"De morada de la vida a refugio del viento. Ese es el tránsito de los huesos que me han salido al paso de los angostos caminos de la cordillera, blancos, pétreos, con caprichosas formas que el vendaval constante de los Andes ama acariciar para sacarles las notas nostálgicas del canto a lo que fue. Esos trozos de arquitectura mineral y raíz simbólica, estandartes de todo cuanto respira o se erige, guiaron mi mano cuando toqué la piedra (…)". J.C. Dörr.

Este es el texto poético que escribió el hermano de Juan Luis Dörr (46) que define la obra de este artista, hombre que aprendió desde el oficio de la montaña a trabajar la piedra, a forjar el fierro y a trabajar el cuero. Cientos de viajes se remiten en sus venas, montando un caballo, con el viento recordando su dulzura gélida en sus mejillas. Dörr, un agrónomo que creció en el campo y que hace 15 años que vive en Requínoa, aunque viaja constantemente a Santiago, tiene su cabeza y su corazón en el campo, lugar donde fecunda su arte.

¿Cómo nace el escultor Juan Luis Dörr? Yo creo que la vida en el campo a mí me acercó a la manualidad que allí se hace, a los caballos y a la gente del campo que conoce todos los oficios ancestrales, como la forja, el trabajo del cuero, el trabajo de la agricultura. Todo el inventario que hay alrededor de la vida de campo fueron los objetos que a mí me cautivaron y por donde yo me metí a la materia, a través del trabajo con las manos; entonces de ahí, desde ese enfoque, que nació en mí el interés por la escultura.

Y por la naturaleza también. Sí, y por la cercanía con la cordillera, porque mi familia ha sido un clan que ha estado cerca de la cordillera por varias generaciones. Mi bisabuelo llegó de colono a Los Queñes, un sector cerca de Curicó hacia la cordillera; yo nací yendo a la cordillera viendo pasar los piños de arrieros y toda mi vida he montado a caballo, entonces desde muy chico y hasta el día de hoy me interno a la cordillera constantemente. Recorrerla, escalarla, de estar metido bien con las manos en ella. Entonces esa vida de campo y mi relación con la cordillera me acercaron a la naturaleza, y es como yo veo la escultura, es por eso que a mí me gusta trabajar con materiales nobles, que son de la naturaleza, porque para mí tienen mucho sentido, me seduce agarrar las piedras, tomar el acero y forjarlo, la madera… son materiales que a mí me importan dentro del proceso escultórico también, el hecho de que sean materiales que a uno le enseñan, porque están aquí en este planeta mucho antes que uno, y el conocer sus leyes, las leyes de la materia, es una cosa que a uno como escultor lo guía.

¿Y cómo te introduces en la escultura como tal? Yo partí más por el oficio, partí aprendiendo oficios. Mucha gente después de aprender arte estudia el oficio; en mi caso, yo aprendí el oficio de forjar y de trabajar la madera mucho antes de pensar en el camino del arte. Y después tomé varios cursos de escultura, en la Católica con Arturo Hevia, después tomé un curso en la Finnis Terrae donde conocí a Pancho (Gazitúa), con quien nos hicimos grandes amigos, porque él es un gran amante de la cordillera y le gusta explorarla y viajar por ella, y desde que yo llegué a su taller empezamos a hablar más de eso. Y paralelamente a esas conversaciones empezamos a hacer viajes juntos (...) Después tuve la oportunidad de trabajar con otros maestros y de ahí me metí a estudiar la historia del arte (...) Luego tuve suerte, o no sé, la oportunidad de trabajar afuera, trabajar en simposios en distintos lugares del mundo, con eso me fui nutriendo y teniendo fe en el talento que uno pueda tener. Por otro lado, yo siempre estoy mirando lo que me rodea, lo que está en Chile, nuestra cultura, yo nunca he estado mirando lo que pasa en NY o en otro lado, creo que es muy respetable, pero no es lo que a mí me atrae. Yo cuando hago mi obra conozco la materia de primera mano.

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CAMINO A LA MONTAÑA

¿Y tú sigues haciendo andinismo? No soy un andinista propiamente tal, pero sigo viajando a la cordillera. Mis viajes son más a caballo, he recorrido la cordillera de la zona central entera, la Patagonia, he recorrido mucho, solo yo y mis mapas; he estado en Colombia también, recorro las rutas, me gusta estar con los arrieros de distintos lugares, datearme, y avanzar.

¿Y qué sientes cuando estás ahí? Siento libertad y una conexión muy grande con el entorno, porque al manejar los detalles, los caballos, la ruta, el tema de hacer fuego, cómo alimentarme o pescar, o el cómo dormir, para mí ya no es un problema. Lo que me preocupa a mí son cosas más profundas cuando estoy en un viaje.

¿Cómo qué? Los primeros días me duelen un poco las manos, la espalda, y al tercer día ya no me duele nada. Al primer día no veo casi nada, y al tercer día veo mucho más, como que a uno se le va afinando la vista, el zoom, el oído y pasa con todo. Por eso los viajes lindos son largos, porque oyes mucho más, hueles mucho más, ves mucho más.

¿Y tú crees que todas esas sensaciones, todos esos sentidos que se agudizan los transmites en tu obra? Yo creo que es lo que me nutre para darle sentido a la escultura. Porque yo puedo llegar al arte a través de cosas concretas, no a través de lo abstracto, sino que de sensaciones y vivencias. Y por ejemplo, esta exposición, 'Tiempo de piedra', es un reflejo de eso. Esta muestra se originó a raíz de estas excursiones a la cordillera, yo siempre encontraba huesos, era un factor común, como cráneos de toro, de caballos, secos y blancos, como marfil, entonces era imposible que al verlos uno no se cuestionara nada. Uno llega a un pucará, por ejemplo, en la misma cordillera, y siempre hay puesto un hueso como una especie de ritual o como una protección. Hay algo ahí en el ser humano en relación a los huesos.

¿Y en estos huesos se basa tu exposición? Sí, en los huesos encontrados en mis viajes, y un poco en los ritos del ser humano, de detenerse en ellos y usarlos como un símbolo. Tomarlos y ponerlos en la puerta de su rancho, convertirlos en algo especial. El hecho de trabajar con huesos es un camino muy certero, si uno lo ve desde el punto de vista de la anatomía humana, el hecho de ver los huesos me llevó a dibujarlos, luego a tallarlos en piedra de granito.

Y tienen cierta similitud con la anatomía humana...…

Si, en cierto sentido, cuando uno trabaja con la anatomía muchas veces es muy difícil desviarse de eso, lo uso como referente. Pero aun así, en el hecho de traspasar esas formas a piedra, la piedra tiene sus propias leyes, y siguiendo las leyes de la piedra uno va simplificando la forma hasta llegar a formas más puras. En el granito (piedra de la cordillera de los Andes) empiezas a trabajar los grandes ejes, los planos, y la piedra te va guiando un poco al resultado final de la obra.