Apenas tres días después de que se confirmara el triunfo del candidato demócrata en las elecciones presidenciales, el periódico The Christian Science Monitor admitía que “con la victoria de Biden, el mundo nos mira con esperanza de cambio”. “La presidencia entrante de Joe Biden trazará un rumbo en las relaciones internacionales muy diferente al del Presidente Trump”, vaticinaba el medio norteamericano en un artículo del 10 de noviembre.

Dos días después, en una columna publicada en The New York Times, el escritor y director del Institute for Socratic Dialogue de Barcelona, Diego Fonseca, se refería al triunfo del demócrata como “Joe y la esperanza”. “Una semana atrás, la humanidad tenía un futuro oscuro. O más, y peor: nadie veía futuro. Solo una mancha ominosa. ¿Han visto esas tormentas tropicales donde el cielo se llena de nubes gordas, omnipotentes? La sombra de Donald Trump era peor. Pero llegó Joe Biden -y la inteligente y carismática Kamala Harris- y en un día, el 7 de noviembre de 2020, descubrimos que podía haber una promesa esperando por nosotros: Biden fue declarado Presidente electo. Tan potente fue que, aunque el Presidente en funciones de Estados Unidos no reconoce su derrota, el mundo parece sentir que el ahogo se ha acabado al menos un instante (...). No es un héroe ni un revolucionario, pero su plan nos devuelve al camino correcto: nos permite volver a confiar en la razón”, escribió.

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El propio Biden, en una columna escrita en enero en la revista Foreign Affairs, bajo el título “Por qué Estados Unidos debe volver a liderar”, no solo detalla su agenda internacional para los próximos cuatro años, sino también desliza el dramático cambio de enfoque que quiere imprimir a su administración respecto de la de Trump. “Nos enfrentamos a adversarios, tanto externos como internos (que pretenden) explotar las fisuras de nuestra sociedad, socavar nuestra democracia, romper nuestras alianzas y lograr el regreso de un sistema internacional donde el poder determina el derecho. La respuesta a esta amenaza es más apertura, no menos: más amistades, más cooperación, más alianzas, más democracia”, anticipa.

Quizá por ello es que las felicitaciones a Biden se precipitaron ese sábado 7 de noviembre desde Bruselas y las principales capitales europeas nada más darse por confirmada la victoria del candidato demócrata. “La UE está lista para comprometerse con una fuerte relación transatlántica”, señaló el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel. A su turno, la canciller alemana, Angela Merkel, subrayó que “nuestra amistad transatlántica es irreemplazable si queremos superar los grandes desafíos de nuestra era”. “Trabajemos juntos”, pidió el Presidente francés, Emmanuel Macron. “Tenemos mucho que hacer para superar los desafíos de hoy en día”, añadió.

Según destaca el diario El País, Biden tiene previsto regresar al Acuerdo de París sobre lucha contra el cambio climático, abandonado por Trump. Y reafirmar a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) como un elemento “crucial” para la defensa del bloque occidental en general y del Viejo Continente en particular. “Sé que Biden es un gran defensor de nuestra alianza y estoy deseando trabajar estrechamente con él”, afirmó el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg.

Marcel H. Van Herpen, director de la Fundación Cicero, un think tank independiente pro Unión Europea, dice a La Tercera que “sin duda, podemos esperar una mejora de la relación transatlántica”. Y da sus razones para ello. “Trump tuvo una mala relación personal con Merkel, a la que llamó ‘estúpida’. Macron hizo todo lo posible para crear un entendimiento mutuo e invitó a Trump dos veces a Francia. Sin ningún resultado positivo. El primer resultado positivo de una administración Biden será una mejora inmediata de las relaciones personales entre su administración y los gobiernos de los principales países de la UE”, vislumbra.

Asimismo, Van Herpen sostiene que “los objetivos políticos de la administración Biden convergen con los objetivos políticos de la UE, como el regreso de EE.UU. al acuerdo climático de París y un intento de reactivar el acuerdo nuclear con Irán”. Además, cree el nuevo inquilino de la Casa Blanca, “pondrá fin a los ataques de Trump a la OTAN y restaurará la OTAN como un pilar central de la política de seguridad de Estados Unidos”.

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Sin embargo, advierte Van Herpen, “esto no significa que uno solo pueda esperar una nueva luna de miel”. “Una administración de Biden exigirá igualmente que los europeos gasten el 2% del PIB para su defensa e insistirá en que los europeos asuman más responsabilidad por su propia defensa. La administración Biden también exigirá que los europeos adopten una postura más dura frente a China”, dice.

Precisamente, la conflictiva relación que Trump cultivó con Beijing durante su mandato es otro de los temas internacionales donde se espera que Biden introduzca cambios. Hoy las relaciones entre China y EE.UU. están en su peor momento en décadas por diversas disputas, que van desde la tecnología y el comercio, hasta Hong Kong y el coronavirus. A ello se suma el aluvión de sanciones que la administración republicana ha aplicado contra el gigante asiático.

En ese sentido, los expertos creen que Biden buscará cooperar con China en frentes abandonados por Trump, como la lucha contra el cambio climático, la no proliferación de armamento nuclear o la lucha contra el Covid-19. Sin embargo, es muy improbable que concluya de buenas a primeras la guerra comercial que inició hace más de dos años el ahora Presidente saliente.

“Los chinos dicen que quieren mejorar las relaciones, pero insisten en que la pelota está en la cancha de Estados Unidos. Si los chinos continúan con la coerción militar contra Taiwán y la coerción económica contra nuestro aliado Australia, no habrá muchas esperanzas de una mejora significativa en las relaciones”, comenta a La Tercera Bonnie Glasser, directora del Proyecto el Poder Chino del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), el reputado think tank con base en Washington. “Espero que el tono cambie en ambos lados y se vuelva más profesional y civilizado, al menos por un tiempo”, agrega.

Al respecto, los analistas económicos y de política internacional, Don Lee y Tracy Wilkinson, en un artículo publicado en agosto en el diario Los Angeles Times, señalaron que “es poco probable que Biden persiga el tipo de romance hiperentusiasta y efusivo que Trump buscó inicialmente con el Presidente de China, Xi Jinping, ni participará en los tuits enojados y las amenazas bélicas contra China que siguieron”. “Biden buscará trabajar con otras naciones, en lugar de buscar peleas con aliados o tomar acciones unilaterales como las que han marcado la presidencia de Trump”, pronosticaron.

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A diferencia de China, que felicitó a Biden 10 días después de los comicios, el Presidente de Rusia, Vladimir Putin, lo hizo recién este martes, seis semanas después de que Biden y Harris pronunciaran su discurso de victoria en las elecciones. “Estoy listo para la interacción y los contactos con usted”, dijo el líder ruso a Biden, según una nota del Kremlin en la que apunta que Putin “deseó mucho éxito” al demócrata.

La demora de Moscú se percibe como el preludio en unas relaciones que se pronostican gélidas, apunta El País. El propio Biden ya dejó clara su postura antes de las elecciones cuando en una entrevista con la CBS se refirió a China como “el mayor competidor” de Estados Unidos y a Rusia como “la mayor amenaza para la seguridad nacional”. “Eso deja en claro que vamos a ser el enemigo número 1”, dijo a The Christian Science Monitor Anatoly Tsiganok, un analista de defensa con base en Moscú y director del Centro de Previsiones Militares.

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Eso no impide que Rusia espere el tipo de acuerdos que hacen los enemigos, específicamente una extensión del pacto de reducción de armas estratégicas New START, que Trump había dicho que Washington abandonaría cuando expire, es decir, el 5 de febrero próximo. Biden ha dicho que buscaría tal extensión del acuerdo, que describió en el artículo de Foreign Affairs como “un ancla de estabilidad estratégica”.

“Eso será muy bienvenido en Moscú”, dijo Vladimir Dvorkin, un experto del Instituto de Economía Mundial y Relaciones Internacionales, vinculado al gobierno ruso.

Con la llegada de Biden a la Casa Blanca, incluso América Latina puede ser más optimista, según el sitio Open Democracy. “Significa un respiro para las cancillerías latinoamericanas, exhaustas por la tensión continua creada por Trump en la región. El regreso a la normalidad no es ninguna panacea, puesto que para EE.UU. la agenda política y económica en Latinoamérica no es prioritaria, pero con Biden/Harris empieza una nueva etapa de esperanza, tras el oscuro túnel que atravesó con Trump”, sostiene.