Reseña de libros: de Andy Warhol a Nelson Dániel

Warhol_T07146, Self-Portrait

Warhol, la monumental y reveladora biografía escrita por Blake Gopnik sobre el artista pop; la reedición de Chicago Chico, ese clásico de la narrativa de los bajos fondos, de Armando Méndez Carrasco, y Durmiente, el notable nuevo cómic del dibujante chileno, en las lecturas de la semana.


Warhol, de Blake Gopnik (Taurus)

Cuando llegaron al piso de Andy Warhol, vieron las tres primeras Sopas Campbell’s sobre el parquet. Irving Blum y Walter Hopps eran los dueños de la galería Ferus de Los Angeles y estaban buscando talentos nuevos. Conocían los primeros cuadros de Warhol y no les encontraban pies ni cabeza. A inicios de 1961 la influencia del expresionismo abstracto era muy fuerte aún en la escena artística. Pero en una nueva visita a Nueva York se encontraron con los cuadros de cómics de Lichtenstein y sintieron que algo nuevo estaba surgiendo. Así, visitaron nuevamente al artista de Pittsburgh y se encontraron con las primeras obras de su serie de sopas. Le preguntaron cómo describría esas pinturas. “Creo que son retratos, ¿no te parece?”, respondió Warhol. ¿Y por qué tres? “Voy a hacer treinta y dos”, dijo. Los galeristas se arriesgaron y le ofrecieron una muestra individual, la primera de su carrera, en Los Angeles. Warhol lo dudó. “Andy, las estrellas de cine visitan la galería”, le djo Blum. Trato hecho.

Con más de 200 entrevistas y luego de consultar miles de documentos, Blake Gopnik, crítico de The Washington Post, escribió esta minuciosa, impresionante y reveladora biografía. En más de mil páginas, traza una detallada historia de vida del artista nacido en una familia obrera de Pittsburgh en 1928 como Andrew Warhola, que murió en Nueva York en 1987, luego de fundir arte y cultura pop y convertido él mismo en una estrella pop. Gopnik se aproxima al artista detrás del personaje, desmitifica imágenes, las máscaras que él mismo se construyó, y se aventura: “Cada vez da más la impresión de que haya superado a Picasso como el artista más importante e influyente del siglo XX”.

Chicago Chico, de Armando Méndez Carrasco (FCE)

A su padre lo mataron en un garito de calle Merced, más conocida como Barrio Chico por su ambiente de bajo fondo. “Mi padre era jugador y todo su dinero se escurría bajo la danza de los naipes y los dados. Un tal Chuleta lo sorprendió con estos cargados”, dice Fernando Escudero, Chicoco, el joven protagonista de este clásico de la narrativa de los márgenes, o la literatura en papel roneo, como la llamó Alberto Fuguet. Narrador de mundos cercanos a los de Alfredo Gómez Morel (El Río) y Luis Cornejo (Barrio bravo), Méndez Carrasco había sido carabinero como Luis Rivano, y esa experiencia nutre su escritura nocturna, bohemia y desmesurada, poblada de hampones, granujas, prostitutas y músicos que bailan, ríen, beben y tienen sexo con el jazz como banda sonora. Ese ambiente seduce a Chicoco, después de salir del colegio. En La Buenos Aires, un salón de baile de calle San Diego, conoce a Olga. Y con ella ingresa a un mundo marginal, peligroso y emocionante. “Ahí conocí al Muleta, hábil lanza que operaba en tranvías y buses; a Gomina, diestro ladrón del Barrio Alto; a Carreta Vieja, embaucador y cafiche de Los Callejones; a Mario Corneta, vividor y borracho consuetudinario; a Malalo, explotador de La Rucia, simpatiquísimo y charlatán; y al pistolero Pomarropia, jugador de garitos. En el centro de este marco, surgía la figura nefasta de Cachetón Pelota, gran seductor y tratante de blancas de los suburbios porteños”.

Audaz e insolente, desde luego desprolija, escrita en habla callejera y atravesada por las perspectivas de la época, Chicago Chico es reeditada a 60 años de su primera edición. “Aquí está, una vez más, la fuerza de Armando Méndez Carrasco, la ferocidad de una escritura que avanza con la vitalidad -y a veces con el espíritu de improvisación- de los portentos del viejo jazz de Chicago; de Chicago Chico, hay que precisar”, anota Simón Soto en el prólogo de la nueva edición.

Durmiente, de Nelson Dániel (Planeta Cómic)

Una figura de sombrero, el rostro cubierto por un pañuelo y una capa aparece sobre el paisaje árido y desolado. Su silueta oscura recuerda la imagen de los vaqueros solitarios en el Viejo Oeste. Pero no lleva pistolas sino una bala de tanque y el entorno más bien parece las ruinas de una guerra. Una ciudad destruida y arrasada, sin vida de ninguna especie, ni humanos ni animales ni plantas. Un sol inclemente parece abrasar el aire, eventualmente tóxico. El protagonista abre la bala y de su interior saca un mapa: señala un punto. Entra luego a una gran industria abandonada o acaso un centro de energía nuclear. Pronto descubriremos que las apariencias engañan y que detrás del pañuelo se oculta un personaje inesperado. Una fotografía y el recuerdo de una celebración nos revelan que esta es una historia de venganza. Confiando absolutamente en el poder narrativo, plástico y dramático de las imágenes, Nelson Dániel publica un cómic sorprendente, notable y estremecedor. Una historia de gran poder visual, que juega con los cuadros y las perspectivas y que se cuenta sin palabras. Pero no se trata de una historia muda: la notable destreza del dibujante, uno de los más destacados de nuestro ambiente, dota de un lenguaje rico y sofisticado, cargado de resonancias, a su narrativa. Esta es la obra de un artista que confía en las imágenes y sabe narrar con ellas.

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