación, como esposa, esposo o pareja? Nuestras relaciones —románticas, sociales, familiares— son los cimientos que nos permiten la estabilidad y el sentido de pertenencia. Pero siempre hay compromiso en cada relación. ¿Cómo equilibramos nuestra necesidad de formas y relaciones duraderas que nos arraiguen, con nuestra necesidad de independencia, libertad y nuevas experiencias? Un aspecto del ser humano es ser consciente de que existimos para cambiar. Somos criaturas cuyo destino es evolucionar, conscientes de esa necesidad de cambio como forma de crecimiento y supervivencia. En cada momento de la vida, desde la primera infancia en adelante, una persona tiene que equilibrar esos dos intereses en conflicto. ¿Me quedo o me voy? ¿Me quedo o me voy para convertirme en una mejor persona? ¿Hasta qué punto mi estabilidad es más importante que mi libertad? Es difícil tener ambos al mismo tiempo.

Como tal, muchos personajes de este libro se encuentran en ese umbral, de decidir si quedarse o irse: el personaje de Emergencias futuras que está pensando en dejar a su novio mayor pero no lo hace, o el personaje de En el jardín que piensa dejar a este famoso paisajista, pero al final se mantiene fiel y se queda a su lado, y otros personajes como Tamar, o la ágil narradora de Ser un hombre, que parten y se embarcan en la libertad y la independencia. La tensión de esa decisión atraviesa esta colección como un todo. Está esa soledad: recuerde la línea de El esposo donde Tamar dice: “Si pudiera reducir todas las palabras que sus pacientes vierten en su oficina a una sola y quejumbrosa verdad, esta sería que en el fondo todos estamos solos, y cuanto antes la aceptemos, la abracemos incluso, antes podemos empezar a vivir sin la larga sombra de la angustia y la ansiedad”. Pero también está la cuestión de cómo cuadrar eso con el hecho de que todos necesitamos desesperadamente ser parte de algo más grande que nuestra soledad, y estamos tan hambrientos de conexión, de intimidad.

Las relaciones del libro suelen estar tocadas o expuestas, de alguna manera, a la violencia. ¿Percibe que hay una línea en que se encuentran amor y violencia?

La línea entre la promesa de ternura y la amenaza de violencia puede ser muy delgada. Me han atraído muchas líneas finas en mi trabajo, pero esta en particular ha estado en nuestras mentes mucho estos últimos años, si no ha estado en muchas de nuestras mentes para siempre. Pero los movimientos a menudo tienen que ser reduccionistas para ser efectivos a gran escala, y había mucho que el movimiento #MeToo, en su tratamiento de la agresión y el acoso sexual no podía incluir sobre mis propias experiencias complejas e íntimas con la masculinidad y las de otras mujeres . En un perfil del New Yorker escrito por Judith Thurman, la escritora Yasmina Reza dijo de su padre que su brutalidad no era maliciosa, que no era violento sino amoroso, y de su relación con él entendió que el ser humano no se puede reducir, y que sin esa revelación no podría haberse convertido en escritora. Cuando lo leí, hace años, tocó una cuerda profunda en mí. Una resistencia a la reducción me ha guiado en el tipo de personajes que me atraen para habitar, en otras palabras, los que están atravesados por líneas finas. No estoy trabajando para resolver esas líneas en ninguna dirección, pero me conmueve cómo vivimos con sus paradojas

Amour es una conmovedora historia sobre cómo Sophie dejó al hombre con el que se iba a casar porque se dio cuenta de que no podía cuidar de ella. La historia tiene lugar en un campo de refugiados, pero no se dan más detalles. ¿Por qué decidió ambientarla en ese espacio?

En el momento en que escribí la historia, enero de 2020, y aún ahora, la situación nacional y mundial es tal que no es difícil imaginar los pocos pasos que tomaría incluso para los más cómodos de nosotros terminar en un campo de refugiados. Convertirse en desplazado y refugiado es una de las historias más antiguas y repetidas, y que, dadas las condiciones actuales de vida en la tierra, puede ser, cuando todas las demás historias desaparezcan, la última historia contada.

En la historia que da título al libro, la narradora observa a su padre, ahora convertido en abuelo, y dice: “Si su vida me parece larga es porque ha cambiado más que cualquier otra persona que conozco. Un día, en el transcurso de muchos años -no hay otra forma de decirlo- se llevó al mar su gran ira hasta que el viento dejó de impulsarla y volvió a casa sin ella”, escribe. ¿Alude a cierta agresividad masculina?

Se trata de la voluntad de cambiar; sobre las formas en que el tiempo y la edad y el reconocimiento del daño causado pueden llevar a una persona a la notable decisión de cambiarse a sí misma.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.