Los Angeles, 7 de febrero de 1914. Un director de cine conmina al actor de teatro que acaba de fichar para que invente algún tipo de personaje. Necesita a un figurante divertido para un sketch que va a rodar ese mismo día. El tipo, un cómico inglés casi desconocido, de nombre Charles Spencer Chaplin, menudo y elástico, se encierra en el guardarropa. No tiene muy claro el papel que debe interpretar ni cómo quiere aparecer. En la productora fundada por Mack Sennett, se funciona así: no hay guión, sólo gags repetidos una y otra vez.

A los pocos minutos, el principiante sale: se ha puesto un sombrero bombín deformado en la cabeza, una chaqueta ajustada, los pantalones demasiado anchos. Empuña y revolotea un bastón de caña para concederse un toque refinado. Se ha pegado un bigotillo negro bajo la nariz: no ha cumplido los 25 y quiere parecer más maduro. Charles Chaplin acaba de dar a luz a Charlot. El personaje protagonizará Kid Auto Races at Venice, un corto de 11 minutos.

Hace hoy cien años de aquel instante mágico en el cual por una mezcla de casualidad, sabiduría e instinto nació el Vagabundo. Lo celebra la Cinemateca de Bolonia, quizás la mejor del mundo. El instituto maneja el inmenso archivo del genio británico. Los estudiosos de Bolonia llevan trabajando desde 1998 en las más de 70 cintas que Chaplin protagonizó y rodó y desde 2002 pasando al formato digital 150 mil entre fotos, imágenes de rodaje, guiones, notas, cartas, diarios. Un trabajo de más de una década, visible en la web www.charliechaplinarchive.org y llevado a cabo gracias a la estrecha colaboración de los familiares del artista.

Si el disfraz fue fruto de un relámpago de genialidad, la construcción del personaje llevó más tiempo y trabajo. Charlot se fue refinando desde cortometrajes de la Keystone hasta obras maduras y redondas como El pibe (1921) o Tiempos modernos (1936).

"La Keystone producía cortometrajes construidos alrededor de las bellezas en bañador o de los Keystone Cops", dice el crítico italiano Alberto Crespi. Eran obras en serie, corales, casi sin trama y con sketches triviales. "Charlot enriquece los trabajos de Sennett con una carga surrealista, la que tanto gustó a Duchamp o Apollinaire", comenta Cecilia Cenciarelli, que en Bolonia coordina el gran salvataje del archivo Chaplin.

Los comienzos, que hoy se celebran con alegría, hacen vislumbrar el porvenir de su genio estrechando vínculos con su infancia. Se encuentra en ellos esa dimensión ingenua, pero siempre tan concreta que por cada risa exige también una lágrima. El mismo rasgo empapa la única novela que escribió Chaplin y que hoy la Cinemateca, como homenaje, edita por primera vez. Se titula Footlight, Chaplin la escribió con 59 años, en 1948, tras el fracaso de Monsieur Verdoux y poco antes de dejar Estados Unidos por su fama de comunista. Cuatro años después, de aquella historia del payaso que salva del suicidio a una joven bailarina, nació su última gran película, Candilejas.