El fin de semana pasado, en el medio de la transmisión del partido entre Athletic de Bilbao y Barcelona, la imagen se congeló y en la cancha fueron dibujados varios triángulos equiláteros que demostraban la perfecta simetría táctica de los catalanes. Barcelona estaba jugando muy mal, una de sus peores actuaciones de la temporada, pero los analistas flipaban con los triángulos.

La tentación no es nueva, por supuesto, recuerdo una fotografía panorámica de la selección alemana en el Mundial de Francia 1938. Tenía una perfecta formación de WM, el sistema táctico en boga entonces. Si el dato sirve, Alemania fracasó estrepitosamente en ese Mundial.

Siempre me ha llamado la atención el exceso de análisis, la búsqueda incansable de significados y "claves" que interpreten el juego. Por lo general, pequeños mecanismos invisibles al ojo poco entrenado, donde usted ve un centro cruzado y delantero que la empuja, el perito desentraña una larga cadena, una red incluso, de eventos concatenados que culminan en el gol.

Las tácticas existen, funcionan, se agotan y cambian. Es una rueda muy larga que al final vuelve a su punto de origen. Piensen en la Universidad Católica que ganó la Copa Viña. Cuatro defensores, dos volantes marcados y cuatro jugadores en posiciones ofensivas, con dos punteros abiertos y dos delanteros centro: uno más adelantado que el otro. 4-2-4. Y la UC juega bien, muy bien, no porque el sistema sea el correcto en sí, sino porque los intérpretes son los adecuados. Saquémosle a Puch y pierde mucha de su efectividad. Cambiemos a Carreño por un volante más duro técnicamente. Se desarma más todavía.

Hablar de tácticas sin nombres propios es nadar en el vacío. Los triángulos catalanes pueden hacer delirar a algún observador, pero si Messi no la agarra, Vidal anda a los choques y Busquets juega parado, la imagen congelada no pasa de ser una fracción del juego que rigurosamente no significa nada.

La reciente eliminación de Universidad de Chile en la Copa Libertadores es un buen ejemplo. Había un dibujo táctico, algo así como un 4-3-3 que debía aprovechar las bandas y apoyarse en un mediocampo de ida y vuelta. Un sistema largamente elaborado que, al parecer, responde a una convencida propuesta del entrenador y que ahora, al fin, se podía plasmar en la cancha. La pretemporada fue, según cuentan, casi una concentración militar. Hasta los administrativos o el personal de la U debió seguir un régimen estricto, con horarios para todo, donde no había espacio para el relajo y las distracciones.

Pero a la hora de jugar, el equipo de Kudelka no fue capaz de meter cinco pases seguidos y en el Estadio Nacional apenas creó una situación de gol con juego asociado. El resto fueron ollazos y pelotas detenidas ¿Qué se hace con un jugador como Ángelo Henríquez? ¿Qué podría haber hecho la U para que funcionara? La respuesta es nada. Si no aguanta una pelota o devuelve un melón cada vez que es habilitado, no hay sistema que lo sostenga. Los peruanos, a puro ñeque y punta para arriba todo el segundo tiempo, fueron capaces de aguantar el cero.

Al final siempre llegamos al mismo lugar: traigan buenos jugadores y un entrenador que les saque rendimiento. Estoy seguro de que esta U también es capaz de generar triangulitos perfectos e inútiles.