Nunca tuve problemas con ser distinta por ser confrontacional. Es que no tenía necesidad de ser aprobada por todo el mundo. Mi infancia fue muy satisfactoria en ese sentido. Crecí en Peñalolén, en una parcela familiar, y estudié en Las Ursulinas. Era la nieta mayor y la sobrina mayor, por lo que fui muy regalona. Me gustaba disfrazarme, representar cosas. No necesité tener amigas hasta pasados los 12 años. En la adolescencia logré cultivar una gran amistad con mis compañeras de colegio. Con ellas me veo todavía.

No me siento influyente. Lo soy porque tengo nueve hijos y puedo influir en sus vidas y ellos tendrán familia después, pero en el plano profesional no me siento influyente. No creo que alguien esté pendiente de lo que dice la Tere Marinovic. Mis niveles de narcisismo no han llegado a eso.

Es raro que se me vea llorar, tiene que pasar algo muy extraordinario para que eso ocurra. Tengo un modo duro, pero creo que tengo una sensibilidad tan fuerte como mi aspecto más desafiante. Soy resistente a mostrar afectos asociados a la ternura y la vulnerabilidad. Soy pudorosa con los sentimientos más profundos. De contacto físico no soy, salvo con mis hijos.

Hay gente que se desarma con el bullying en redes sociales, yo no. Ser Trending Topic en Twitter por una cosa que dije no es algo que esté presente durante el día para mí. La catarsis generalizada de las redes sociales no las tomo como críticas personales. A mí no me afecta en nada. Con los comentarios groseros creo que se pasan para la punta a veces o los que son en doble sentido, pero los bloqueo y se acabó. La verdad es que no me alteran el ánimo. Mis cercanos me han pedido que deje de escribir o me piden que me preocupe. Yo les digo que el chileno es cobarde y que dicen cosas por una red social, pero que no son capaces de mirar a los ojos y decir que me encuentran una descriteriada, por ejemplo.

Me duele lo que le ocurre a Jaime Orpis. El es el único de los políticos que tiene una fundación que nos es pantalla. Hay elementos que hacen incomprensible la situación: no es una persona que viva con lujos, más bien vive de manera mucho más sobria que la mayoría de los diputados y senadores. No me parece sólo injusto porque se ve un contraste con el resto de los políticos, sino porque, además, es una medida absurda la que tomaron con él. Hay elementos que exigen y obligan a hacer un juicio más serio y a preguntarse qué pasó acá.

Voy a misa todos los domingos. Soy católica practicante. Durante mucho tiempo estuve muy cerca del Opus Dei. Me formé ahí. Le tengo mucho respeto, mucho cariño y mucha gratitud.

Me repugna la visión idílica de la maternidad, porque creo que es esencialmente falsa. Soy feliz con mis nueve hijos, pero creo también que todas las mamás queremos mucho a nuestros hijos y también hay momentos del día en que queremos aniquilarlos. Eso es normal y creo que se ha producido un daño cultural muy grande cuando eso se niega. En la vida uno tiene blanco y negro, aunque a mí me cuesta entenderlo por mi tendencia al dogmatismo.

No voté para el plebiscito, aunque hubiera votado por el Sí. Me habría arrepentido hoy, porque fue un gobierno muy largo. Tengo críticas sobre el gobierno de Pinochet, pero también creo que hay causas que dieron origen a estas circunstancias. Hoy, votaría por Joaquín Lavín, porque es un hombre extraordinariamente inteligente. Es políticamente hábil y creo que es un hombre bueno. Esas cosas no son características que suelen tener los políticos. La derecha lo ha ninguneado mucho, pero me parece que hay una interpretación superficial de su figura. El es práctico, pero no por eso menos inteligente.

Fumé en todos mis embarazos. También tomaba de vez en cuando un pisco sour. Tomaba normal, no era que tomara todos los días un whisky. No creo que la salud sea lo más importante y no creo que cuidarla a toda costa y a cualquier nivel valga la pena. Sí fumaba menos, pero no lo dejé, y al tener la guagua volvía a ser muy fumadora. Me compré un cigarro electrónico que complemento con cigarros, si no, me fumaría seis cigarros conversando y no tres.

Ser homosexual no es una opción: es una anomalía. Si un hijo mío me dijera que es homosexual me daría pena, porque pensaría que va a sufrir, pero tal como los quiero con todos los defectos que tienen, ¿por qué no los voy a querer por algo que tampoco pienso que hubieran elegido? Muchas veces la gente me amenaza con que me va a salir un hijo gay. Me da risa, porque tengo totalmente incorporado que te pueden pasar muchas cosas como mamá: se te puede morir un hijo, uno puede ser homosexual u otro puede elegir cosas que no te gustan. Lo tengo asumido. La bisexualidad me parece más sorprendente y curiosa. Es un fenómeno interesante desde el punto de vista psicológico, pero no lo entiendo.