"Llegaste tarde, ya no hay nada". Los letreros con esos mensajes muy directos en las rejas de los supermercados se multiplican. Son las 11 de la mañana en el sector Bajos de Mena, en Puente Alto, y no todos han vuelto a trabajar. Algunos no tienen cómo ir. Y salen de sus casas solo para tratar de comprar algo de mercadería.

Las opciones, sin embargo, son menos que antes: los tres supermercados mayoristas que hay en la zona fueron saqueados. Las alternativas son los almacenes de barrio, como los que están ubicados al lado del cementerio. Una feria libre de dos cuadras también se suma a la lista.

Mientras algunos caminan con carros de feria o andan en bicicleta, otros barren los restos de cenizas que quedaron de barricadas de la noche anterior. En la calle Sargento Menadier, la feria de juegos sigue en pie.

Eso en el día, porque en la noche empiezan a organizarse para cuidar sus hogares. El ambiente en el lugar, uno de los 33 barrios críticos prioritarios en materia de seguridad para el gobierno, es más complejo de lo que ya era antes. "Dormimos entre saltos. Por cualquier ruido despertamos", dice una mujer, que prefiere mantener en reserva su nombre. No se acuestan antes de las dos de la madrugada cuidando sus casas.

Germán Codina, alcalde de la comuna, explica que ahí "hay una situación muy difícil; sobre todo es un momento complejo en lo emocional para los vecinos. La violencia que se produjo ahí hizo sentir a la gente que el Estado no les podía garantizar su integridad ni la de sus bienes".

En el recorrido realizado este jueves por La Tercera no se observaron policías ni militares en las calles.

A 8 km de allí la situación es similar. Se trata del emblemático sector de la Plaza Puente Alto. El terminal del Transporte Público ya no tiene rejas de protección. Eso sí, los buses que quedan están intactos. Pero un fuerte olor a quemado parece impregnado en el ambiente, producto de los múltiples incendios que afectaron al lugar. Multitiendas y supermercados fueron saqueados y una fila que da vuelta a la manzana es parte del entorno. Las personas salen con sacos de harina del Molino.

En la plaza misma, aunque ya no hay destrozos visibles, lo único que está abierto al mediodía es una notaría. Los encargados de parquímetros ya no están.

Pamela Ureta (53) vive en esa comuna, la con más habitantes de todo Chile (630 mil según los datos entregados por la municipalidad). Su casa está a 10 cuadras de la plaza. Y al igual que otros residentes, llega a ese lugar "para debatir, porque para todo Chile ha sido difícil", cuenta.

Pero también desliza una denuncia: "Los puentealtinos nos sentimos abandonados. Se saqueó a diestra y siniestra sin ningún control".

A eso se suma una psicosis de desabastecimiento y problemas de locomoción. Psicosis, porque al igual que en Bajos de Mena, las personas sí tienen, con algo de esfuerzo, dónde comprar víveres, y los pocos supermercados de cadena que aún atienden lo hacen de manera parcial.

Los problemas de locomoción sí son severos, producto del cierre de la L4 de Metro, que llegó de manera completa en 2006 a Puente Alto. Dos de sus tres estaciones terminaron totalmente destruidas por las llamas: Protectora de la Infancia y Elisa Correa.

El municipio ha dispuesto de 30 buses para el desplazamiento de los vecinos. Pero no dan abasto. A eso se suma un supermercado móvil con la colaboración de la Cruz Roja. El alcalde Codina señala que "le pedí al gobierno enviar más contingente policial y militar. El miércoles lo enviaron y espero que eso siga".

Para el diputado Miguel Crispi (RD) es muy relevante el número "de personas con chalecos amarillos defendiéndose" que se ha visto.

Álvaro Carter, diputado por la zona (UDI), expresa que la situación en la comuna es "bastante deplorable, realmente ha sido devastada. Las turbas atacaron no solo las estaciones de Metro, sino que la plaza y todo lo que está alrededor".

Descompresión

Si bien la situación está mejor que el fin de semana pasado, para los vecinos sigue siendo compleja. "Se nos llama a vivir en la normalidad y falta mucho para eso", dice Pamela Ureta. Lo anterior, porque la L4 de Metro puede tardar hasta 12 meses en abrir por completo.

Codina también precisa que "la tensión está más descomprimida, pero es importante que el Metro comience a reparar las estaciones, y que Carabineros y los militares puedan ampliar su dotación en la comuna, para que puedan resguardar la integridad de los habitantes".

La diputada Ximena Ossandón (RN) agrega que "hoy la situación claramente mejor, pero todavía se respira una atmósfera enrarecida".