Hace dos años, Ricardo Palma Salamanca (1969) nuevamente se dio a conocer para efectos públicos y privados bajo el nombre con el que vino a este mundo. Así se llamó hasta que se fugó en helicóptero desde la Cárcel de Alta Seguridad de Santiago en 1996, pasando los siguientes 21 años como Esteban Solís Tamayo. Pero en el 2018 y luego de abandonar su vida como fugitivo llegó a Francia otra vez como Ricardo Palma Salamanca. Aún le cuesta responder a su viejo nombre de pila.

Esta doble identidad dentro de una misma persona es una de las columnas vertebrales del documental El negro, película que el cineasta Sergio Castro (1979) realizó durante cuatro años. Es la primera vez que el hombre condenado por el asesinato al senador Jaime Guzmán concede largas entrevistas frente a cámara y en el proceso de conseguirlas, el director debió ganar poco a poco su confianza.

El filme se encuentra ya disponible en las plataformas de Cinépolis Klic, Red de Salas y Punto Ticket. Sergio Castro, co-director de la serie La jauría y realizador del largometraje La mujer de barro entre otras obras, dice que Ricardo Palma Salamanca aún no ha tenido acceso al filme y espera que el ex frentista pronto la pueda ver en alguna pantalla próxima.

“Ojalá le guste más que la entrevista que le hicieron en The Clinic”, bromea Castro, aludiendo a la conversación con Patricio Fernández donde Palma Salamanca expresaba un evidente desencanto con el Partido Comunista y la izquierda más radical.

Lo cierto es que El negro es una propuesta que va en otra dirección, quizás más reflexiva como su propio autor lo quiere dejar en claro. Pero no por eso hay palabras que dejan de ser sintomáticas. Cuando en algún momento el ex frentista se refiere a su juventud militante dice: “Eramos de la última generación, la que ya no pensaba tanto en un cambio de justicia social o económica. Eramos un grupo de mocosos de 17 o 18 años”.

Y también hay cavilaciones sobre el sentido de sus acciones: “La lucha contra la dictadura abarcó muchas generaciones, cada una con un sello particular, con un identidad propia” o “En ese tiempo había una voluntad muy grande, un deseo muy grande, pues se trataba de una batalla épica. ¿En qué momento tienes la posibilidad de participar en una batalla épica en tu vida? No, esas posibilidades no tienen que perderse”.

Las hermanas Andrea y Marcela Palma Salamanca y su madre Mirna Salamanca en una escena del documental El Negro, de Sergio Castro.

Acá Sergio Castro se refiere a cómo hizo el documental de alguien que en medio de las dos identidades que ha llevado en su vida prefiere ahorrarse problemas y opta por qué simplemente lo llamen “el negro”.

¿Desde cuándo se interesó en hacer este documental?

Este proyecto comenzó en el 2016 con la intención de hacer una película sobre un fugitivo y con entrevistas fundamentalmente a su familia. Es decir a su madre Mirna Salamanca y a sus hermanas Andrea Palma y Marcela Palma. Quería mostrar cómo una persona silenciosamente cambió la historia de Chile. O cómo no la cambió: eso es materia de análisis y en el documental hay opiniones al respecto. Era, en principio, la historia de un hombre que no existía en el mapa, pero ya estando en una etapa bastante avanzada de la filmación nos llega la noticia, en febrero del 2018, de que Ricardo Palma Salamanca había sido detenido por Interpol en Francia. Dejaba de ser un fugitivo. Nos cayó un poco como un balde de agua fría, pues cambiaba todo el plan. En ese momento tomamos la decisión junto a los productores Carlos Núñez y Gabriela Sandoval de que debíamos congelar el trabajo y darnos ese año para hallar a Ricardo Palma Salamanca. Logramos contactarlo y, evidentemente, fue una cuestión delicada: es una persona de difícil acceso, muy reservado, que vivió en la clandetinidad y que a esas alturas estaba todavía con la causa abierta del eventual proceso de extradición a Chile. Fueron dos días de filmación con él. Finalmente, en enero del 2019, la justicia francesa denegó la extradición.

¿Por qué le interesaba mostrar la relación familiar?

Sabemos que Ricardo Palma Salamanca es una figura que polariza, y que genera admiración y odio en el país. En ese sentido era muy valioso contar con los testimonios de quienes estaban más cerca de él. En este caso: su madre y sus hermanas. Pienso que para hacer este retrato de Palma Salamanca en la vereda pública y privada, ésta era la manera más honesta.

El director Sergio Castro durante el rodaje de su película El Negro.

¿Cuándo hicieron la entrevista a Ricardo Palma Salamanca?

Cuando Francia le concede el asilo político, en octubre del 2018.

¿Puso alguna condición para poder hablar con usted?

Es una buena pregunta, pero antes debo decir que nosotros siempre nos acercamos de una manera muy transparente a él y a la familia. En algún momento del 2018 se enteró de que se estaba haciendo un documental sobre él, donde participan su madre y su hermana. Yo, antes de entrevistarlo, le dije que la película por un lado plantea una discusión moral al espectador, dónde uno se pregunta si acaso él es un héroe o no, o si sus atentados son justificados o no. Pero al mismo tiempo hay además una especie de psicoanálisis familiar, con una madre que defiende lo que hizo y dos hermanas que están en otra posición. Me parece que este enfoque le atrajo a él y fue lo que determinó que aceptara aparecer. Por otro lado, el Ricardo Palma Salamanca de hoy es diferente al de 1991. De cierta manera borró su historia y también se salió de la militancia.

¿Hay temas de los que no quería hablar?

No me puso ninguna condición en ese sentido. Ahora bien, yo tampoco estaba interesado en hacer consultas incisivas del tipo “¿Lo hiciste o no lo hiciste?” o “¿Cómo fue el ataque?”. Buscaba algo mucho más reflexivo de parte de él. Es decir, lo importante era saber cómo un ser humano de 50 años puede cargar con todo ese pasado. Ese es el punto de vista del documental. Y además quería mostrar la carga valórica de lo que pasó, pero desde el punto de vista de los protagonistas. Sabemos que muchos consideran a Palma Salamanca como un terrorista y que en su confesión judicial se habla de homicidio, pero él usa la palabra “ajusticiamiento”.

¿Por qué él nunca se refiere expresamente a Jaime Guzmán?

No iba por ahí la estructura de la película. Por eso, toda al información referida a la muerte de Jaime Guzmán está basada en imágenes de archivo, en la opinión pública y en el material judicial disponible.

Tampoco se refiere a su eventual desencanto con la izquierda radical.

No. Es simplemente porque no era un tópico que a mí me interesara para el documental. Lo que si puedo decir es que Ricardo Palma Salamanca se sale un poco de esta estructura de jerarquías y órdenes de una organización como lo fue el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR). Tengo la impresión de que durante sus 21 años de clandestinidad en México él se da cuenta que tal vez ya no le sirve estar asociado al FPMR, el grupo que en otro momento fue su escudo de sobrevivencia. Suena paradójico, pero en un momento del documental él dice que lo que más valora es la vida y para eso se inventa otro nombre. También adopta otra identidad su esposa Silvia Brzovic Pérez. Para poder sobrevivir mata virtualmente a su familia real. Ahora bien, con respecto a sus posturas ideológicas, me parece que sigue siendo una persona muy de izquierda.

En un momento de la película él utiliza la palabra “mococos” con cierto desdén para referirse a su época en el FPMR.

Efectivamente, realiza sus acciones más importantes (se refiere a las muertes del coronel Luis Fontaine y del senador Jaime Guzmán y al secuestro de Cristián Edwards) entre los 20 y los 21 años. Es decir, evidentemente hay una adultez casi forzada. Y, luego, en sus cuatro años en la cárcel, sufrió un proceso de reflexión bastante grande donde creo que se replanteó esa parte de su vida y probablemente se preguntó si fue todo necesario o no. Por eso me parece interesante mostrar el contraste entre el Palma Salamanca de los 21 años y el de los 50 años.

Contrasta su tono de voz titubeante en el interrogatorio de 1992 que usted incluye en el filme y el de ahora, bastante firme y articulada.

Si, pero incluso en esa confesión ante el inspector Jorge Barraza él tiene muy claro lo que debe decir. Dice: “Esto no es un homicidio, es un ajusticiamiento”. Creo que demuestra un particular temple, sobre todo si se tienen 21 años y se está en un interrogatorio que terminará en cadena perpetua. Ahora bien, es evidente que ha habido un cambio y lo que yo busco mostrar es también un costado más humano de Ricardo Palma Salamanca. No digo que esté arrepentido ni nada por el estilo, pero hay más en su propia vida, incluyendo a sus propios hijos.

¿Dónde se filmaron las entrevistas al Ricardo Palma Salamanca?

Las hicimos en el Parque de Vincennes, uno de los dos grandes parques de París y también en una casa particular, que no puedo revelar por ahora. Rodar parte de la entrevista en exteriores tenía que ver con la idea de descomprimir las escenas, casi todas ellas con personajes hablando a cámara.

¿Fue difícil la puesta en escena de entrevistas con él?

Por supuesto. Es una persona que por razones obvias no gusta hablar públicamente, no tiene buena relación en general con la prensa y dejo de leer los diarios hace mucho tiempo. En ese sentido, para nosotros fue importante tener a la familia en el documental, eso lo validaba de cierta manera ante él. Seguramente si hubiera sido un filme con un punto de vista político o policial, no habríamos logrado nada. El tiene una sensibilidad artística y creo que comprendió lo que buscábamos. No era precisamente una entrevista como la de The Clinic. De hecho, creo que logró tal nivel de confianza que en el segundo día de rodaje propuso hablar de varios temas, sobre todo relacionados con su fuga en helicóptero en 1996.

¿El pudo ver el documental a medida que ustedes lo hacían?

No. No ha podido ver nada hasta ahora.

¿La verá?

Si, nos haremos cargo de que la vea.