Llegó el martes por segunda vez a Chile. La primera vez que Federico Falco (1977) visitó el país fue con su familia, cuando tenía 10 años. El recuerdo que más conservó de ese viaje fue la visita a la casa de Pablo Neruda en Isla Negra. "Era como un castillo de fantasía", dice.

El escritor argentino regresa a Chile a presentar hoy su libro Flores nuevas, antología de sus cuentos que acaba de publicar la editorial local Montacerdos. El lanzamiento será a las 19.30 en la Universidad Finis Terrae. Antes, al mediodía, Federico Falco participará en la Cátedra Siglo XXI de la misma casa de estudios, donde conversará con el escritor Marco Antonio de la Parra.

Elegido en 2010 por la revista Granta como uno de los 22 mejores narradores en lengua española menores de 35 años, Falco ha cultivado preferentemente el cuento. Tiene cuatro títulos en el género, donde destacan La hora de los monos y 222 patitos. Además, es autor de dos poemarios y de la novela breve Cielos de Córdoba, ciudad donde nació y que está presente en su obra.

"El cuento es mi género favorito, donde me siento más cómodo. En Argentina tiene una gran tradición y los lectores tenemos interiorizada su forma clásica. Y esa forma incorporada yo la uso para ir en contra", dice Falco, quien cree que la antología que publicó Granta traducida a otros idiomas le permitió que circulara su obra en otros países. "La inclusión en Granta fue una exposición a una cantidad de lectores a los que de otra manera no hubiese llegado", señala.

Los cuentos de Falco están construidos por sucesos cotidianos y personajes excéntricos. Historias que parten en un lugar y que luego fluyen en diferentes direcciones, como las incluidas en Flores nuevas. En el relato Cuento de Navidad, el narrador parte contando la ceremonia de la cena de la noche del 25 de diciembre. Luego, la memoria familiar se centra en la relación de los abuelos, la vejez, el olvido...

La ensayista argentina Beatriz Sarlo escribió que Falco "inventa peripecias imaginativas, originales, incluso inverosímiles. Con otra escritura, sus relatos podrían ser incorporados a lo que se suele llamar género fantástico".

Hace un año Federico Falco regresó a Buenos Aires. Pasó un par de años en Estados Unidos, como parte del programa de escritores de la Universidad de Iowa y luego en la U. de Nueva York. "Lo que resuelven estos centros de estudios para los autores latinos es el gran dilema de cómo sobrevivir escribiendo", comenta con cierta ironía, un tono que también se aprecia en su narrativa.

Si tuviera que adscribir a una generación, Falco cree que debería estar marcada por dos hitos: quienes crecieron en democracia y eran universitarios cuando ocurrió la crisis de 2001. Y nombra a Patricio Pron, Hernán Ronsino y Samanta Schweblin. "Ahora, no creo que seamos una generación que comparta una estética o un programa", agrega. Entre sus lecturas chilenas, dice que prefiere a Lina Meruane, Diamela Eltit, Pedro Lemebel y Alvaro Bisama.