El pingüino papua (Pygoscelis papua), veloz nadador de los mares antárticos, es una de las especies más afectadas por las consecuencias del cambio climático en la Antártica: ha aumentado el territorio sin hielo que puede colonizar, pero ha mermado la disponibilidad de krill, su principal alimento.

Según la lista roja de IUCN, los pingüinos papua están catalogados como "casi amenazados". Su población se estima en 314.000 parejas reproductoras, aunque algunas estimaciones recientes sugieren que la población podría estar aumentando, particularmente al sur de su área de distribución.

Para conocer en detalle qué está pasando con esta especie y cómo se está adaptando a los cambios que sufre la Antártica es que un equipo de expertos, desarrollado por la bióloga Paulina Valenzuela, tesista investigadora del Laboratorio de Genética Molecular de la Universidad Católica, están realizando el primer estudio genético poblacional de esta especie.

El estudio se encuentra analizando los patrones morfológicos de 300 pingüinos papua que habitan tres zonas del territorio antártico donde se encuentran las bases chilenas, para crear con ellos un modelo que permita discriminar cuando se está frente a un macho o una hembra o a una población del norte o del sur.

Aunque la investigación aún está en curso, los expertos ya descubrieron que las colonias que habitan más hacia el Polo Sur tienen, en promedio, tres centímetros menos de altura que aquellos que están más cerca de la península antártica. Una cifra estadísticamente significativa para los investigadores y que según Juliana Vianna, académica de la U. Católica y líder del laboratorio de Genética Molecular de ese plantel, podría deberse a que no existe mucha migración entre las poblaciones y, por lo tanto, detrás de esto habría razones de orden adaptativo, como cambios en el clima o la alimentación.

"Los pingüinos más pequeños podrían estar resistiendo mejor las bajas temperaturas en las zonas más frías. O podría deberse a un cambio de dieta, ya que el aumento de las temperaturas, por el cambio climático, está causando una disminución de krill", explica Valenzuela. Así, los pingüinos de más al norte pueden haber cambiado su dieta por pequeños vertebrados o peces que les han permitido un mayor desarrollo y, por lo tanto, un mayor tamaño.

Los análisis genéticos deberían entregar una respuesta, dice Daniel González Acuña, veterinario e investigador de la U. de Concepción y quien forma parte del estudio. "Conocer su constitución genética nos permite saber si hay parentesco entre las colonias ubicadas en las distintas localidades de la Antártica", dice. "Sin estudios genéticos no podemos atribuir estas diferencias a nada en especifico aún. Con el estudio genético podremos ver si esta diferencia es por un tema de adaptación al nuevo clima o por la expresión de nuevos genes", agrega Valenzuela.

Vianna dice que estudiar la estructura genética poblacional de esta especie permite saber qué tan parecidos son genéticamente entre las poblaciones de la especie y cómo protegerlos. "Si una población tiene poco en común con otra y está siendo afectada, esa población difícilmente va a ser recuperada. Conocer más las poblaciones permite inferir qué va pasar con ellas y tomar medidas de conservación", advierte la investigadora.