Las elecciones presidenciales del pasado domingo 6 de junio han sido incluso más polarizadas que las de los años 2006, 2011 y 2016, que ya mostraban una clara división entre como se votaba la costa central y el norte, con respecto a la sierra central y especialmente el sur. Esta vez la diferencia en la distribución de votos es abismal. En algunas localidades rurales el candidato de izquierda, el profesor Pedro Castillo, ha obtenido todos los votos, mientras que en Lima y en el extranjero ha habido otras donde la candidata de la derecha, Keiko Fujimori, ha recibido el respaldo total. En gran parte porque la campaña del balotaje fue de demolición.

La derecha acusó a su contrincante de querer instaurar el marxismo-leninismo e incluso el terrorismo y la estridencia de la campaña y el apoyo absoluto de los medios de comunicación a la candidata de la derecha hizo que a último minuto muchos antifujimoristas que pensaban viciar su voto respaldaran a Castillo, logrando superarla por menos de un punto porcentual.

A pesar de que las actas de sufragio ya han sido contabilizadas al 100% y que Castillo aventaja a Fujimori por casi 70,000 votos –30.000 más que con los que ganó Pedro Pablo Kuczynski en 2016- la candidata derrotada ha decido montar una ofensiva legal para impugnar suficientes mesas para cambiar el resultado. El proceso legal de revisión de estos casos dilata el anuncio oficial del ganador y permite que un enrarecido aire de desconfianza siga imperando.

La situación ha llegado a tal punto de ebullición que ambos bandos preparan manifestaciones para defender su voto, e incluso se comienza a especular si el Presidente Sagasti ha interferido con el proceso al pedirle a Marío Vargas Llosa que buscara establecer consensos con su candidata. De momento Castillo tiene mayor número de votos y debería ser el próximo Presidente del Perú, mientras que Keiko, que se ve ante la posibilidad de regresar a la cárcel con prisión preventiva mientras procede su juicio, pelea hasta las últimas consecuencias por dilatar el proceso electoral.

* Natalia Sobrevilla, historiadora peruana y docente de la cátedra de Historia Latinoamericana en la Universidad de Kent