María y sus hijos, Patricio y Mario, dicen que han tomado todas las precauciones posibles para enfrentar el virus. “Hemos hecho cuarentena desde que anunciaron que había que quedarse en la casa”, asegura la madre, quien ronda los 50 años.

Su rutina suena a la misma que siguen millones de chilenos. Pero es diferente. Más dura. Y también más triste. La familia comenta sus cuidados con el Covid-19 a La Tercera tras salir unos momentos desde el refugio que con maderas, cartones y frazadas construyeron hace año y medio, en los alrededores del Terminal Alameda, en la comuna de Estación Central.

Por esa fecha empezaron a vivir en la calle, tras ser desalojados desde el lugar donde arrendaban.

A un costado de su hogar, los tres entregaron su carné de identidad a un grupo de carabineros que realizaba un control en el sector.

En el día a día, la familia se dedica al comercio ambulante. Ahora, la poca circulación de personas y el encierro que decidieron hacer los tiene sobreviviendo aún más al mínimo que de costumbre. “¿Tienen sus mascarillas?”, les consulta la policía. “Claro, todos”, muestra Patricio. “Hasta alcohol gel”, añade.

Más allá, su vecina Jéssica, quien vive con su pareja en una vivienda similar, rezonga: “Eso del coronavirus son puros inventos, como la gripe porcina”.

Poca agua, poca higiene, poco espacio, todos ellos forman parte de un grupo especialmente vulnerable frente a una pandemia cruda: las personas en situación de calle, que según cifras del Ministerio de Desarrollo Social, en Chile llegan actualmente a 15.450.

Hasta ahora solo se registra una muerte acreditada por Covid-19 en este segmento de riesgo, ocurrida en la Región de Ñuble. El jueves hubo otros dos decesos que se indagan en Temuco. La cifra de contagios, en tanto, llega a cinco -de los más de 13 mil infectados a la fecha en Chile-, según los datos de Desarrollo Social, válidos al 21 de abril. Otros 22 casos están a la espera del test.

Previendo un invierno complejo, la misma secretaría de Estado implementó desde marzo una mesa de trabajo, integrada por actores diversos, provenientes de la sociedad civil, el empresariado, municipios, la ONU, académicos, entes de de seguridad y el Ministerio de Salud.

A partir de ahí han salido medidas como el adelanto del Plan de Invierno. Esto incluye la apertura de 182 albergues -80 más que el año pasado-, que operarán en modalidad 24/7 por 120 días para hacer cuarentena. Seis ya están funcionando y reúnen un máximo de 20 personas, con 3.325 camas en total. “De esa manera podemos garantizar las medidas de aislamiento y así evitar brotes de contagio masivo”, dice Sebastián Villarreal, subsecretario de Servicios Sociales de la cartera.

De esos recintos, 22 se obtuvieron gracias a un convenio entre el ministerio y la Iglesia de Santiago, quienes pusieron a disposición sus edificios eclesiales.

Poco movimiento

Por ahora, lo que más ha afectado a personas en situación de calle es el bajo movimiento en la ciudad, mermando los ya escasos ingresos que muchos de ellos consiguen vendiendo cosas.

Pablo y Vanessa, pareja que lleva más de una década a un costado de la Posta Central, en Santiago Centro, cuentan que desde el llamado a cuarentena el dinero que conseguían cuidando autos bajó al mínimo. “Antes podíamos hacernos como 25 lucas al día, ahora con suerte cinco”, dice Pablo, que al igual que su pareja bordea los 30 años.

Al frente de ellos, Jéssica y Marcelo pasan por lo mismo: el comercio ambulante les deja unos $ 5 mil al día, por lo que en estas semanas han vivido con la pensión de $ 130 mil que recibe ella -quien padece insuficiencia renal, asma e hipertensión-, además de las donaciones de los residentes del sector.

El subsecretario Villarroel advierte que “hay un mito de que las personas en situación de calle no trabajan; la verdad es que el 74% de ellos recibe ingresos informales”.

En cuanto a la ayuda económica, agrega que “estando en los grupos de mayor vulnerabilidad, son inmediatamente receptores del bono Covid-19”, y podrían también “ser parte del Ingreso Familiar de Emergencia, del que esperamos ingresar el proyecto de ley en el Congreso”.

En paralelo, se implementará el programa Rutas Calle Protege Covid, cuyo inicio oficial fue el pasado viernes 24 y tendrá un alcance de 4 mil personas diarias. Ahí se entrega un kit de higiene con mascarillas, alcohol-gel y guantes.

Pero también hay problemas propios de las crisis. El Arzobispado de Santiago, por ejemplo, aporta con sus comedores solidarios en más de 15 comunas. De ello se benefician 3.800 personas, pero la pandemia ha reducido el número de voluntarios. Y también bajaron las donaciones. Hoy operan 22 comedores de los 56 que poseen, llegando a 1.600 personas. “Con todo, nuestra idea, como arquidiócesis, es que ningún comedor deje de funcionar”, dice el sacerdote Jorge Muñoz, vicario de la Pastoral Social.

Otra institución de la Iglesia muy vinculada a este tema es el Hogar de Cristo, que ha enfrentado dificultades por la reducción de voluntarios. Por ello, concentraron la ayuda en los programas residenciales. En 38 de sus 42 recintos se está haciendo cuarentena, resguardando a 1.200 personas. “La mayoría estaban muy asustados”, asegura Andrés Millar, su director nacional de integración de personas en situación de calle. Y agrega que uno de los puntos pendientes es contar con residencias para atender a los contagiados con más edad o enfermedades.

“Lo que queremos es evitar que personas con Covid-19 estén en las hospederías; eso sería una bomba de tiempo”, dice, destacando que, según sus estimaciones, la cifra real de personas en situación de calle en Chile bordea las 18 o 19 mil”.