Son siete ya las protestas que se han sucedido en Argentina en contra del gobierno de Alberto Fernández en menos de un año de mandato. La crisis económica en el país, sumada a la pandemia de Covid-19 han significado un fuerte golpe para la administración peronista, que todavía intenta afirmar el propio liderazgo de Fernández y separarlo del de la vicepresidenta Cristina Kirchner. Además, con el expresidente Mauricio Macri criticándolo duramente desde la oposición, y las idas y venidas de la Casa Rosada frente a la estrategia sobre Venezuela, las últimas semanas del mandatario argentino parecen un interminable dolor de cabeza. El reconocido analista transandino y columnista de La Nación, Carlos Pagni, analiza los tensos primeros meses del gobierno encabezado por Fernández.

¿De qué manera evalúa el banderazo del domingo pasado en Argentina, en medio de una pandemia, que es el séptimo para protestar contra el gobierno de Alberto Fernández?

No hay algo organizado, por eso es tan difícil negociar una agenda con esas manifestaciones. Más allá de esto, es evidente que en la Argentina hay un malestar por distintos factores. Primero hay una prevención que viene desde antes de que asumiera el gobierno, porque estos banderazos son herederos de los que se produjeron después de que se supo que el kirchnerismo iba a volver al poder. Cuando se supo que era inevitable el triunfo de Alberto Fernández y Cristina Kirchner, hubo toda una serie de movilizaciones de gente que quería plantear una advertencia respecto de lo que podía ser una especie de regresión institucional, sobre todo en el plano judicial, por parte del kirchnerismo. Yo creo que ese tema está en estas manifestaciones muy claramente, porque aquella presunción se vio verificada. Es decir, hoy el gobierno está llevando adelante una cantidad de manipulaciones de carácter institucional y mucha gente interpreta que están destinadas a darles impunidad a los que incurrieron en actos de corrupción durante el gobierno de Néstor y Cristina Kirchner. Hay que agregar el malestar de la pandemia. Y hay un tercer problema que tiene que ver con la economía, con la recesión, la inflación y todo esto se refleja en el tipo de cambio, en el valor del dólar, que está disparado.

Con una cuarentena interminable que ha ido perdiendo apoyo y también con casos diarios que superan los 10.000, ¿cómo califica la gestión de Fernández en esta pandemia?

Yo creo que fue errónea. Faltaron test. Primero negaron el problema, después se dieron cuenta de que el aparato de salud no iba a responder. Ahí la cuarentena estuvo bien implementada, porque había que concientizar a la gente y preparar el aparato de salud. Pero a partir de ahí da la impresión de que se enamoraron de la cuarentena como método, sin contemplar el factor económico, y es una ilusión plantear una cuarentena tan larga sin pensar lo que va a pasar con la economía en general. En la Argentina se destruyeron comparativamente, si extrapolamos en los números, 50% más puestos de trabajo que los que se destruyeron en EE.UU., donde la caída del nivel de actividad fue impresionante.

Manifestantes participan ayer en una marcha por el 75º aniversario del nacimiento del peronismo, en Buenos Aires. Foto: AFP

Y en ese sentido, ¿cómo deja la economía argentina esta pandemia?

Va a haber un colapso muy importante. Hay una destrucción muy importante, es decir, hay una caída del nivel de actividad. Eso repercute en un problema fiscal, porque al no haber actividad hay menos ingresos del Estado por vía de impuestos, con lo cual va a obligar a emitir más dinero por parte del Banco Central. La perspectiva de mayor emisión de pesos hace suponer una devaluación de la moneda y la gente en la Argentina cuando ve que el peso se destruye por la inflación, la primera reacción es buscar dólares o comprar cosas importadas. Va a haber un aumento importante de la desocupación. La pobreza ya sabemos que aumentó. Hoy está en más de 40%. Puede llegar según algunos cálculos a 50%. Es decir, estamos viviendo una contracción de la economía similar a la que vivimos en el proceso que fue de 1998 al 2002, solo que concentrada en meses.

En sintonía con lo que dice, ¿cree que la crisis económica en Argentina, sumada a la pandemia, puede devenir en una especie de estallido social como el que ocurrió en Chile?

Es muy difícil saberlo. Hay sectores de la sociedad argentina que están en resguardo de la crisis, porque son sectores acomodados, de altos ingresos. Después hay un sector muy pobre, el 35% de la gente dentro de ese sector es un sector de pobreza estructural que vive en lugares sin infraestructura, vive vidas muy vulnerables desde el punto de vista económico. Esa gente tiene asistencia por parte del Estado. Creo que ese sector puede estar contenido, hay redes de asistencia en las provincias del mismo Estado nacional para contener la pobreza. El problema está en la clase media y media baja, que no tiene ni tanto como para protegerse y ponerse a salvo de la crisis, ni tan poco como para que el Estado la asista. No sé si esa gente se va a manifestar públicamente. Algo de eso lo estamos viendo en estos banderazos, donde uno lo que ve es clase media, que es donde va a estar el mayor trauma de la crisis. Piensa que hay en las estadísticas un cálculo de que vamos a llegar, como te decía, a 50% de pobreza, partiendo de un piso de 35%. Quiere decir que hay un 15% de la sociedad argentina que hoy está pasando de clase media a clase baja, se está convirtiendo en pobre probablemente sin saberlo.

Mauricio Macri indicó en una entrevista que “el peronismo está secuestrado por Cristina Kirchner” y que es ella quien impone la agenda del gobierno. Esto era específicamente un temor durante la campaña el año pasado. ¿Cree que Macri tiene razón?

Creo que es parcial lo de Macri. Primero, creo que el peronismo es un movimiento verticalista que se identifica en cada época de la historia con el que le provee la posibilidad de estar en el poder, en este caso Cristina Kirchner. No sé si está secuestrado, me parece que se identifica hoy con Cristina Kirchner, porque Cristina Kirchner lo devolvió al poder. Yo veo que Cristina tiene una agenda sobre todo institucional y que le impone límites al gobierno. Ahora, para mí el problema no es Cristina. El problema es Alberto Fernández. Si Cristina le dijera un día a Alberto Fernández “me voy a aislar durante dos años, te dejo en libertad de hacer lo que quieras”, no sé si Alberto Fernández tendría muy claro qué tiene que hacer. El poder de Cristina disimula otro problema, que es la falta de programa de Fernández, y eso no sé si es imputable a Cristina. Fernández lleva una política fiscal monetaria, cambiaria, disparatada y eso no sé si se lo impone Cristina. Adopta posiciones absolutamente erráticas en materia de política exterior, integra grupos que no se entienden muy bien, como el Grupo de Puebla, y todo eso no sé si Cristina se lo pide o se lo impone. Entonces, es cierto que Cristina tiene un peso enorme en el peronismo, pero eso no explica todos los problemas del gobierno, más bien es una especie de argumento, que es el que utiliza Macri, que disimula, a mi juicio, carencias muy grandes del programa de Fernández. Es decir, si Cristina le dijera a Alberto Fernández: “Decime qué quieres hacer”, no sé si él tiene claro qué quiere hacer.

Un vendedor pasa junto a carteles de Alberto Fernández durante una marcha ayer en apoyo al gobierno en el Día de la Lealtad. Foto: AFP

Con un kirchnerismo duro que exige que Argentina se retire del Grupo de Lima, ¿Venezuela se convirtió en una piedra en el zapato para Fernández?

Probablemente más de lo que debería ser. Argentina votó una resolución en el Consejo de los Derechos Humanos de la ONU. Es una resolución que implica una gran condena a la situación de los derechos humanos en Venezuela, y se alimenta esa resolución de dos insumos: uno es el documento de Michelle Bachelet y otro es un informe de una Misión de Reconocimiento de Hechos que hizo un relevamiento de los casos de DD.HH. y va más allá que el de Bachelet, porque ya le imputa directamente al Presidente estar organizando sistemáticamente un plan que incluye imputaciones gravísimas, crímenes de lesa humanidad organizados desde el poder para perseguir a la oposición y aterrorizar a la sociedad. Estos dos trabajos, el de Bachelet y el de esta Misión, fueron incorporados como propios por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU y se votó una resolución prorrogando la actividad de esa Misión de Reconocimiento de Hechos. Esa Misión se produjo por impulso del Grupo de Lima. La Argentina votó esto, es decir, la Argentina se alineó con los países más duros respecto de Venezuela. Por ejemplo, México, que es un aliado muy importante del gobierno de Fernández, se abstuvo. Ahora, Cristina Kirchner no dijo nada al respecto. No hubo una manifestación de diputados en el Congreso que se quejara por esto. Hablo de diputados kirchneristas. La organización que dirige el hijo de Cristina Kirchner, que es Máximo Kirchner, que se llama La Cámpora, tampoco dijo nada sobre esto. No hubo una tormenta dentro del Frente de Todos. Lo que pareciera que hay es una falta de convicción y de línea de parte del Presidente, más que obstáculos internos.

En relación al “informe Bachelet” sobre Venezuela, que da cuenta de abusos y que Argentina ratificó, ¿de qué forma impacta en Fernández su relación con la expresidenta chilena?

Yo creo que Michelle Bachelet le resuelve a él un problema. Bachelet para el pensamiento progresista de izquierda o de centroizquierda es una figura inobjetable. Es como un sello de calidad. Entonces, para Fernández explicar yo adhiero a lo que ella me explicó y a lo que elaboró y al documento realizado por Bachelet, no tiene ninguna dificultad. Por eso el gobierno, en una maniobra de confusión, dice nosotros votamos lo de Bachelet. No es que se votó una cosa o la otra, se votaron las dos cosas. Y le cuesta más admitir el otro documento al gobierno, que es más duro que el de Bachelet, porque habla de crímenes de lesa humanidad y hace imputaciones a 45 funcionarios. Me parece que la figura de Bachelet le permite a Fernández mantener una posición de mayor tensión con el régimen de Maduro bajo el manto de una figura de la centroizquierda. Acá lo que tenemos entre todos los informes es la gran diferencia estratégica respecto de cómo enfrentar el problema de Maduro, si dialogando o presionando sobre Maduro. A Fernández le gusta más la primera posición, pero, de hecho, su gobierno votó por la primera y la segunda. Y ahí está su incomodidad. ¿En qué medida el giro de Fernández respecto de Venezuela no está ligado a sus negociaciones con el FMI, donde la presencia de EE.UU. es determinante? El acuerdo que está negociando Argentina con el Fondo se termina cerrando en la Secretaría del Tesoro. Entonces, ¿Fernández está cambiando su política exterior regional preparándose para el acuerdo del Fondo y tratando de amigarse con EE.UU. pensando en ese acuerdo?

Carlos Pagni, columnista del diario argentino La Nación.

El acuerdo con el FMI entonces lo pone contra las cuerdas...

Con el tema de Venezuela y con los ajustes que va a tener que realizar en la economía argentina. Pero hay otro tema que me parece que puede interesar a los lectores, que es que desde que llegó al poder y desde la gestión del actual canciller en Chile, hubo una aproximación entre la Argentina y Chile para coincidir en relación con Venezuela, lo que implica un movimiento de Piñera hacia el centro y de Fernández hacia el centro. Ambos desradicalizándose o moderándose en sus posiciones originales. Chile y Argentina volvieron a votar juntos en relación a Venezuela y creo que hay una intención de las cancillerías de abordar una postura respecto de Venezuela, para no quedar en una posición, en el caso de Chile, tan ligada a la derecha republicana y, en el caso de la Argentina, para no quedar tan ligados al chavismo.

¿Qué significa para la región que ambos países estén buscando un punto en común sobre a Venezuela?

Primero, representa algo muy importante en la relación bilateral, porque implica un nivel de diálogo y de entendimiento y de poder coordinar determinadas políticas en un tema muy importante como es Venezuela. La región está muy desarticulada. La idea de que dos países como Argentina y Chile, con un signo ideológico distinto, puedan coincidir en algo tan importante como Venezuela, me parece que abre una avenida importante.