En su oficina en La Moneda recibe un mensaje sobre los detalles de la reunión que sostendría, más tarde, con autoridades bolivianas para intentar hacer frente a un tema que lo ha tenido en el foco de las críticas: la crisis migratoria del norte. El ministro del Interior, Rodrigo Delgado, aborda la problemática de la zona y, además, hace un balance de lo que ha sido su gestión en la cartera y sus planes para el futuro una vez que deje el gobierno.

Cumplió más de un año en el cargo y falta poco para que termine el gobierno. ¿Cuál es su evaluación?

Hoy cumplo un año y tres meses exactamente. En lo personal, efectivamente teníamos muchos desafíos por delante. Parecía que había tareas que eran titánicas que abordar. Una era, obviamente, impulsar el sello ciudadano que el Presidente quería darle al cargo de ministro del Interior. Pero, además, había desafíos múltiples, como insertarse en un mundo que para mí no era tan habitual como exalcalde, que era el mundo legislativo en el Congreso. Otro tema era la relación con los partidos políticos. Había desafíos muy importantes y, mirando hacia atrás, creo que fui trabajando cada uno de esos aspectos.

¿Se siente conforme?

Se pueden decir muchas cosas de mi trabajo, que a alguien le guste o no mi enfoque, mi manera de hacer una vocería. Pero nadie puede decir que no lo he dado todo tratando de estar en todos los temas, tratando de evitar que ocurriera una crisis, de resolver los temas en los territorios. Este es un cargo que hay que vivirlo para poder comprender los múltiples efectos que tiene.

Con su llegada se desdibujó la idea de que el ministro del Interior es el jefe político del gabinete y siempre se le ha cuestionado que su foco ha sido solo seguridad. ¿Ese diseño le pidió el Presidente?

Para ser jefe político no basta solo el cargo, uno también tiene que validarse. Me tocó llegar en un momento muy complejo, en donde habían ocurrido situaciones complejas en materia de seguridad, de orden público y, por supuesto, me tuve que abocar mucho a eso. A lo mejor tomé un camino un poco más largo, que tiene que ver con validarme primero en lo territorial, en seguridad, para desde ahí poder influir más con mis opiniones en las decisiones.

¿Cree que logró validarse en el rol de jefe político?

Creo que el rol de jefe político lo pude ejercer con el tiempo, pero los primeros meses fueron de acople, de trabajo de coordinación, de conocer. No había tenido experiencia en el Ejecutivo, sino que tenía una experiencia municipal. No podía pretender, y creo que nadie puede pretender, ser un líder en un ámbito de la noche a la mañana, cuando uno tiene que primero acoplarse al equipo y entender la dinámica.

¿Y fue muy complejo lidiar con la idea de que Jaime Bellolio era el jefe político en realidad?

No, estoy muy agradecido de Jaime, lo conozco hace muchos años. Creo que he aprendido mucho de Jaime y él mucho de mí.

¿Este equipo logró acoplarse a las necesidades del Presidente Piñera? Se les catalogó, incluso, como los “estudiantes en práctica”.

Creo que a la luz de este nuevo Chile, que elige cada vez más liderazgos y autoridades que están fuera de norma, este comité político ha sido de lujo. Hay un espíritu de colaboración tremendo, nos apoyamos.

FOTO : FRANCISCO PAREDES

“El estado de excepción es complementario a dialogar”

Hay dos temas que le ha tocado lidiar y que han sido focos de críticas: el conflicto en La Araucanía y la crisis migratoria. Partiendo por lo primero, la situación de violencia parece no mejorar. ¿Qué cree que han hecho mal?

El Plan Araucanía sigue en curso (...). Lo que obviamente es un problema complejo, y que ahí no tenemos ambigüedades, es que nosotros con terroristas no nos sentamos a conversar nunca. Lo que ocurre en La Araucanía con la presencia de drogas, robo de madera, armas, violencia, es lo mismo que le molesta a cualquier persona en cualquier parte de Chile. Entonces, con esas personas nosotros no transamos y para eso fue el estado de excepción que efectivamente ha logrado números importantes de detenidos, ha logrado bajar los ataques, más allá de que efectivamente hemos tenido situaciones de violencia (...). Ahora, ¿qué nos ha faltado? Y por supuesto que nos ha faltado, a lo mejor, poder desarticular a más bandas criminales como hubiésemos querido en la Macrozona Sur.

¿No es un fracaso que se tenga que recurrir a esta medida excepcional para contener los hechos de violencia?

Es un fracaso que una persona tome las armas para resolver los conflictos, es un fracaso como sociedad. Esto es un problema que va más allá de un gobierno de turno, en donde efectivamente hay grupos que optaron por la violencia.

Si bien los números reflejan que han disminuido los hechos de violencia, el número de fallecidos ha aumentado durante el estado de excepción.

Hay que ver cuáles son las situaciones que han ocurrido ahí. Se ve incipientemente un fenómeno que no se veía antiguamente, que es, aparentemente, el ajuste de cuentas entre grupos rivales.

El gobierno entrante ha dicho que no va renovar el estado de excepción, que van a apostar por una política de diálogo. ¿Cree que esa decisión pueda generar que se recrudezca la violencia?

Creemos que el estado de excepción es complementario a dialogar, avanzar, trabajar sectorialmente y seguir avanzando en los planes regionales. La pregunta que hay detrás de esa afirmación es con quién dialogar. ¿Voy a dialogar con aquel mapuche que hoy día tiene una actividad productiva legal, que quiere salir adelante? Por supuesto. ¿Vamos a dialogar con quienes nos amenazan con fusiles M16 en redes sociales? Nosotros no estamos disponibles y esa es la diferencia.

¿Dialogarían con ellos si hay un compromiso de deponer las armas mientras duren las negociaciones?

Es que eso es ficción. Hasta ahora lo que tenemos de la CAM son comunicados cada vez más violentos. Tendría que haber una prueba de confianza de que efectivamente dejarán las armas de manera sistemática y no solo una cosa momentánea de que dejan las armas mientras conversamos. Ellos no tienen intenciones de dejar las armas y, por eso, nosotros no estuvimos ni cerca de conversar con ellos.

¿Y por qué no hacer un esfuerzo en abrir un diálogo?

Porque siempre han sacado comunicados declarándonos que somos personas non gratas y han validado la violencia. Pero son definiciones de cada gobierno, el futuro gobierno ha dicho que no quieren seguir con el estado de excepción y que quieren diálogo. Decir eso es no conocer efectivamente lo que está ocurriendo en la zona.

En plena crisis en el norte tuvieron que retirar y reingresar el reglamento para la nueva ley de migraciones, ¿qué pasó?

Si uno analiza lo que fueron mis vocerías en los últimos 10 días uno se da cuenta de que ante la pregunta sobre cuándo iba a salir el reglamento, dije que estamos esperando las observaciones de Contraloría para subsanarlas y salir adelante.

Pero se retrasa la puesta en marcha de la ley. ¿Alcanzarán a que esté listo en esta administración?

Por algo existe la Contraloría (....). Vaso medio lleno: si no hubiese sido por este gobierno no tendríamos ley migratoria, no tendríamos el reglamento a punto de salir, porque teníamos un año para poder ejecutarlo, lo apuramos al máximo. El retiro duró menos de 24 horas. En el fondo, retiramos para seguir avanzando. Espero que el reglamento vea la luz en los próximos días.

¿No cree que como gobierno se les fue de las manos la situación? Hay duras críticas respecto del manejo.

La situación en el norte es compleja, están pasando situaciones ligadas al ingreso de extranjeros que no vienen con las mejores intenciones, no todos, hay que ser justos. Pero están ocurriendo situaciones que el chileno resiente, sobre todo en materia de seguridad. Estuve en ambas regiones conversando, sobre todo, con la sociedad civil, en base a eso tomamos definiciones.

El futuro gobierno ha sido crítico del manejo de ustedes en este tema. Usted recordó esta semana que Gabriel Boric votó en contra de la normativa y que, incluso, fue al TC.

Di un dato que me parece relevante, porque en el fondo hay sectores políticos que se han opuesto a la ley migratoria y a nuevas herramientas. Me parece complejo que estén tomando posturas distintas a las que sus sectores políticos tomaron, por ejemplo, al gobernador de Tarapacá. A él le dije que su sector político se había opuesto a estas medidas. En consecuencia, debemos hacernos cargo de la historia del proyecto, que opinó cada uno.

¿Qué tiene pensado hacer en su futuro cuando deje La Moneda?

Aunque parezca un poco cliché, estoy abocado a estos últimos 30 días con todo. Pero sí tengo varias cosas en mente. Lo que sí quiero es dedicarle algunas horas a transmitir mi experiencia tanto como alcalde, muy valiosa, y como ministro.

¿Y desde cuál plataforma?

Me gustaría mucho transmitir esto a través de cierta labor de docencia a las nuevas generaciones, a jóvenes que estén partiendo.

¿El Presidente Piñera le pidió algo a usted? A Bellolio le ofreció ser parte de una de sus fundaciones.

No. Con el Presidente tengo conversaciones de presente más que de futuro.

¿Y se dedicará a defender la gestión del gobierno?

Por supuesto, uno jamás se puede avergonzar de su trabajo y yo en el año cuatro meses que voy a cumplir en marzo no tengo nada de qué avergonzarme de lo que he hecho, todo lo contrario, orgulloso del trabajo que hemos logrado. Siempre se puede hacer más, pero orgulloso de mi trabajo a full siempre. Lo que sí, el legado de este gobierno se va a ir acrecentando en el tiempo y ahí estaremos para defenderlo.

¿Cuál cree que es el gran legado?

Creo que hay muchos legados. Lo que pasa es que en este periodo, estos cuatro años, el programa de gobierno se vio alterado por situaciones: un estallido social, una pandemia, hubo que reenfocar, pero pese a eso, hay legado en materia de infraestructura, en materia de conectividad, en materia, por ejemplo, de dejar una ley de migraciones que se puede hacer cargo del futuro y que esperamos que sea una política de Estado.

En el gobierno casi todos dicen que la gestión tendrá “mejor lejos”...

Uno podría hablar muchos temas, pero el tiempo dirá. El legado de este gobierno va a ser un legado que se va a apreciar de mejor manera con el paso del tiempo.