Patrick Jephson tenía una carrera consolidada en la Marina británica cuando en 1988 sus superiores lo sorprendieron al contarle que habían propuesto su nombre al Palacio de Buckingham para ser “escudero” de Diana de Gales, puesto para el que cada rama de las Fuerzas Armadas ofrecía candidatos y que consistía en organizar e implementar la agenda de la princesa. Tras un proceso inicial “simple”, en palabras del propio Jephson, para pasar la siguiente prueba debió asistir a un almuerzo con Diana, quien tenía la última palabra. Antes del encuentro, el oficial -de 34 años- se tomó un gin tonic para los nervios.

“Tuve mucha suerte.Es cierto que el almuerzo fue parte del proceso de selección. Se trataba de un nombramiento temporal como auxiliar militar que normalmente se ejerce por dos años. Yo estaba muy contento de pasar unos días fuera de mi barco para ir al Palacio de Kensington a almorzar con la princesa. Me habían dicho que no conseguiría el trabajo, porque no era el turno de la Marina. Creo que todos los que la conocieron dirían que creaba una primera impresión muy fuerte: era alta, atlética, enérgica. Ese día estaba con muy poco maquillaje, muy pocas joyas. Lo que más me impresionó fueron sus ojos, que eran azules y muy expresivos, los cuales eran capaces de hacerte reír o llamar la atención, porque no era una chica común, era una mujer aristocrática”, cuenta Jephson en entrevista con La Tercera.

El oficial británico recuerda que fue toda una sorpresa cuando volvió a su buque y le anunciaron que había sido seleccionado para trabajar con nada menos que Lady Di. Desde ese momento, se convirtió en una de las pocas personas que conocieron al revés y al derecho los detalles de la vida de la princesa, de cuya muerte en París se cumplen 25 años el miércoles 31 de agosto.

Diana, Princesa de Gales, habla con bailarines en los estudios del Ballet Nacional Inglés el 28 de agosto, el día en que su matrimonio con el Príncipe de Gales llegó oficialmente a su fin con la emisión de un decreto absoluto. Foto: Reuters

“Era una persona con una calidad humana natural y era accesible. Sin embargo, con un simple giro podía ser muy aristocrática, muy de la realeza. Siempre estabas consciente de estar en presencia de una persona de importancia histórica, alguien con un gran carisma y estatus real. Cuando terminé mis dos años como escudero me pidió que dejara la Marina para que montara su propia oficina, porque se estaba separando del príncipe Carlos. Así que lo hice y estuve allí como su único secretario privado y jefe de personal. Ella me dijo: ‘Patrick, vamos a conquistar el mundo’, una frase que es desafiante, ¿no? Y era ambiciosa. Pero yo sabía lo que quería decir. Y creo que es justo afirmar que tuvo éxito. Como jefa era extremadamente profesional. Ella hacía que sus deberes reales parecieran muy fáciles. Pero como sabemos, para hacer que algo parezca fácil, tienes que trabajar muy duro en ello”, indica.

Como relacionador público personal o jefe de personal, Patrick Jephson planeó casi todos los pasos de la princesa. Durante el período de ocho años que trabajó para Diana -hasta enero de 1996-, organizó sus reuniones con presidentes, primeros ministros, artistas, líderes religiosos, estrellas de la música y un largo etcétera.

“La vi todos los días durante ocho años, prácticamente. Y puedo decir que no creo haber conocido a nadie que fuera más sensato, especialmente teniendo en cuenta la tensión a la que estaba sometida la mayor parte del tiempo. Tenía una notable capacidad para ver el lado bueno de las cosas. Siempre había un momento en el que veía el lado divertido. Y esto era una de las cosas más gratificantes de ella como jefa: por muy difíciles que fueran los momentos que atravesábamos, siempre era capaz de encontrar el lado luminoso y hacer reír no sólo a ella, sino a todos nosotros”, recuerda.

Con los años, Jephson estudió ciencias políticas en Cambridge y se transformó en periodista. De hecho, posee una consultora de comunicaciones (Jephson and Bateman) y es asesor de la serie de Netflix The Crown. También es autor del libro Shadows of a Princess (2017).

“Diana también era consciente de que, sobre todo después de su separación del príncipe Carlos, se la evaluaba constantemente. Por sus amigos y partidarios, pero también por sus críticos. Y no era un secreto que había gente en la realeza que habría estado feliz de que fracasara”, comenta, y de inmediato advierte que no ha visto películas sobre la vida de Diana, como la más reciente, Spencer. “No tengo planes de verla. Y por todo lo que he oído, parece un retrato muy inexacto de la mujer que conocí”.

El príncipe Harry intenta esconderse detrás de su madre, la princesa británica Diana, durante una sesión fotográfica matutina en el Palacio de Marivent, el 9 de agosto de 1988. Foto: Reuters

Muerte en París

Un cuarto de siglo después de su muerte, a la edad de 36 años, Diana es aún fuente de fascinación y su destino sigue arrojando una sombra sobre la realeza británica. Lady Di falleció cuando Henri Paul, el conductor de la limusina que la transportaba junto a su novio, Dodi al-Fayed, perdió el control del vehículo y chocó contra una columna en el túnel Puente del Alma, en París, mientras se alejaba a toda velocidad de unos paparazzi a bordo de una moto.

“Estaba en mi casa en el campo y me desperté sin motivo a las cuatro de la mañana. Como no podía dormir, bajé a preparar una taza de té. Y había un mensaje en mi contestador telefónico de un editor de un diario que decía: ‘¿Hay algo que quiera decir sobre la noticia de la princesa?’. Así que encendí la televisión y ahí estaba. Fue entonces cuando el mundo se detuvo, ¿cierto? Fui a Londres para ayudar con los preparativos del funeral, al que asistí. Fue muy triste, obviamente, pero también fue una hermosa ceremonia. Hacia el final, salimos al sol y estuve en una parte de la abadía de Westminster donde se había sentado toda su gente de las organizaciones de caridad. Así que el estado de ánimo pasó de la tristeza a la alegría y los recuerdos felices. Estuvimos mucho tiempo recordando. A ella le habría gustado”, cuenta.

Millones de personas en todo el mundo lloraron a la “princesa del pueblo”, como describió el entonces primer ministro Tony Blair a Diana, una de las mujeres más reconocidas y fotografiadas del planeta. El interés que perdura por la princesa no es sólo por su vida, sino por su trágico desenlace. Una larga investigación concluyó en 2008 que Diana y Dodi Al-Fayed murieron por la grave negligencia del chofer Henri Paul y los paparazzi que los perseguían.

Mohamed, el padre de Al-Fayed, dijo en su momento que el asesinato fue llevado a cabo por los servicios secretos británicos por orden del príncipe Felipe, esposo de la Reina Isabel. Una investigación policial que analizó si podría haber sido asesinada descartó una serie de teorías conspirativas y determinó que Paul había estado ebrio y conducía demasiado rápido. Sin embargo, las especulaciones de que fue víctima de un complot para asesinarla siguen vigentes.

Los príncipes británicos Guillermo, duque de Cambridge, y Harry, duque de Sussex, observan la estatua que encargaron de su madre Diana, princesa de Gales, en el Jardín Hundido del Palacio de Kensington, Londres, Gran Bretaña 1 de julio de 2021. Foto: Reuters

“Cada vez que alguien joven y bello muere repentinamente, especialmente en circunstancias violentas, es una tragedia. Y la gente trata de encontrar una explicación que de alguna manera satisfaga el sentimiento de pérdida. Yo testifiqué en la investigación de la muerte de Diana y creo que las conclusiones oficiales fueron correctas en el sentido de que fue un accidente. Pero, por supuesto, los accidentes son causados por otros eventos. Así que para mí, la pregunta clave es: ¿Cuáles fueron los eventos que pusieron a Diana en el asiento trasero de ese Mercedes esa noche? Fue mucho más que un conductor borracho. Ella se puso en manos de personas que no eran competentes para cuidarla. Ese es un punto importante. Pero el otro, fue toda la secuencia de eventos, posiblemente desde la conducción de la entrevista de Panorama (en 1995) que la llevó a ser separada de la estructura de apoyo real y, por lo tanto, vulnerable a encontrarse en una situación en la que no estaba siendo debidamente salvaguardada”, advierte.

Problemas en el matrimonio

Como secretario privado, Jephson fue también testigo de los conflictos matrimoniales entre Diana y Carlos, así como también de su separación, en 1992. No fue sino hasta agosto de 1996, dos meses después de que la Reina Isabel II instara a la pareja a divorciarse, que ambos llegaron a un pacto final. A cambio de un acuerdo generoso y el derecho a conservar sus aposentos en el Palacio de Kensington y su título de “princesa de Gales”, Diana acordó renunciar al título de “Su Alteza Real” y cualquier reclamo futuro al trono británico.

“Creo que es ampliamente aceptado que había celos profesionales que el príncipe Carlos sentía por ella, por su popularidad y su espontaneidad. Ella tenía una habilidad instintiva para hacer el trabajo realmente bien. Era muy buena con los detalles. Devoraba sus documentos informativos. Conocía las normas de protocolo al dedillo, pero también sabía cuándo saltarse el protocolo en función de un objetivo concreto. Sabía que la gente esperaba mucho de ella. Me decía: ‘Patrick, si la gente va a esperar dos horas bajo la lluvia para verme, será mejor que no los decepcione’. Ella tenía un agudo sentido de las expectativas de la gente común: esperaban una princesa. Ella les dio una princesa. Más que eso, convirtió su propia infelicidad en su vida privada para el beneficio del trabajo humanitario”, explica.

El Príncipe Carlos y la Princesa Diana en el balcón del Palacio de Buckingham en Londres, tras su boda en la Catedral de San Pablo, el 29 de junio de 1981. Foto: Reuters

A raíz de la reveladora entrevista de Diana con Martin Bashir en el programa Panorama de la BBC, en noviembre de 1995, muchos de sus empleados renunciaron a sus funciones, incluido Jephson, quien fue uno de los últimos en irse.

En 2020 el hermano de Diana, Earl Spencer, denunció que Bashir lo engañó intencionalmente, lo que, a su vez, le permitió ganarse la confianza de Diana y asegurar la explosiva entrevista. Mediante el uso de extractos bancarios falsificados, Bashir le mostró al conde que uno de los miembros de su personal la estaba espiando, pagado por una firma misteriosa. Esto llevó a Diana a creer que sus más estrechos colaboradores la estaban traicionando y jugó con su creciente paranoia.

“Renuncié como resultado de los métodos deshonestos utilizados por Martin Bashir para obtener la entrevista. Él dijo mentiras sobre mí, las que acaban de salir a la luz el año pasado. Así que todo este tiempo no era consciente de ello y la BBC me presentó una disculpa pública y me pagó una suma sustancial en concepto de daños y perjuicios, todo lo cual he donado al hospicio para niños de Gales, que fue el último patrocinio benéfico que organicé para Diana”, comenta.

“Diana era genuina, auténtica en su vulnerabilidad y eso marcó una diferencia de los conceptos tradicionales de la realeza. Estaba dispuesta a mostrar su propia vulnerabilidad. Un muy buen ejemplo de esto fue cuando ella hizo un discurso sobre los trastornos alimentarios. Ella tenía bulimia. Y sus críticos difundieron el rumor de que era una enferma mental, que es una táctica vergonzosa y reprobable. Y, sin embargo, ella les devolvió la jugada al reconocer que tenía un trastorno alimentario. Diana en el momento en que la conocí se transformó de una inocente recién llegada al mundo real a alguien que personificó el mejor tipo de realeza moderna”, dice.

Y sobre las disputas de sus hijos prefiere no ahondar, aunque concluye: “En lo que respecta a William y Harry, es una pena de que parecen estar en desacuerdo el uno con el otro. Creo que eso la habría decepcionado mucho”.