Corría 1995 y entre los éxitos de Café Tacvba, Los Tres, Caifanes, Soda Stereo y Charly García -quien ese año registró su concierto Unplugged en Miami- un video rotaba insistentemente por la pantalla de MTV Latino. “Todo vale”, repetía en el coro de la canción un argentino pelilargo desconocido para el gran público en aquel entonces, quien por esos días lanzaba el segundo disco con su firma (el tardíamente revalorado “Gas”). Sólo los más entendidos sabían en ese momento que el protagonista del clip que tenían enfrente no era precisamente un debutante, sino que acumulaba ya tres décadas de carrera. Que en 1967 había fundado el grupo Arco Iris en Buenos Aires -pionero en ese país en la fusión de rock y folclore-, que a fines de los 70 emigró a California y que desde allí abrazó géneros como el punk y la new wave, rivalizó una que otra vez con el los referentes musicales de su país y terminó produciendo algunos de los discos más exitosos del rock latino de los 90, entre ellos los de aquellos mismos grupos con los que compartió pantalla a mediados de los 90, en la era dorada de la videomúsica.

De eso ha pasado un cuarto de siglo y la carrera de Gustavo Santaolalla, si bien se ha expandido y ha alcanzado nuevas alturas -algunas inéditas para un artista sudamericano-, aún carga con esa especie de dualidad: pese a sus dos premios Oscar consecutivos por las bandas sonoras de Babel y Secreto en la montaña, a su celebrado trabajo en la musicalización de The last of us -para muchos el mejor videojuego de la última década- y su trabajo en este siglo junto a Bersuit Vergarabat, Julieta Venegas, Bajofondo y Juanes, el argentino de 69 años y productor de “Corazones” de Los Prisioneros sigue siendo un nombre mucho más reconocido en la industria musical y en Hollywood que entre la gente común y corriente.

¿Cómo se entiende que el trabajo del compositor argentino más premiado y exitoso fuera de sus fronteras de las últimas décadas no tenga el mismo reconocimiento en su país y la región que, por ejemplo, el de Fito Páez o Charly García? ¿La escena musical latina está en deuda con el trasandino? Son inquietudes que monopolizan el debate musical hace unos días y que, en cierta medida, buscan ser subsanadas en “Rompan todo”, la docuserie que Netflix estrenó la semana pasada y que se ha vuelto tema obligado a nivel continental. Un ambicioso proyecto que intenta repasar la historia de seis décadas del rock en castellano, donde Santaolalla oficia de productor ejecutivo, entrevistado recurrente y principal protagonista.

Gustavo Santaolalla

Como ha sido la tónica de su carrera, tanto el resultado del proyecto como el rol que el productor argentino ocupa en este, han dividido opiniones: para buena parte del público se trata de una lograda mirada general del fenómeno rockero en la región y sus choques con el poder, en voz de las más reconocidas figuras de ese género y de otros. Para algunos críticos musicales e historiadores, en cambio, es una reconstrucción algo mañosa de esta historia, donde se le da excesivo protagonismo a Santaolalla, a los grupos con los que trabajó y a sus propios proyectos, dejando fuera otros nombres importantes. También hay un grupo importante de reseñas que coinciden con ambos puntos.

“Santaolalla ha dicho en entrevistas que negoció con el director para aparecer menos a cuadro. Pese a ello, es omnipresente”, comenta el diario español El País en su reseña de “Rompan todo”, en la que destaca las múltiples virtudes de la serie, pero cuestiona el protagonismo desmedido del argentino. “Es juez y parte. Sus influencias, sus proyectos musicales, los discos que produjo y los artistas de su sello, Surco, tienen roles protagónicos. Algunos se lo merecen y otros, creo yo, no tanto”, añade.

Incluso, artistas que participan del documental, como el mexicano León Larregui, de Zoé, han reconocido que el documental de Netflix “es el rock latino según Gus”, según afirmó en Twitter.

Curiosamente -o quizás no tanto- las críticas más duras han surgido desde su propio país. “Rompan todo es un documental que a partir de la excusa del rock en América Latina cuenta lo importante que es la existencia de Gustavo Santaolalla en el Planeta Tierra”, asegura de entrada el reconocido crítico de cine trasandino Santiago García en la reseña que publicó el fin de semana en su sitio Leer Cine.

Su compatriota Pablo Strozza, con amplia experiencia en medios como Rolling Stone y La Nación, resaltó las virtudes del documental, pero también lo considera incompleto y convenientemente sesgado hacia la órbita del productor. “En el capítulo final Santaolalla (quien ya gozaba de un protagonismo sin igual durante la saga) cuenta la génesis de su trabajo con Julieta Venegas sin mencionar su labor con Juana Molina (Rara, 1996) y con Érica García (Amorama, 2001): dos discos que fracasaron de forma estrepitosa. Este detalle, sumado a la forma en la que cuenta la formación de Bajofondo (sin dar cuenta del antecedente de Gotan Project), deja la sospecha de querer inventar un pasado según su conveniencia y la participación que él haya tenido en el mismo”, plantea.

Bielsa, Piazzolla, Santaolalla

Para Santaolalla, las reacciones adversas que ha gatillado su más reciente proyecto no deben ser una sorpresa absoluta. “Imagínate hoy en día, con los haters y todo eso, las cosas horribles que van a decir”, dijo a este medio la semana pasada, advirtiendo que el tema central de “Rompan todo”, su punto de vista y también sus omisiones, iban a traer coletazos.

“Entendiendo que iba a ser imposible cubrir absolutamente todo, había que poner el acento en las cosas más importantes”, explicó a La Tercera ante la consulta de los grupos, artistas o países que quedaron fuera del metraje. “Pero no queríamos que fuera solamente una cosa enciclopédica, sino también algo entretenido, que te excite, que te divierta, que te enoje. Incluso que alguien diga ‘¡Pero cómo no pusieron esto o aquello!’. Y está bien, todo forma parte de esto”, aseguró entonces.

En cuanto a las reacciones adversas por su rol en la docuserie y sus minutos en pantalla, es posible que también hayan estado entre los pronósticos del argentino. Mal que mal, pese a sus innumerables logros, en medio siglo de carrera siempre ha sido una figura que divide aguas en su país, en el medio musical y entre sus colegas. Para muchos es el pasiano que ganó dos premios Oscar y que cimentó la industria del rock latino a partir de los 90, pero también una figura de limitada trascendencia como cantautor, cuyos trabajos personales han sido tardíamente comprendidos o derechamente pasados por alto. Un “outsider” que hizo carrera en Norteamérica y que ha llegado a rivalizar con los grandes próceres del cancionero de su país.

Charly García y Gustavo Santaolalla

“Es como un Piazzolla del rock. Un embajador fuera del país, muy valorado afuera, pero dentro del país ni de casualidad despierta la pasión que genera Charly García, Spinetta o incluso Fito Páez. No está a esa altura”, comenta Adriano Mazzeo, periodista musical del diario Clarín y del sitio Mondo Sonoro.

“Para los argentinos en general, habrá gente que lo deteste o lo admire muchísimo, pero en general Santaolalla es una figura respetada y valorada. Un orgullo nacional si se quiere en un punto, porque accedió a lugares de prestigio en la industria. Aunque tengo la sensación que el gran público lo relaciona más con los dos Oscar las bandas sonoras de películas exitosas que con lo que aportó al salto de calidad del rock latinoamericano en los 90”, agrega el reportero.

Para el reconocido periodista y escritor Sergio Marchi, autor de las biografías definitivas de Charly García, Pappo y Luis Alberto Spinetta, “entre el público mainstream se lo conoce como un argentino exitoso que ha ganado dos Oscar. En el rock tiene más prestigio; casi todo el mundo recuerda ‘Mañanas campestres’, de Arco Iris, que luego abordó músicas más complejas.

Hace más de 40 años que está radicado en Estados Unidos y eso necesariamente lo desdibuja ante el público general”, señala a La Tercera PM.

“No sé qué pensarán sus pares pero es uno de los pocos músicos del rock argentino que ha tenido logros contundentes fuera del país”, agrega el autor, quien lo considera “un tipo muy inteligente y un muy buen músico”, aun cuando reconoce que, a diferencia de Arco Iris, otros proyectos del compositor, como Wet Picnic, tuvieron cero impacto al otro lado de la cordillera y que “Gas”, su ya mencionado segundo disco solista, “pasó injustamente desapercibido”.

“Obviamente, como productor ha sido sumamente exitoso. Creo que es nuestro Bielsa del rock”, agrega Marchi.

Sergio Marchi junto a Santaolalla, durante una entrevista en 2011.

Una analogía futbolera que es compartida por Mazzeo, al momento de poner en la balanza la obra de las grandes figuras del cancionero de su país con el trabajo de Santaolalla, que por lo general divide aguas. “Es como comparar a Maradona, a Messi, a tipos intergalácticos, con Bielsa. Aquí hay gente que lo detesta y gente que lo adora profundamente”.

“Es una persona a la que se le reconoce en perspectiva. Hay un reconocimiento quizás tardío que tiene más que ver con la trayectoria que con sentir más o menos afinidad con lo que él ha hecho. Porque lo que ha hecho en películas es innegable. ¿Por dónde le vas a entrar a un tipo que ganó dos Oscar?, se pregunta Sebastián Chaves, cronista musical del diario La Nación y del portal de música Silencio.

“Creo que los méritos de Santaolalla tienen más que ver con lo que ha hecho como productor”, añade. “A mí particularmente no es un productor que me guste mucho, me parece que en algún punto terminó homogeneizando un sonido que tiene más que ver con la raíz folclorica e incluirle eso al rock. A mí eso no se me hace muy interesante pero no dejo de reconocerle los méritos, por supuesto”.

Frente a todo lo anterior, ¿se justifica su rol preponderante en la serie de Netflix que repasa la historia del rock en castellano? ¿Son fundadas las críticas que apuntan al exceso de protagonismo del productor en la serie, a los artistas con los que ha trabajado y a sus propios proyectos, como Arco Iris?

“Entiendo que (las quejas apuntan que) se le da un lugar un poco desmedido a lo que fue en relación con la historia y la masividad que pueden haber llegado a tener en su momento proyectos como Wet Picnic, que acá al menos no es un grupo que se lo renombre o se lo referencie. Arco Iris sí, por supuesto, no tuvo la trascendencia de Almendra o Manal, pero sí es al menos nombrada y se le reconocen sus méritos”, señala Chaves.

“Para mí es un gran cerebro y no un gran corazón, porque no me llega su música, su performance”, complementa Mazzeo. “Lo tengo más como un tipo de negocios y de ingeniería de sonido que como un músico de alma. Y sus bandas, sobre todo Arco Iris, me parece que no llegan al nivel de los clásicos del comienzo rock argentino. Era una banda satélite de ese momento, pero su obra es incomparable a nivel de reconocimiento con los grandes de esa época, como García y Spinetta”.

Marchi, en tanto, coincide con ambos puntos: “Creo que Santaolalla está todo el tiempo (en la docuserie), y a la vez fue un actor fundamental en el desarrollo de la música. Es muy difícil encontrar un buen balance: Santaolalla es una mini-serie él mismo. Y el rock en América Latina tiene una larga y rica historia. Pero en el contexto de un documental con esa temática surgen dos problemas: Santaolalla está un poco sobre-representado y hay algunas ausencias”.

Con todo, para Marchi el sabor que deja “Rompan todo” es más bien dulce. “El documental es excelente, está muy bien equilibrado, es fluido, divertido, genera discusión, pone sobre el tapete nuestra música. Positivo por donde lo mires. Ahora, yo tengo serias discrepancias con algunas cosas que se dicen en el documental, no porque falten al rigor histórico sino porque pienso el rock de una forma completamente diferente. Ya escribiré sobre el tema”, adelanta.