Durante las últimas semanas, las películas de pandemias y caos pre-apocalíptico en general, especialmente si tienen relación con algún virus, han dominado los ránkings de tendencias en diversos streamings.

Pero aunque un puñado de producciones ha dominado las conversaciones, con Contagion de Steven Soderbergh a la cabeza, hay una que me parece ideal para ver en este momento: Children of Men, obra maestra de ciencia ficción distópica.

Lo sé, lo sé.

La película dirigida por Alfonso Cuarón puede ser considerada como deprimente por algunos, especialmente por la desolación distópica que presenta en sus primeros actos, ante un mundo afectado por décadas de infertilidad femenina en el que no nacen más personas y la raza humana está condenada a extinguirse. Ni hablar de lo que genera la historia de Diego Ricardo.

Pero, pese a ese contexto general, esta producción también está marcada por la fe y la esperanza. Y eso es lo que convoco en el contexto actual.

Niños del hombre

Ante la abrumadora desesperación del terrible contexto que plantea la película, en donde el Reino Unido es el único gran gobierno que mantiene orden a través de la opresión, Children of Men nunca entrega respuestas concretas sobre la infertilidad, ni establece directamente si un proyecto científico al centro de su historia existe o no, pero inevitablemente comienza a abrazar un único farol, el gran quiebre de su historia, que poco a poco comienza a iluminarlo todo.

Demás está decir que al momento de su estreno la película fue elogiada con justa razón, pero generalmente los vítores se quedaban arraigadas en el mundo que establece la historia y el sólido trabajo de cámara, que incluye secuencias de una sola toma que desencajan la mandíbula hasta el día de hoy. Pero lo imperecedero de su propuesta también está marcado por el factor humano que comienza a establecerse una vez que la pesadilla comienza a transformar en un sueño.

Dicho cambio se establece en torno a Theo Faron, interpretado brillantemente por Clive Owen, quien alguna vez fue un activista político y cuya vida en 2027 sigue marcado por la perdida de su único hijo 10 años atrás. Aquella fue una tragedia terrible que también lo alejó de su esposa, interpretada por Julianne Moore, y que lo va definiendo como un tipo descreído que a la fuerza comienza a instalarse como el resguardo de la esperanza.

Lo importante es que aquella no proviene de las élites gobernantes y opresoras  que hacen todo por mantener el statu-quo en medio del colapso, sino que de una inmigrante ilegal africana. Una que forma parte de un grupo que representan el último eslabón al que nadie le importa, y que no tienen problemas en encerrar en jaulas, pero que al mismo tiempo representa una posibilidad para el futura. Una de que la vida vuelva a abrirse camino desde el continente negro, tal y como en los orígenes de la humanidad.

La estupefacción ante la luz

Mucho se ha dicho sobre la secuencia de una sola toma en que se concreta el ataque en la carretera. También de aquella escena en el campo de refugiados que marca el choque final entre Theo y Luke, el activista desbocado que solo quiere lograr sacar adelante su ganancia política.  Pero hay un momento que al día de hoy sigue emocionándome.

Sin entrar en detalles, por si existen aún personas que no han visto esta joya, se trata de una secuencia que literalmente detiene al mundo, que por un breve instante para el conflicto armado y demuestra que aún en el peor momento hay espacio para cambiar las cosas. Que aún cuando está todo oscuro, existen posibilidades de que el cielo se abra. Y esa idea, en un contexto como el actual con lo del COVID-19, implica una experiencia muy grata.

Inclusive el final abre esa puerta. Una de las grandes interrogantes de la película radica en el hecho de si existe o no el "Proyecto Humano", un grupo científico que supuestamente busca curar la infertilidad. La respuesta de su existencia, depende directamente de nosotros en lo que entendamos de sus últimos momentos.

Alfonso Cuarón, consultado sobre el final, ha explicado que su intención no fue dictar como la audiencia debe sentirse y que inclusive alienta a que los espectadores lleguemos a nuestras propias conclusiones.

"Queríamos que el final fuera un vistazo de una posibilidad de esperanza, para que la audiencia invierta su propio sentido de esperanza en ese final. Así que si eres una persona esperanzada, verás mucha esperanza, y si eres una persona sombría verás una completa desesperación al final", explicó a la Filmaker Magazine en 2007.

Pero desde que la película fue estrenada, siempre sentí que el final es esperanzador, más allá de que los créditos finales estén diseñados con sus sonidos para tender a esa lectura. Y en el contexto actual, eso también se remarca aún más.

Por eso prefiero quedarme en la primera opción que da Cuarón. Eso es lo que necesitamos, ya que al final, tal como el barco que buscan los protagonistas, habrá un mañana mientras lo queramos.

https://www.youtube.com/watch?v=2VT2apoX90o