"La asociación de productores de uranio de Australia me llamó de inmediato", recuerda el director del Instituto Antártico Chileno (Inach), José Retamales, sobre el hallazgo de polvo de uranio en un testigo de hielo en 2010.  La muestra se extrajo en la península Antártica, a 100 metros de profundidad, gracias a un potente taladro facilitado por Brasil y los primeros análisis de la muestra se realizaron en Estados Unidos. "Lo más probable es que ese polvo de uranio haya venido (por los vientos) desde  una mina a rajo abierto de Australia, que fue cerrada y luego reabierta", explica Retamales, quien espera que esta investigación se reanude en algún momento, para así develar el misterioso origen del contaminante.

Pero retomar los estudios  de no es fácil. El jefe del Departamento Científico del Inach, Marcelo Leppe, señala que uno de los factores que ha limitado la prospección de testigos de hielo "es que existen pocos equipos en el mundo y los países que los tienen definen los tiempos de uso y en qué año pueden facilitarlos, y pueden pasar varios años".

Sin embargo, la falta de maquinaria mayor -que no se descarta adquirir en el futuro- no ha sido una barrera para el avance de la investigación antártica. Por el contrario,  en los últimos siete años el número de proyectos se ha triplicado, pasando de 29 en 2007 a 84 en 2014, y abarcando más de seis líneas de estudios (ver infografía). Este salto tiene su origen en una alianza estratégica que se gestó hace casi una década con la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (Conicyt), la que permitió conseguir nuevos recursos, a los que se puede acceder vía concursos públicos, que son revisados por expertos internacionales.

Esta estrategia de diversificación de financiamiento se ha visto fortalecida con la incorporación de varios hitos, como la contribución de  Corfo, la incorporación de la primera lancha oceanográfica antártica, la Karpuj (que operará desde febrero de 2015), la reinaguración de la base Yelcho (también en febrero próximo), la construcción del Centro Antártico Internacional, en Punta Arenas y el debut de la estación en el glaciar Unión. Todos estos elementos le darán un nuevo impulso la investigación científica en los próximos años.

ANTÁRTICA PROFUNDA

Leppe explica que hasta ahora el 90% de los estudios se han concentrado en la península Antártica, de ahí la importancia de extender latitudinalmente las investigaciones hasta el glaciar Unión, a tan solo 1.080 kilómetros del Polo Sur.

La primera gran expedición a este  glaciar comenzó el pasado 15 de noviembre y concluirá hoy. Es la mayor que ha realizado nuestro país en la Antártica profunda, con un total de 17 científicos. Al lugar sólo se puede llegar en avión Hércules desde Punta Arenas. El vuelo toma seis horas y las condiciones para trabajar son inhóspitas, por las bajas temperaturas, fuertes vientos, zonas de grietas, desplazamiento en zonas glaciares y de montaña.

Los investigadores ingresaron al glaciar Unión en dos grupos para permanecer cada uno un período de 15 días en la Estación Polar Conjunta. El geólogo Francisco Fernandoy del Laboratorio de análisis isotópico de la Universidad Andrés Bello junto a Delia Rodríguez del mismo plantel fueron parte del primer grupo que ya está de regreso.

"En el glaciar Unión encontramos una zona de un potencial para la investigación científica extremadamente interesante. Por ejemplo, colegas del Centro de Estudios Científicos (CECS) de Valdivia, han estimado que la cubierta glacial en sectores cercanos a la estación, superan los 800 metros. Por lo tanto, el registro climático potencialmente podría contener miles de años", dice Fernandoy, quien estudió la variabilidad climática en la zona.

LECHUGAS EFICIENTES

Al igual que Fernandoy, Shelley Macdonell, glacióloga del Centro de Estudios Avanzados en Zonas Áridas (Ceaza), también ha enfrentado las duras condiciones climáticas. Esta semana pasada permaneció encerrada en la  base Arctowski de Polonia, porque los vientos alcanzaron hasta 32 metros por segundo.

Macdonell recibe recursos de Conicyt y apoyo logístico del Inach para estudiar las razones por las que el glaciar Ecology, en la isla Rey Jorge,  ha retrocedido 600 metros entre 1979 y 2014, en la península Antártica.  "Esta área es muy interesante, porque ya es posible ver cambios en el ambiente alrededor del glaciar debido a este retroceso. Por ejemplo, hay formación de suelos y de una laguna en el entorno, han crecido plantas y se registran cambios en los hábitos de alimentación de algunas aves", dice Macdonell.

¿Pero qué hace un  centro que estudia las zonas áridas en la Antártica? El investigador Marco Molina, también del Ceaza, tiene una respuesta. Hace dos años que estudia los microorganismos antárticos que mejoran la eficiencia en el uso del agua en cultivos de zonas áridas. Hoy está inoculando hongos de este continente a lechugas y tomates para aumentar la eficiencia en el uso del agua en hortalizas.  "¿Qué significa esto?, Podemos tener la misma lechuga de tamaño comercial con un 20% menos de agua", explica.

El director del Inach dice que pese a los avances, queda mucho por investigar. "La Antártica tiene 18 veces la superficie de Chile y las diferencias de temperaturas son de hasta 90º C. No hay una, sino que muchas Antárticas por explorar", señala Retamales.