Esta historia es sencillamente extraordinaria. Al punto que uno no se la cree sino hasta oír de boca de quienes lo vieron jugar que efectivamente fue así. Tomás Felipe Carlovich, el Trinche, pudo ser el epítome del futbolista imaginario, el personaje de un cuento del Negro Fontanarrosa. Y sin embargo, existió y casi sin quererlo construyó un mito que, si bien en Buenos Aires se escucha sotto voce, en Rosario se comenta a viva voz, porque en cada cuadra, en cada esquina de la ciudad de Baglietto y Grandinetti, hay cuando menos dos o tres rosarinos que fueron testigos de los amagues del Trinche Carlovich.

Entremos en materia. Menotti asegura que el Trinche tenía el gen rosarino que hoy Messi le muestra al mundo; Valdano sostiene que era el símbolo de un fútbol romántico que ya no existe; Pekerman enfatiza que nunca vio un jugador más maravilloso que él, y Carlos Aimar apunta que tenía movimientos que parecían ir contra la ley de gravedad.

Una descripción hecha en su momento por la revista El Gráfico permite hacerse una idea de lo que era el Trinche: "volante central elegante, virtuoso y algo displicente. De ritmo lento, pero de razonamiento inversamente proporcional a su andar". Pertenecía a esa raza de jugadores que antes de recibir el balón ya tenía claro qué iba a hacer con él; siempre le llevaba medio segundo de ventaja al resto.

A excepción de un par de partidos en Rosario Central y otros tantos en Colón de Santa Fe, Carlovich hizo toda su carrera en el Ascenso. Irrumpió en década de los 70, con una zurda exquisita. Su juego era tan vistoso y lucido que convocaba multitudes. Había quienes viajaban desde distintos lugares del país hasta la cancha de Central Córdoba para ver a Carlovich -entre ellos se contaban Marcelo Bielsa y José Pekerman-.

La leyenda de Carlovich -que hoy suma 68 años, tiene una prótesis en la cadera y regenta un asador- ha crecido precisamente por la falta de registros. No hay un solo video que de cuenta de cómo jugaba, salvo una brevísima escena de una película -"Se acabó el curro", de 1983-, en la que se aprecia a alguien que podría ser el Trinche gambeteando a un rival.

A falta de videos, hay historias que han sobrevivido de boca en boca, cuando no han quedado impresas en la prensa local. Se dice, por ejemplo, que suyo sería el récord de tiempo consecutivo de posesión de pelota en un partido -10 minutos-; que en cierta ocasión, los dirigentes de un equipo rival obligaron a un árbitro, en pleno partido, a revertir la expulsión de Carlovich, por el solo deleite de verlo jugar; que a fines de los 70, las tratativas para llevarlo al Cosmos no fructificaron por la incomodidad de Pelé de tener al lado a un jugador de su talento.

De todas las historias que se cuentan, quizá la más documentada es la que protagonizó el miércoles 17 de abril de 1974, cuando la selección Argentina, que ese mismo año participó en el Mundial de Alemania, enfrentó a un combinado de Rosario. En la albiceleste había apellidos ilustres como Wolf, Tarantini, Brindisi, Houseman y Bertoni. En el combinado rosarino, había cinco jugadores de Rosario Central, cinco de Newell's y Carlovich. Los diarios registran no sólo el baile que le dieron a la selección, también dejan constancia de lo que pasó en el entretiempo, cuando el técnico de la albiceleste, el Polaco Cap, se acercó a los técnicos rosarinos para pedirles que sacaran a "ese cinco" -en referencia al Trinche-, porque los tenía locos. Claro, en los primeros 45 minutos Rosario ganaba por 3 a 0, y Carlovich se había dado un festín. El Trinche se quedó en el banco en el segundo tiempo, y el partido terminó 3-1.

Hay hombres a los que el éxito -esa palabra tan veleidosa- los gambetea siempre, uno de ellos es Tomás Felipe Carlovich, el Maradona que no fue.