En Chile, el 3,8% de los colegios son sólo para hombres o para mujeres. Según cifras del Ministerio de Educación (Mineduc) para 2015, del total de colegios, el 96,3% (11.555) eran mixtos, mientras que los exclusivamente femeninos eran el 1,8% (209) y los de hombres, el 2,2% (262).

No son mayoría. Pero sí importantes. Muchos corresponden a los llamados colegios emblemáticos, modelos para el resto del sistema, por sus niveles de exigencia que auguran a sus alumnos ingresar a la educación superior.

Pero es un sistema que viene del pasado, destaca Juan Eduardo García-Huidobro, jefe de la División de Educación General del Mineduc. “Hoy, existe consenso sobre la ventaja de que niños y niñas se eduquen juntos”.

Si antes elegir entre colegios mixtos o por sexo era sólo por preferencia, dice García-Huidobro, hoy estudios muestran que el respeto e igualdad entre sexos es mayor cuando niños y niñas se educan juntos.

Por eso, también su número va disminuyendo. En 2007, según el  estudio “Repensando la escuela desde la coeducación”, del académico Ilich Silva-Peña, el 7% de los colegios del país eran segregados por sexo, número que hoy bajó al 3,8%, según el Mineduc.

Hoy, colegios tradicionales de un solo sexo, como la Institución Teresiana o el San Ignacio, se convirtieron con éxito en mixtos, destacan en el Mineduc. El Liceo Técnico Femenino de Valparaíso, con más de 100 años de historia, hoy también es mixto.

Tradición

Pero los “tradicionales” se resisten a cambiar. “El sistema público, sobre todo varios colegios de mayor prestigio, tienen una pregunta que hacerse”, dice García-Huidobro.

¿Por qué no son mixtos? El sociólogo de la U. Alberto Hurtado y militante de la organización feminista La Alzada, Pablo Gómez, responde en su investigación “Educación secundaria segregada por sexo: lo que se esconde detrás de la tradición”, que se mantienen sólo por tradición histórica y “mantener viva la ‘promesa igualitaria’”, dice. Por eso, agrega, el proyecto explícitamente sexista de los liceos secundarios nunca será modificado ni cuestionado. “El fundamento social de la educación secundaria tradicional es la garantía social, profesionalización y acceso a la cultura para una elite de la población”.

No cambian, dice Gómez, pese a ser espacios que reproducen prácticas machistas. “Si uno conversa con hombres egresados de estos colegios, ve que tienen una conducta con carga denigrante hacia las mujeres y a la diversidad sexual. Ahí se anida una relación machista y patriarcal”.

Los colegios segregados parten en 1813 con el Instituto Nacional, como primer liceo masculino. Su primer par femenino fue el liceo fiscal Carlos Waddington, de Valparaíso (1892), luego se funda el Liceo N° 1 de Niñas de Santiago en 1894, estos últimos tenían una clara misión educativa: no se prepararía a las mujeres para ir a la universidad, sino para ser buenas madres y dueñas de casa.

Un modelo basado en el principio de que hombres y mujeres aprendían distinto y tenían diferentes roles sociales, dice Camila Mella, socióloga de la U. de Chile. “El Instituto Nacional se fundó para crear ‘hombres para la República’ y reforzar que ‘la historia la escriben los hombres’ (no apelando al genérico humano, sino al género masculino)”, aclara.

Pese a los cambios sociales en igualdad de género, estos colegios perpetúan esta desigualdad. “Puede que colegios emblemáticos para mujeres sí las posicionen en el espacio público (puntajes PSU, premios científicos, etc.), pero los emblemáticos para hombres no los posicionan en el ámbito privado. Por el contrario, refuerzan su rol en el espacio público, alejándolos de la vida doméstica (por ejemplo, conocidos son los síndromes ‘Beaucheff’ o el ‘institutano’)”, dice Mella.

A su vez, agrega Mella, representan a una elite. “Más meritocrática, pero elite a fin de cuentas. No es lo mismo ir a una escuela rural para mujeres o para hombres que al Liceo Carmela Carvajal o al Liceo de Aplicación”.

La promesa del éxito

Los colegios emblemáticos deberían velar por el interés público, dice Gómez, y no lo hacen. “No son espacios de contacto democrático y diverso”.

Pero eso no se asume como un problema. A las familias no les importa que su hijo esté seis años sólo con hombres, indica, sino  que llegue a la universidad y sea exitoso. “Mientras esté ese foco exitista, nunca se tocará el tema de la educación segregada por sexo. Ni las familias ni la sociedad se preocupan por las relaciones de ese joven, espacio que no sólo crea hombres violentos, sino con miedo a hablar en público por temor a ser juzgados. No es normal, uno no convive en la vida sólo con hombres o mujeres”,

Para María Elena Acuña,  académica del Departamento de Antropología de la U. de Chile, otra razón por la cual los liceos emblemáticos deberían ser mixtos, es porque preparan mucho mejor para la universidad, “un bien al que también deberían tener acceso las mujeres”.

Además, dice, no permiten el derecho a la identidad sexual de transexuales. “El sistema educativo no está ni menos ni más preparado que la sociedad para esta discusión, es un problema de todos. Una discusión que busca resolver la disputa entre el modelo mandante heteronormativo y las sexualidades disidentes en el país”. Porque los colegios no sólo enseñan, también socializan, dice.