#SinJusticiaNoHayFestival fue la consigna que marcó la inauguración de una de las veladas más importantes de Latinoamérica. ¿Y qué tiene de equitativo querer sabotearlo? Ayer, la violencia se tomó las calles a las afueras del certamen, perturbando la tranquilidad de la ciudad costera. Mientras algunos incendiaban autos y embestían la municipalidad de Viña del Mar, otros atacaban a piedrazos el Hotel O'Higgins, en el que se encontraban algunos participantes del espectáculo. Incluso hubo artistas que con miedo llegaban al anfiteatro, luego de haber sido apedreados en su trayecto al lugar. Nada parecía importarle a aquel grupo de vándalos que se adjudicó el derecho de decidir que el encuentro no debía realizarse.

Lo que se vivió fuera de la Quinta Vergara, es reflejo de la sociedad que hemos venido construyendo desde hace un tiempo. El aglutinamiento de unos pocos detrás de una consigna relacionada directamente al "si no se hace lo que yo quiero, no se hace nada", ha llevado a que el intercambio de ideas en las discusiones pase no a segundo, sino a último plano. ¿Cuándo comprenderemos que al quitar espacio a la libertad y al abrir camino al daño injustificado, estamos aplastando la tolerancia? Compleja disyuntiva en la que nos encontramos, especialmente si tenemos en consideración los tiempos de elección y reconstrucción por los que estamos pasando.

Los hechos ocurridos ayer se inscriben en la misma lógica a la del intento de sabotear la PSU. La intransigencia y moralidad impoluta han servido de disfraz para este supuesto combate de injusticias. Pero nuestra falta de intolerancia a la intolerancia nos ha llevado a perder de vista que esta es el peor enemigo de una cultura democrática, que se basa en el respeto mutuo y la libertad de expresión. La arrogancia con la que algunos creen poder controlarlo todo a través de la intimidación, ignora la diversidad y pluralidad que es, será y seguirá siendo uno de los elementos centrales de cualquier sociedad abierta. No olvidemos que sólo en el respeto por la individualidad se logra la generación de nuevos espacios y oportunidades de desarrollo.

Hemos puesto demasiado énfasis a las cosas que nos dividen, más que en aquellas que nos unen. Perdimos el camino hacia los consensos, cuando en realidad la mayoría busca alcanzar un mismo objetivo: construir un país en el que todos tengamos la libertad y posibilidad de desarrollar un proyecto de vida, donde se respete nuestra nobleza por el solo hecho de ser humano, y no por como pensamos o por lo que hacemos. Por eso prefiero destacar aquellos mensajes de paz y unión que intentaron entregar los primeros artistas en dar inicio al festival, en vez de aquellos que caen en el juego tendencioso de ensalzar la violencia como si esta fuese la guardiana de las injusticias. Confío en que seremos capaces de dejar atrás aquella reacción atropelladora frente a quien diga lo que no quiero escuchar, y que reabriremos el camino al libre intercambio de ideas. Que queden atrás los muros; es tiempo de construir puentes y peldaños.