Son las 15.10 horas del lunes 21 de octubre y Solange Arias entra a paso lento a su casa en la población Villa Miraflores de Renca. Sus hombros están encorvados, como si cargara un peso invisible. Tiene los ojos hinchados y los labios secos. Mide menos de 1,60 metros. Es delgada y de manos curtidas. "Nadie sabe si es él", dice de pronto con la voz ronca y quebrada.

Entonces, el llanto silencioso que se ha mantenido como un ruido de fondo durante el día en su hogar -donde están reunidos sus familiares y amigos- aumenta de volumen y es un quejido coral que retumba por varios minutos. Joshua Osorio Arias, de 17 años, el menor de sus hijos, lleva más de 24 horas desaparecido. La última vez que lo vieron con vida fue la tarde anterior. Su cuñado Rodrigo Donoso (25) lo observó subir al segundo piso de la bodega de Kayser, en la calle Miraflores 8770, a dos cuadras de su casa, cuando el recinto era saqueado. Iba acompañado por un colega feriante de Solange, Julián Pérez (52). Previamente, un supermercado Lider aledaño también había sido embestido por cerca de 500 personas, pero, en medio del caos, detalla Rodrigo, no vio peligro. El rumor sobre la oportunidad de extraer mercadería o lo que fuera había hecho que varios vecinos, muchos de ellos menores de edad, se lanzaran a las calles a sumarse a la turba.

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Solange, la madre de Joshua.[/caption]

- Fuimos porque iba toda la gente a hacer el saqueo de Kayser, pero fue la peor decisión que pudimos haber tomado. La gente se tentó, muchos subieron-, relata Rodrigo.

Se veía fácil, nadie cuestionaba si era legítimo o si calzaba o no con la protesta social. En cosa de segundos, sin embargo, la infraestructura de la tienda de ropa interior comenzó a arder y Joshua, un adolescente sin antecedentes policiales, querido en su barrio, fan de Pablo Chill-e , no volvió a aparecer. Rodrigo lo relata así:

-Empecé a gritar, rompí los vidrios. Los bomberos llegaron cuando la bodega estaba incendiada completa. A mi cuñado lo esperé, lo esperé y no salió, estaba con don Julián. Los perdí a los dos.

La familia del menor, alertada por Rodrigo, acudió corriendo al lugar. Las llamas duraron varias horas más. Allí se enteraron: había cinco cuerpos calcinados entre los escombros. Solange quiso buscar en esos restos algún indicio de su hijo, pero la enviaron a su hogar: regía el toque de queda desde las 18 horas y recién esa noche se levantarían los cuerpos. O lo que quedaba de ellos.

Este lunes, desde temprano, recorrió comisarías buscando una detención improbable y llegó hasta el Servicio Médico Legal con una sola pregunta: "¿Mi hijo está muerto?". Intuye la respuesta, pero este martes recién será sometida a un test de ADN que tardará, según le dijeron, cinco días más en verificar lo que más teme: que es muy posible que su niño no volverá a casa.

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Joshua Osorio Arias. El adolescente de 17 años cursa segundo medio en un liceo de la zona. No tiene antecedentes policiales y los amigos de su barrio en la Villa Miraflores de Renca lo definen como un chico tranquilo, fan de Pablo Chill-e . El domingo acudió junto a otros vecinos a ser parte del saqueo en la bodega Kayser. Desde ese día se desconoce su paradero.[/caption]

-Quiero saber de él. Mi hijo no es un delincuente. Lo único que pido es que no sea como para el 73, que los llevaban al Estadio Nacional y los baleaban.

Desde que estalló el desborde capitalino, el pasado viernes, han muerto 11 personas por hechos asociados a las movilizaciones. De ellos, 10 han aparecido quemados en recintos vandalizados. Según informa el Servicio Médico Legal, solo se ha identificado a Paula Lorca Zamora, fallecida en el siniestro de San Bernardo el sábado. Los demás cuerpos requieren análisis genético.

Joshua, teme Solange, puede ser una de las personas que aún figuran como NN.

Fuego y furia

En las calles, humo y cajas vacías con la marca Kayser en una especie de alfombra improvisada. En la bodega de la empresa, escombros que amenazaban con volver a arder y trabajadores ayudando a limpiar. En los alrededores, vecinos paseando con chalecos amarillos, protegiendo viviendas y el comercio aún en pie. Dos de ellos portando armas, otros con palos en sus manos. En el sector de Renca, donde Joshua fue visto por última vez, el lunes más que un día laboral parecía una escena de The Walking Dead.

Claudio Villanueva (48) recorría este lunes aún perplejo lo que quedaba del lugar donde se desempeñaba como gerente de Finanzas. Cuenta que hay seguros comprometidos, pero que aún no se define qué pasará con los 110 funcionarios del recinto que tardará meses en volver a operar. Es posible que haya despidos. "El daño es tremendo", detalla mientras pide a sus colaboradores que tengan cuidado: la estructura cruje y caen vidrios. Caminar por las cercanías puede generar un accidente.

Los vestigios del día de muerte, fuego y furia están en esas moles de fierros doblados y en conversaciones donde las palabras "defender" y "disparar" son repetidas como si se tratara de algo habitual. En una reunión improvisada en una calle, el concejal Víctor Barahona (48) le explica a un dirigente que no puede contrarrestar la fuerza de una turba, que el riesgo es demasiado alto. La respuesta refleja la tensión: si vienen con balas, habrá balas de vuelta.

"Aquí es tierra de nadie, ayer nosotros a punta de esfuerzo protegimos los locales que están adentro y no hicieron tanto daño. Si llegan a quemar el supermercado, se queman las casas, estamos configurados con radio con los vecinos para salir en patota a defender", dice Luis Gallardo (48), pistola al cinto en la entrada de un Montserrat.

El alcalde de Renca, Claudio Castro, confirma que no cuentan con suficiente protección policial y que la situación se ha desbordado. Lo más dramático hasta ahora es lo ocurrido en Kayser: "La información que tenemos hoy es que esos cinco cuerpos están irreconocibles (...). Lo cierto es que acá hay familiares que no saben dónde están sus hijos. Yo entiendo que tres de los cinco (calcinados) son menores de edad, esa es una estimación que nos dio bomberos, pero falta investigar".