Ignacio Morales tiene un mantra. Una frase que repite día y noche. "Olympic dream (sueño olímpico), lo escribo en el rincón donde entreno e incluso lo tengo tatuado", confiesa. El taekwondista de 23 años, oro en las últimas dos ediciones de los Odesur, se mueve y patea sobre el tatami con los cinco anillos en la cabeza.
Su historia en el deporte de las patadas comenzó temprano. Hijo de una educadora de párvulos y un constructor civil, Nacho no tenía de dónde ser deportista. Llegó al taekwondo en el colegio, a los siete años, y ya a los 15 años comenzó a competir en serio. "Soy el primer deportista de la familia. Creo que es bueno lo que me pasa, porque me apoyan mucho, pero no me presionan para que gane, como sí le pasa a muchos otros deportistas", asegura.
Sin embargo, para hoy poder estar en Lima 2019 buscando la primera medalla para Chile, ha debido soportar la dura presión por estudiar. "Siempre ha sido una carga social el hecho de estudiar. Por mí, ni estudiaría...", reconoce el alumno de Educación Física en la UNAB. Lo hace solo para conciliar el sueño olímpico con sus padres. "En otros países sería profesional por dedicarme a mi deporte, pero aquí no", sostiene.
Hoy, pero por Juegos Panamericanos, repetirá su mantra incansablemente. Aunque su deporte no dará cupos a Tokio 2020, sabe que cada combate lo acerca un poco más a esa meta.
Mínimo, el podio
Dice llegar muy cerca de su absoluta maduración deportiva, por lo que intentará dar lo todo para colgarse un oro inédito. "En este deporte, mientras más peleas tenga, más fácil se hace todo", asegura. Sabe que llega como uno de los favoritos por su título en Cochabamba. Y no se complica: "No es descabellado. Lo mínimo es subirme al podio, pero en Lima estoy por el oro".
Les ha ganado a todos los rivales, salvo al brasileño, pero conoce en detalle cada uno de sus movimientos. Por ello, espera conseguir el primer oro chileno en la cita incaica. "La pelea está muy cerrada y sé que puedo hacerlo", remata, confiado.