El 13 de septiembre de 1993, el mundo fue testigo de un apretón de manos histórico: el primer ministro israelí Isaac Rabin y el líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Yasser Arafat, bajo la atenta mirada del Presidente de Estados Unidos, Bill Clinton y en medio del aplauso de la audiencia, firmaron una declaración de principios que estableció un acuerdo marco para ofrecer una solución permanente al conflicto palestino-israelí.

La firma del Acuerdo de Oslo fue considerado una suerte de triunfo de la paz. Esto, porque el pacto establecía, entre muchos otros asuntos, que tanto el Estado de Israel como la OLP debían reconocerse formalmente y que públicamente se comprometieran a negociar una solución al conflicto.

Sin embargo, cuando ha transcurrido un cuarto de siglo, las negociaciones entre ambas partes se encuentran estancadas y las esperanzas de una solución se han desvanecido.

De hecho, según un estudio del Centro Palestino de Investigación Política y Sondeos, divulgado ayer, el 66% de los consultados opina que los Acuerdos de Oslo dañaron los intereses nacionales palestinos y un 73% cree que la situación actualmente es peor que la previa a Oslo.

Eso sí, los acuerdos no estipulaban, aunque implicaban, la creación de un Estado palestino junto al Estado de Israel. De todos modos, sí establecieron un plazo de cinco años para negociar un acuerdo permanente y, durante ese período, el gobierno israelí se mantendría como el único responsable de la defensa nacional, las fronteras y los puntos de cruce con Egipto y Jordania.

Por otro lado, la Declaración preveía la creación de un autogobierno interino palestino, la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y se le transfería poderes en Cisjordania y la Franja de Gaza en áreas de educación, cultura, salud, bienestar social, tributación directa, turismo y el establecimiento de una policía palestina.

"Si uno mira desde el punto de vista actual se puede -en principio- considerar que los acuerdos han sido un fracaso, porque no se ha llegado a donde se esperaba al comienzo de las negociaciones. Sin embargo, hay que reconocer que hubo un proceso y que la relación entre las partes, aunque no sea ideal, es completamente distinta a las que había antes del 93" dijo a La Tercera, Samuel Feldberg, profesor de estudios de Medio Oriente de la Universidad de Tel Aviv.

"El gran logro de Oslo fue hacer que palestinos e israelíes se hayan sentado en una mesa después de prácticamente 50 años de conflicto. Ha habido un mutuo reconocimiento de los derechos de los pueblos y lo que faltó, que es lo que se esperaba, era un desarrollo del sentimiento de confianza mutua entre los pueblos, entre los líderes", añadió.

En una columna publicada en el diario qatarí The National, el analista estadounidense Joseph Dana, señaló que los acuerdos estaban destinados a fracasar desde el comienzo. Una de sus muchas fallas es que se dejó en manos israelíes "para que sean negociados después" los cruces terrestres, fronteras marítimas y aéreas. "A 25 años del apretón de manos entre Arafat y Rabin en los jardines de la Casa Blanca, la realidad en el terreno para los palestinos no ha sido más desalentador", escribió Dana.

Para el analista del Brookings Institution Bruce Riedel, "Oslo es un sueño roto". Según la agencia EFE, "los acuerdos están heridos de muerte pero continúan en vigor, en vez de haber desaparecido, como deberían, por el cumplimiento de sus objetivos.