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Insospechadamente, Curicó se transformó en el centro de las tensiones políticas a inicios de 1964. Una elección complementaria de diputado, a seis meses de los comicios presidenciales, se presentaba como una posibilidad de diagnóstico del ambiente electoral. “La derecha misma instala la idea de que esa elección de diputado es una suerte de plebiscito, donde se vería si la derecha podía ganarle a Allende, o más bien al candidato de la izquierda, y sucede que la izquierda gana”, recuerda la historiadora Sofía Correa. “La DC llega tercera en esa elección. El candidato socialista triunfa y a la derecha le baja el pánico”, agrega.

Académica de la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile y autora de Con las riendas del poder: la derecha chilena en el siglo XX, Sofía Correa subraya que El Naranjazo, como se le llamó al triunfo del socialista Oscar Naranjo, es uno de los antecedentes que confirma la fuerza electoral de la izquierda a mediados de los 60.

Para entonces el gobierno de Jorge Alessandri llegaba a su ocaso, con signos de evidente desgaste. Allende había perdido contra el hijo del León de Tarapacá en 1958 solo por un 3% de los votos, los mismos que se llevó Antonio Zamorano, el Cura de Catapilco. “Se ha rumoreado, pero nunca se ha probado, que grupos de derecha habrían financiado la campaña del cura de Catapilco. Entonces la conciencia de que Allende puede ganar una elección se instala ya el año 58”, destaca la historiadora.

En un contexto de agitación política, con la Revolución Cubana de referente y la idea de que la revolución se extenderá por América Latina, el Naranjazo llena de dudas a la derecha.

“Entonces en la elección presidencial del 64 la derecha no negocia con la DC, retira el apoyo a la candidatura radical de Julio Durán y le entrega su respaldo a Frei. Es un apoyo sin negociación política, es una entrega, yo lo he llamado un suicidio político: es como decir nosotros no tenemos nada que aportar políticamente frente al peligro de una elección de un candidato marxista. Es insólito”.

Apoyado por el gobierno de Estados Unidos, Eduardo Frei Montalva (DC) triunfa en las urnas en 1964, con el 55,7 % de los votos, versus el 38,6 % de Allende. En las elecciones parlamentarias del año siguiente, la derecha sufre una nueva derrota. En medio de la crisis y mientras los aires de rebeldía contagiaban a las universidades y el mundo de la cultura, el Partido Liberal y el Partido Conservador se disuelven y forman el Partido Nacional en 1966. Un año más tarde, en el controvertido Congreso de Chillán, el Partido Socialista aprueba la vía insurreccional.

¿Cómo es la derecha que llega a la elección de 1970?

El año 70 tenemos una derecha que políticamente está articulada en otro partido, que tiene otro carácter de lo que eran los Partido Liberal y Conservador, y que ya se ha transformado en un partido muy combativo, muy confrontacional, que se crea para resistir esta avalancha revolucionaria. Ese el propósito del Partido Nacional, no tiene una proyección más allá. Yo creo que fue un partido creado para resistir la avalancha revolucionaria, y aumentar la votación de la derecha con un discurso sobre el orden y la propiedad. Llega a tener un 20 % del electorado antes de la elección del 70, por lo tanto es un partido que va creciendo también.

En el Partido Nacional confluyen también grupos nacionalistas y gremialistas, ¿qué los cohesiona? ¿El anticomunismo?

El anticomunismo los reúne y el temor; es el temor a la aniquilación de un grupo político y social. Cuando Frei propone la revolución en libertad, lo que visualiza la DC es lo siguiente: la derecha políticamente se acabó, como se acabó en la Europa de posguerra. El empresariado industrial, moderno, debería sentirse representado por la DC, y el grupo terrateniente debería desaparecer con la reforma agraria. Ese diagnóstico no resultó real, pero sí quedó el sentimiento de que había una amenaza de extinción, y el discurso de la UP es antioligárquico, revolucionario, anticapitalista. Ya no es la idea del PC de consolidar el capitalismo para dar paso al socialismo, es otro escenario post Revolución Cubana. Es el temor de que Chile se transforme en otra Cuba en el sur del continente.

¿En la derecha no se veía la diferencia de la propuesta de Allende?

La derecha no visualiza que Allende puede ser una alternativa a Fidel Castro en el sentido que puede hacer una revolución desde la institucionalidad, que se le escapa, pero es lo que él propone. Para la derecha, eso no tiene asidero, sería una especie de cáscara y lo que de verdad existe es este afán revolucionario, no el respeto a la institucionalidad. Porque la institucionalidad pone trabas a la revolución y entonces al final lo que va a caer no va a ser la revolución, sino la institucionalidad. Y está el temor de desaparecer como grupo social, económico, político y cultural. Eso hace que el anticomunismo tenga ese contenido.

¿Cuál es la propuesta de la derecha en 1970?

La derecha tuvo una propuesta con Jorge Alessandri que fracasó, que era hacer una modernización capitalista. Fracasó debido a la falta de capital. Están los economistas formados en Chicago, pero no necesariamente sus ideas impregnan la candidatura de Alessandri, porque hubo resistencia de los empresarios, porque eran ideas muy radicales. Alessandri dijo no, si las diferencias no son tan sustantivas, sigamos adelante. Entonces había un discurso anticomunista, la campaña del terror también se revitaliza el año 70, un discurso que apela al derecho de propiedad, al orden por supuesto, recuperar la estabilidad, recuperar los valores tradicionales de Chile, etc, en esa línea no muy sofisticada, diría yo.

¿Podía Alessandri hacerse cargo de la situación del país en 1970?

Imaginar que Alessandri hubiera triunfado en esa elección, en un país con una efervescencia revolucionaria tan fuerte, con una DC más cercana a Allende que Alessandri, difícil. De hecho Tomic le dio inmediatamente su apoyo a Allende.

Esa votación de Tomic no se traspasaba anticomunistamente a Jorge Alessandri, sino que en una gran proporción pasaba a Allende. ¿Era viable gobernar un país en esas condiciones? No sé.

¿Cómo es el escenario post electoral?

Ese escenario postelectoral es dramático en la historia de Chile. Debido a la diferencia tan pequeña, y de acuerdo a la Constitución del 25, elige el Congreso Nacional entre las dos primeras mayorías. Entonces las presiones son tremendas sobre los parlamentarios en uno u otro sentido: evitar que Chile caiga en el comunismo o respetar el triunfo popular. Entre estas dos fuerzas va a haber presiones enormes, presiones de EEUU que interviene de otra manera a como intervino el año 64: interviene intentando apoyar un golpe de Estado, incentivando con más fuerza la campaña del terror.

También hubo un intento de dar una salida por la vía política: la derecha le propone a la DC que voten por Alessandri para que este renuncie, se llame a elecciones y salga electo Frei, quien podría conducir un segundo período. La DC no aceptó y propuso el Estatuto de Garantías Constitucionales, que es una forma de decir mire, yo en sus fuerzas políticas no confío, y por lo tanto yo me aseguro que usted va a respetar la Constitución firmando un estatuto de garantías.

¿No hubo diálogo entre la derecha y Allende?

El ambiente político del 70 al 73 es confrontacional, por los dos lados. Estaba la idea de que la revolución había que profundizarla más allá del programa de gobierno. Allende trae un programa de gobierno acotado, pero eso se desboca, probablemente a partir de la toma de la fábrica Yarur, que no estaba en el programa y que el gobierno trata de frenar, pero al final no puede. O sea, los grupos que presionan desde la izquierda al gobierno para ir más allá de las 40 medidas, intervenir más empresas que las que estaban contempladas, las tomas de fundos, las tomas de casa patronales, mucha violencia en los campos, es un ambiente que no se prestaba para que el Congreso fuera el escenario propicio para la negociación política, y el Congreso se transformó también en un espacio de confrontación. En un escenario de confrontación, no hubo negociaciones entre la derecha y Allende.

¿Las intenciones de un golpe ya estaban en 1970?

Es muy probable que desde el 70 se esté pensando en un golpe de Estado y que esa idea se vaya acentuando con los años, porque el intento de secuestrar al general René Schneider, y que termina con su asesinato, buscaba eso. Y el hecho de que la CIA estuviese detrás también. La CIA tiene estrategias específicas en América Latina. Enl año 64 son platas que llegan directamente a la campaña de Frei, con todo el intervencionismo que eso significa, pero estamos hablando de un apoyo económico, y también de un diseño de campaña. La campaña del terror del 64 fue muy potente, y esa idea de que venía el comunismo, que era Cuba, viene muy diseñado desde fuera. Pero después del 70 la idea es que hay que parar como sea Allende, y eso no cae en el vacío. Efectivamente hay grupos en la sociedad chilena, en la derecha específicamente, que sí están por parar a Allende de cualquier forma, y eso pasa por la violencia.

Funeral general René Schneider.

¿Cuán decidido era el apego de Allende a la institucionalidad?

Yo creo que Allende apostó lealmente a su proyecto, él creyó viable hacer una reforma profunda de la estructura de la propiedad en Chile y llevar al país hacia una sociedad más socialista, acotada, y dentro de la institucionalidad, es decir, solo las grandes empresas, empresas monopólicas y capital extranjero, y apostaba a que el orden legal permitiría hacerlo. El problema es que se desborda por las presiones que hay de crear poder popular y esta noción de los resquicios legales. El resquicio legal es encontrar una norma dentro de la legalidad chilena que permite intervenir y expropiar, que viene de la república socialista del 32. ¿Qué pasa con eso? Se desborda la posibilidad de Allende de contener el proceso de transformación a lo que proponía su programa, y con el cual él pensaba que se construía el socialismo; se le va de las manos, con esos resquicios todo es posible de ser intervenido y expropiado.

Por otra parte pierde toda confiabilidad de que efectivamente él cree en la institucionalidad, que cree en la vía política. Porque el resquicio legal es decir, sí, estamos dentro de la legalidad, pero encontramos esta norma que permite transgredirlo. Eso generó tremenda desconfianza. En segundo lugar, despierta el anhelo de obreros de pequeñas industrias de tomar el control de la propiedad de esas industrias, entonces se transgrede el programa de la Unidad Popular desde grupos de izquierda más radicalizados, y se produce un enorme temor en sectores medios, pequeños empresarios, de que también ellos pueden ser intervenidos. Y eso genera mucha distorsión.

¿Cuánta responsabilidad tiene la derecha en la crisis?

Todos los sectores fueron responsables. Ciertamente, la derecha se jugó por tratar de que Allende no terminara los seis años de gobierno, pero no necesariamente eso fue siempre una apuesta por un golpe de Estado. Si pensamos, por ejemplo, en el plebiscito que iba a convocar Allende, sabemos perdía el plebiscito, él también lo sabía, por eso no lo convocaba. Y qué significaba perderlo, en esa efervescencia, que es mucho mayor el 73, en que hay grupos que no están dispuestos a entregar lo que han logrado, grupos de izquierda que quieren construir poder popular.

¿En ese contexto qué puede significar que Allende pierda un plebiscito? Es acentuar la radicalización política. Por donde uno lo mire, se ve un callejón sin salida, a causa de la radicalización política.

¿A 50 años de la elección, qué marca el triunfo de Allende?

Marca toda la historia política de la segunda mitad del siglo XX en Chile. Hablar de la elección del 70 nos lleva a hablar del 58 y del golpe de Estado y de la dictadura. La segunda mitad del siglo XX tiene que ser vista a través de ese hecho. Y nos lleva a preguntarnos ¿Alessandri podría haber gobernado? ¿Pudo gobernar Allende con un tercio de los votos, que logró subir a un 40%? En las parlamentarias del 73, la Unidad Popular obtiene el 43 % de los votos, o sea, sube su apoyo, a pesar de todo lo caótico que fue, en términos de alterar la vida cotidiana. Hubo un apoyo muy sustantivo a Allende, y eso la derecha no lo tomó en cuenta suficientemente. En el golpe de Estado, sí, y por eso es tan violento, y porque los militares pensaron que el poder popular era real, cuando no había poder popular.

En los años de la dictadura se empieza a perder la noción de lo que fue ese apoyo a Allende. Luego cuando viene la Concertación, y como la izquierda llega a alianza con la DC para hacer cambios más pausados en el país, también se pierde la noción histórica de la magnitud de ese apoyo. En ese sentido la derecha se equivocó, porque el estallido actual, con esta fuerte efervescencia, revolucionaria en algunos casos, pescó de sorpresa a la derecha, que no se imaginó que esto estaba sucediendo, creyó que esto había pasado una vez y que era una especie de pesadilla que no iba a volver nunca más. Falta conciencia histórica, pienso yo, a pesar de que se conoce el período, no se ha reflexionado lo suficiente.


El espíritu de rebeldía se extendía por todos los sectores a fines de los 60. Incluso, en los menos evidentes. Así como la DC empujaba el carro de la revolución en libertad, que perdía fuerza para fines de la década, y en la izquierda el norte era la revolución socialista, en la derecha también surgían fuerzas rebeldes con la tradición. De signo distinto, naturalmente: “El movimiento gremial es la revolución de los jóvenes de la derecha”, dice la historiadora Verónica Valdivia. “Puede que para muchos eso signifique una contrarrevolución, porque no era liberal ni democrática, pero ellos eran plenamente los jóvenes de la derecha de los años 60”, agrega.

Académica de la UDP y autora de Nacionales y gremialistas: el “parto” de la nueva derecha política chilena, Verónica Valdivia plantea que a inicios de 1970 el grupo habitualmente identificado con la derecha no era precisamente homogéneo. “Detrás de la candidatura de Jorge Alessandri confluyen grupos nacionalistas, gremialistas, sectores neoliberales vinculados a Carlos Cáceres, el sector nacionalista en el Partido Nacional (PN) liderado por Sergio Onofre Jarpa, los economistas formados en Chicago y vinculados a la red de El Mercurio. Ellos están con una perspectiva optimista. Piensan que la DC no repetirá el triunfo del 64 y Allende tampoco por las divisiones internas”, afirma.

Tanto la DC como la UP llegan a la elección con programas de transformación social, con diferencias de grados y velocidades, pero ambos apuntan en direcciones similares. ¿Cuál es la propuesta de la derecha?

En Jorge Alessandri había un liberalismo económico, no estilo Chicago, pero que ponía énfasis en fortalecer la iniciativa privada, con apoyo estatal, y también la neutralización del sector sindical, porque se consideraba que afectaba la producción y el desarrollo. No apuntaban a la eliminación de las leyes sociales, pero sí a neutralizar la capacidad de los trabajadores de presionar al sistema. Había también un énfasis presidencialista, Alessandri retoma un proyecto de fines del 64, que apuntaba a un fortalecimiento del Ejecutivo en desmedro del Parlamento, con el fin de que el Congreso perdiera atribuciones, sobre todo de presentar iniciativas parlamentarias.

En el PN convivía un proyecto como este con un énfasis en la clase media, ellos son los primeros en hablar de un sector social distinto que no se vincula con la burocracia estatal sino que tiene que ver con comerciantes y profesionales que aparecen producto de la modernización. En el PN hay también una línea nacionalista vinculada a Jarpa que pone el énfasis en las Fuerzas Armadas, las que deberían tener un papel institucional más descollante. Tras la candidatura de Alessandri había tendencias liberales pero también más autoritarias.

¿Qué los unía, el anticomunismo?

El anticomunismo fue una gran columna vertebral de la derecha durante el siglo XX. Tanto la derecha política como la económica intentaron que el Partido Comunista fuera expulsado del sistema político. Eso fue no solo un intento en 1948, cuando se aprobó la ley maldita, sino que fue algo de muy larga data, desde 1925, cuando los comunistas ingresaron al sistema político como partido. Y si bien la derecha política aparentemente convivió muy bien con la izquierda marxista, en la práctica estuvo siempre tratando de que el Partido Comunista fuera eliminado del sistema. Y eso los congregaba a todos, conservadores, liberales, empresarios, nacionalistas.

¿Alessandri era un buen candidato?

Alessandri era una persona bastante mayor, como describe Jarpa, al que no le gustaban los medios, que prefería la vida privada, muy austera, y el mundo estaba cambiando.

Para los 70 se requerían líderes más jóvenes y que tuvieran capacidad de relacionarse con la sociedad y los medios de otra forma. En ese sentido, no era muy buen candidato, pero no tenían otro.

¿Cómo reacciona la derecha ante el resultado?

Lo imposible sucedió. Fue un shock, un shock muy grande, ellos pensaban que eso no era posible en Chile, la izquierda no podía gobernar. Hasta ese momento les parecía aceptable en el sistema político porque siempre era otro partido el que llevaba el liderazgo, como el caso de los radicales, y ante la posibilidad de que se produjera un acercamiento al centro debería ser la DC, ¿pero los marxistas gobernando? No, eso no podía pasar. Entonces fue un golpe de incredulidad en un primer momento, pero también de reacción muy rápida. Alessandri no habló esa noche, pero al día siguiente se reunieron en su casa con la decisión de que había que impedir a como diera lugar que el Congreso nominara a Allende Presidente de la República. Ahí participaron sectores del alessandrismo, pero también los grupos nacionalistas y los sectores más radicales del nacionalismo.

¿Ya entonces comienza a pensarse en una salida violenta?

En el período de septiembre a noviembre hay un sector de la derecha que se está jugando por la vía institucional, en el Congreso, pero sectores de ella participaban también en las líneas más confrontacionales, como Patria y Libertad. Es cierto que el intento de secuestro y asesinato del general (René) Schneider en 1970 fue atribuido a grupos nacionalistas, pero esos grupos no actuaban solos. La violencia o la confrontación no estaba fuera del radio doctrinario de la nueva derecha que estaba surgiendo.

¿Había una relación instrumental con la democracia?

Había nociones de democracia distintas. Históricamente, todos concordaban que las Fuerzas Armadas debían estar en los cuarteles, y eso le dio a los elementos políticos un factor de peso que no tuvieron en otros países de América Latina. Las Fuerzas Armadas no eran autónomas, había respeto de la institucionalidad de parte de todos. Allende tenía como referente a Pedro Aguirre Cerda, y muchas de las cosas que hizo y por las que lo acusaron de legalidad sobrepasada, como el uso de los interventores, las había hecho Aguirre Cerda. No creo que era una relación instrumental con la democracia, pero se aspiraba a democracias distintas. La izquierda aspiraba a una democracia más igualitaria e inclusiva, donde las decisiones fueran más colectivas, y la derecha en cambio tenía una noción elitista del poder.

El gran cambio que se produjo en la derecha fue que las nociones que venían de grupos nacionalistas, de que las Fuerzas Armadas tenían que ser responsables de la institucionalidad y del orden interno, las asumió la derecha histórica. Y ese fue un cambio importante que ocurrió desde los años 60, no fue un proceso fácil para ellos tampoco, y llegó a su cúlmine en 1973. Fue un proceso largo porque eso suponía restablecer las confianzas con las Fuerzas Armadas, que estas iban a responder a los mismos intereses políticos que representaban los partidos de derecha y el empresariado.

El gremialismo al principio no tenía tanta fuerza, ¿no?

Al principio no, pero durante la UP, el gremialismo se dedicó a dos cosas fundamentales. Una, a hacer a campaña contra Allende, ellos desarrollaron un estilo combativo que se identifica aun con los líderes de la UDI, sus ideas y el estilo político. El estilo político pasaba por no ceder ante las ideas. La crítica que le hacían a la vieja derecha es que había transado la defensa del mercado, había transado una democracia con límites, había aceptado todo.

La otra área fue articular un proyecto. La gran lección que Jaime Guzmán sacó del triunfo de Allende es que no solo ganó porque los comités políticos habían actuado, sino porque la UP era fuerte en las bases sociales, en los sindicatos, en las universidades, entre los pobladores, y porque tenía un proyecto muy claro. Y él se dedicó a desarrollar un proyecto que se articuló acercándose al empresariado y a los tecnócratas neoliberales. Y en este nuevo estilo hubo un acercamiento con grupos populares. Además, ellos movilizaron mujeres de clase media, a los transportistas, al comercio detallista. En la sede del gremialismo, en calle Suecia, donde hoy funciona la UDI, se organizó el poder gremial, que hizo el gran paro de octubre del 72, y ahí participaban no solo los gremialistas, también empresarios de la SNA, de la Sofofa, el comercio, sectores medios. El gremialismo tejió lazos muy amplios y un programa que es el que llegó un poco más afiatado al momento del Golpe.

¿No hubo posibilidad de diálogo entre la derecha y Allende?

Cuando fracasó el secuestro del general Schneider y se produjo su asesinato, en 1970, hubo un repliegue de las tendencias más rupturistas. En los primeros meses de 1971, los gremios empresariales trataron de negociar con Allende, pero había mucha tensión política.

El precio de la negociación con Allende era neutralizar las tomas, eso suponía usar la fuerza, y eso era precisamente lo que el gobierno de la UP no iba a hacer. La derecha tenía claro que iba a necesitar muchas herramientas para detener a las bases sociales.

En La batalla de Chile hay una entrevista a Orlando Sáenz, presidente de la Sofofa, de 1971, donde dice hemos tenido muchos éxitos en materia política, pero no hemos conseguido detener el programa, no sé qué vamos a hacer, pero tenemos que parar las estatizaciones. Para ellos fue un gran aprendizaje, que la política no pudiera detener lo que no debió ocurrir mostró los límites, los límites de la política, de la muñeca, de conversar con Allende, y se apeló a todos los recursos. Ahí es donde entran los jóvenes, porque había que dar una pelea que ya no ocurría en el Parlamento.

El Congreso perdió gravitación

El Parlamento sirvió para deslegitimar a Allende políticamente, que había sobrepasado la legalidad, pero eso no servía para derrocarlo. Para eso se necesitaba copar las calles, usar la prensa, un sistema de campaña de guerra psicológica, y había que introducir un elemento de violencia porque con las movilizaciones no se logró sacar a Allende, tampoco con la elección parlamentaria del 73.

¿De qué modo el temor afecta a la derecha misma?

Los imaginarios que se habían construido sobre el comunismo y que se siguieron construyendo durante la Unidad Popular transformaron a los comunistas y a la izquierda en subhumanos. Entonces ellos temían a los subhumanos, a los infrahumanos. Hay un cambio de lenguaje durante los años de la Unidad Popular que preparó la represión posterior, porque cuando le quitan los rasgos humanos a los otros, le pueden hacer cualquier cosa, y eso fue parte de una guerrilla política que no se supo detener a tiempo. La derecha tenía el imaginario de Stalin, de Checoslovaquia, de Hungría, y los exacerbaron para ganar la batalla mediática. En esa construcción se fueron asustando más aún; el enemigo parecía más monstruoso y más grande de lo que realmente era.

¿Históricamente, cómo se entiende el gobierno de la Unidad Popular?

La Unidad Popular es hija del siglo XX y de la decisión de la izquierda de institucionalizarse. El triunfo de Allende fue un punto de llegada de una forma de entender la política, de una forma de inserción en la política y de una forma de entender el Estado, traspasada por los intereses de los sectores populares y no al servicio de los intereses empresariales. Esto en un momento en que la derecha está en un proceso mayor de rearticulación. Para la izquierda ha sido muy difícil superar la Unidad Popular, porque nunca más ha levantado un programa propio. La UP señaló un ocaso para la izquierda.

¿Cómo resuena hoy el triunfo de Allende en la derecha?

La mayoría de los partidarios de Allende no eran comunistas ni socialistas, eran allendistas. Allende representa esa idea de vamos a cambiar todo, pero dentro de la institucionalidad, y por eso era peligroso. Todos los documentos de la CIA lo dicen, si Allende tenía éxito su experiencia podía ser referente para socialismo democráticos europeos y no solo latinoamericanos. La derecha hoy también es una derecha en transformación. La derecha que nació en los años 60, la UDI y Renovación Nacional, está en su ocaso, respondió a otro momento histórico. Y hay una generación nueva, muchos jóvenes derechistas que no solo están en Evópoli, están en una serie de institutos de pensamiento, que tienen perspectivas distintas también en temas culturales. Pero Allende sigue siendo un fantasma, porque representa una opción de cambio que fue derrocada por la violencia, no por la persuasión.