La historia de los equipos grandes se escribe con hazañas y desastres, luces y sombras. Y es tan ingrato que, a veces, las alegrías no son suficiente motivo de paz. Son varios los ejemplos de técnicos que han partido con la copa en la mano. Beñat San José en la UC (si bien se fue, los cruzados no hicieron mucho por retenerlo), Tocalli en Colo Colo y más.

La razón no es difícil de entender. El resultado, importante en efecto, no signo obsoluto de calma. El funcionamiento es parte vital de la vida diaria de un equipo como la U, que ayer empató en el Nacional con el recién ascendido Cobresal. Y eso que el comienzo fue ideal. El tempranero gol de Benegas ilusionó con un equipo más consolidado colectivamente y con mayor tranquilidad defensiva. Precisamente porque el gol eliminó la mochila de la ansiedad.

Pero fue una trampa. Una ilusión óptica que no permitió alterar la estructura del equipo que sigue siendo una suma de buenas voluntades y nada más.

Pablo Parra, que en la primera parte fue el único que cambió del ritmo del ataque, realizó la mayor cantidad de diagonales azules. Si bien logró generar peligro, produjo un efecto que pasó inadvertido. En cada corrida, dejó a Beausejour pasado por la orilla. Aún así el exCobreloa fue de lo más atrevido, eso y nada más.

Con Jimmy Martinez muy perdido en la cancha, la U perdió profundidad. Y mientras Gustavo Huerta reformuló el equipo desde los cambios, Kudelka que solo atinó a sustituir puesto por puesto.

Cobresal terminó metiendo en su campo a la U, que tomó la efectista decisión de meter cuatro delanteros que finalmente no consiguieron nada. Lo importante de esta decisión es que revela la desesperación del DT argentino.

La U ni avanza y se entrampa en su propia inoperancia. Respecto a Melgar mejora las ganas, nada más.