Los jóvenes entre 15 y 24 años, la que algunos ya bautizaron la “generación confinada”, serán de los principales golpeados por el Covid-19 en su futuro.

El virus tendrá efectos insospechados. Hasta el momento, podemos proyectar las dramáticas consecuencias económicas que recaerán sobre ellos, según revela un estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

“Es una generación que quedará marcada por el virus”, dijo Susana Prieto, especialista en empleo juvenil de esa institución. La pandemia ha tenido un triple efecto: destruye sus empleos, peligra su educación y pone obstáculos para los que se quieren incorporar al mundo laboral. Y las consecuencias podrían durar, al menos, una década.

La crisis económica chilena solo se comparará con la del 82.

Y, como si no bastara, se suman dos tendencias globales que no han estado hibernando. Primero: la catástrofe climática y sus serios efectos en el planeta. Se requieren urgentes cambios de producción y consumo, y fuertes inversiones en energías renovables no convencionales para intentar paliar sus más dramáticos efectos. Como si fuera poco, la cuarta revolución industrial está en desarrollo y ha sido reforzada exponencialmente por el Covid. El planeta está usando tecnología en la escala más masiva de la historia. Y producto de esta revolución que ya lleva años, se calcula que el 40% de los empleos que había antes de la pandemia serán reemplazados por la automatización y la inteligencia artificial.

La generación “confinada” la tendrá muy difícil para terminar de educarse, para encontrar trabajo y conservarlo.

Los adultos, entonces, debemos actuar rápido para que evitemos legarles esta mochila de desesperación. Es importante que veamos el mundo desde su mirada. Los jóvenes, justamente porque van a perder tanto, tienen derecho a repensar el crecimiento y el desarrollo, más allá de los indicadores netamente económicos, como ha sido la tradición.

Hay que tomar la coyuntura como un momento para hacer un reset en el mundo y partir de nuevo en muchos aspectos deficitarios, como propone el oráculo de muchos empresarios globales, el Foro Económico Mundial, a quien nadie podría acusar de populista o radical. Para Klaus Schwab, su presidente, la pandemia representa una inusual, pero estrecha ventana de oportunidad para reflexionar, reimaginar y resetear nuestro mundo para crear un futuro más sano, más equitativo y más próspero.

Muchos líderes de pensamiento están en la misma sintonía. “No queremos volver a lo “normal” después del Covid. Ese “normal” es lo que nos llevó aquí en primer lugar”, dijo a Forbes Mariana Mazzucato, una de las economistas más progresistas del momento, fundadora/directora del Instituto para la Innovación y Utilidad Pública de University College de Londres. Ha desafiado la ortodoxia económica tanto en su libro El valor de las cosas. Quién produce y quién gana en la economía global, como en su muy vista charla TED. Muchos gobiernos -y el Papa Francisco- le han pedido asesoría para pensar en un crecimiento más inteligente, inclusivo y sostenible. Y así hay muchos ejemplos e intentos, ni ingenuos ni “buenistas”, sino realistas, de la necesidad de pensar el cambio en serio, en la economía, la política, la salud, la educación, la equidad de género, el respeto a las minorías, la profundización de la democracia, integrando las prioridades de los que tomarán la posta.

Es cierto, con la crisis sanitaria en los peores momentos, causando miedo e incertidumbre, parece contraintuitivo pensar en el futuro. Especialmente porque en Chile muchas veces vivimos atrapados en guerras estériles y frustrantes entre los que no quieren cambiar nada y los que lo quieren cambiar todo. Los que niegan las injusticias y la necesidad de cambio, por un lado, y quienes las exacerban sin encauzarlas, por el otro.

El peligro para la generación de 15 a 24 años que la OIT describe, y que las proyecciones económicas chilenas ratifican, hace que sea un imperativo político, económico y ético superar esta manera de relacionarse, y construir puentes para que la siguiente generación lidere también la definición de una “nueva normalidad”, ojalá mejor que la del día antes a la aparición de este virus, en un oscuro mercado húmedo de Wuhan.