"Los Hércules tienen pocas ventanas. Son aviones de carga, no de pasajeros. Lo que se hace en la zona de carga es adaptar unos lugares para que uno se siente, pero no son propiamente asientos, sino entramados de cuerdas que le permiten a uno sentarse y viajar. Usualmente no llevan más de 20 ó 25 pasajeros, porque van llenos de carga para las bases que operan en la Isla Rey Jorge. Cuando subes no tienes ventanas, hay un par en la zona de carga pero son para los miembros de la tripulación. Los pasajeros no tenemos visibilidad alguna y es un avión que, como no está hecho para pasajeros, tiene gran ruido, no tiene aislamiento. Entonces, por ejemplo, es muy difícil entablar conversaciones mientras vuela".

Raúl Cordero Carrasco, doctor en Ciencias de la Ingeniería y científico del Instituto Antártico Chileno, recuerda haber cubierto "al menos una veintena de veces, la primera de ellas hace unos diez años", los 1.200 kilómetros y fracción que separan el Aeropuerto Internacional Carlos Ibáñez del Campo de Punta Arenas (PUQ, en código IATA) de la base o aeródromo Teniente Rodolfo Marsh Martin (IATA: TNM). Es la misma ruta que debía salvar ayer el Lockheed C-130 Hércules de la Fuerza Aérea, hasta que se perdió con 38 personas a bordo.

¿Que tan riesgoso es ese viaje? Allá abajo, en el fin del mundo, solo se pueden volar aeronaves pesadas, la mayoría de carga o militares y unas cuantas civiles, con combustible suficiente para ir y volver, con el termómetro bien bajo cero celsius, sujeto a un clima dado a las sorpresas que te puede dejar varado en el continente y un largo etcétera de advertencias que vienen de veteranos en cruzar el Cabo de Hornos.

En el papel suena sencillo. Toma entre 2 horas y 45 y 3 horas despegar de Punta Arenas y llegar a la Antártica chilena. Un vuelo regular, promedio. Hoy es un viaje demandado, y más desde que el aumento de estudios sobre el cambio climático atrajo especialistas a la zona. Hay viajes militares y civiles, pero todos tienen como destino los aproximadamente 1.290 metros de largo por 39 metros de ancho de la pista de aterrizaje de la Base Teniente Marsh. Es una pista relativamente corta y por lo mismo no cualquier aparato puede aterrizar. La nómina incluye a los C-130 Hércules, a los De Havilland Canada DHC-6 Twin Otter, los AVRO 146 (o BAE 146). También a algunos turborreactores comerciales, pero en ningún caso del tipo 767, por el tamaño de la pista. Aeronaves chilenas, uruguayas y brasileras hacen uso del aeródromo, todos países con presencia antártica.

También se han reportado operaciones de aviones CASA CN-235-100M. En febrero de 1992, un ejemplar perteneciente al Ejército se accidentó al tratar de aterrizar. No murió nadie, pero la aeronave sufrió daños graves.

Desde la Dirección de Aeropuertos (DAP) explican que la pista "está constituida de material granular, no es pavimento. Tiene una capa granular en superficie y está dispuesta de esa forma porque permite la aceleración y el frenado pues en invierno se opera con condición de hielo o nieve". Precisan que pavimentarla "significa alargarla mucho y geográficamente eso no es factible". Y que "puede recibir sin problemas aviación militar de tipo Hércules que opera todo el año, pero principalmente las ventanas de mayor vuelo son entre septiembre y abril".

El aeródromo hoy tiene "todas las condiciones que exigen normas nacionales e internacionales", agregan desde la DAP, como un sistema de ayuda visual completo y torre de control permanente con personal de la Dirección General de Aeronáutica Civil.

Algunos de los Hércules de que dispone la FACh fueron comprados nuevos en la década de los '70, pero han sido constantemente upgradeados. Su uso constante obliga a una mantención intensiva. Serán incómodos para un pasajero, dicen quienes han sido pasajeros, pero no fueron hechos para eso si no para transporte militar y de carga, y en ese rol han probado ser confiables y durables.

"Tienen esa gracia: son capaces de operar en pistas muy cortas. Ni en el aterrizaje, ni en el despegue ni en el vuelo hay algún tipo de diferencia respecto de lo que sería un vuelo comercial, solamente el confort de cabina es diferente, porque es un avión muy ruidoso, no tiene asientos propiamente tales para los pasajeros. Pero todo lo demás es regular. Los Hércules no tienen ningún problema para operar en este tipo de pistas", acota Cordero.

Pero todo eso da lo mismo si el clima dice otra cosa. La regla básica para viajar ida y vuelta entre Punta Arenas y la Antártica es lo que dictamine el reporte meteorólogico. No tiene tanto que ver con que si en el continente está despejado o imposible, sino que con las condiciones de la ruta. Y además, con que el clima puede cambiar en el trayecto. En eso, aclaran en la DAP, la FACh y la Dirección General de Aeronáutica Civil (DGAC) son implacables.

"Si no hay condiciones de vuelo previas, el vuelo no se hace. La decisión se toma en Punta Arenas", aclaran en la DAP. Como muchos, al doctor Cordero le ha pasado: "Me ha pasado varias veces que, en vuelo, he tenido que volver a Punta Arenas porque las condiciones de visibilidad en la pista han cambiado. Eso me ha pasado varias veces, hemos tenido que esperar a veces una semana para volar a la Antártica o una semana atrapados allá justamente porque las condiciones de tiempo no son las más adecuadas, pero naturalmente, esa es una de las cosas que tiene operar en ese punto. Es la zona más nublada del planeta, entonces es razonable que ese sea el caso".

Es lo que se conoce, según algunos, como "la ventana" del clima. Si se abre, se vuela; si no, pues no. "Si hay condición de neblina el avión no sale, si hay condiciones en ruta respecto de vientos, tampoco sale, y en general con cualquier situación asociada a tormenta o condición metereológica en ruta o destino, la nave no sale", recalcan en la DAP.

Por esa razón, los aviones han de viajar con el combustible suficiente para ir y volver, por lo que la autonomía limita también qué máquinas pueden operar. La Base tiene depósitos de combustible para que puedan repostar, pero usuarios de la ruta comentan que la prioridad está, o estaba enfocada en los helicópteros y otras aeronaves que opera la FACh allá.