"Papá vuelve", anotó Patricio Jara en una boleta. Fue hace cuatro o cinco años, estaba en un restaurante de comida china en Antofagasta y recién su mamá le había contado un sueño, un sueño tan real que la confundió: su marido volvía de la muerte. Jara no sabía que ese apunte al pasar iba a ser la chispa inicial para, quizá, la novela más importante de su vida. Se llama Geología de un planeta desierto y esta vez es personal: en el fondo de una historia sobre un geólogo y la nueva minería del norte, late como herida aún abierta la relación que tuvo con su padre.

"Esta novela no es hueveo. Cuando la terminé no la quería publicar", dice Jara, reconociendo la carga autobiográfica del volumen que acaba de llegar a librerías. Una carga pesada. Jubilado antes de cumplir los 50 años de su trabajo en el puerto de Antofagasta, el padre de Jara murió en 1998, tras una dura década de alcoholismo. En Geología de un planeta desierto, su vida en esos años decae a la sombra de la transformación de la ciudad, que a fines de los 80 pasó de vivir del mar a depender del desierto y su mineral. Rodrigo, el hijo de ese hombre en la ficción, es un geólogo y vive del desierto y el cobre.

Escrita a mano y casi compulsivamente en libretas en Santiago, Antofagasta, Calama, Colombia, EE.UU. y México, Geología de un planeta desierto le tomó casi ocho años. Mucho para su ritmo: en 15 años, Jara ha publicado seis novelas, dos tomos de cuentos, uno de crónicas (Pájaros negros) y una biografía (Prat). "Estuve absolutamente inseguro con este libro. Hubo partes que saqué y volví a poner 20 veces", dice. "Pero creo que también puedo hablar de madurez. No me hubiera atrevido a escribir esta novela hace cinco años", agrega.

El desierto de fondo
Instalado en Santiago desde 2004, donde hoy es editor de Ediciones B y hace clases en la UDP, Jara lleva su Antofagasta natal y el desierto de Atacama marcados a fuego. Buena parte de sus libros viene de ahí; también Geología de un planeta desierto. Rodrigo, geólogo que busca potenciales minas, es un eco de muchos amigos de infancia: mineros modernos que pasan 10 días en la pampa y vuelven a descansar cuatro, cargados de dinero.

"Empecé a entrevistar a amigos geólogos. Esta idea de ir y volver me parecía muy rara. Quería saber cómo lidiaban con eso, con la soledad, con el dinero, etc.", cuenta Jara, que retrata a Rodrigo como un aspirante a solitario que lee libros para contrarrestar el sinsentido que amenaza en la inmensidad del desierto.

Precisamente, Rodrigo cree que algo de esa locura lo ha seguido a la ciudad cuando, al inicio de Geología de un planeta desierto, su padre vuelve a casa después de 10 años muerto. En adelante, Jara cuida que nada huela a zombies ni fantasmas y despliega un relato contenido, dominado por la perplejidad, e inevitablemente triste: Rodrigo vuelve a repasar cómo su padre cayó en el alcohol y estuvo a punto de arrastrar a toda la familia.

"El comienzo del derrumbe", nos informa Rodrigo en la novela, fue en 1990, cuando su padre chocó borracho y, asustado, "corrió a perderse". Era un hombre en los 40, ya estaba jubilado de la Empresa Portuaria de Chile, trabajaba poco para los nuevos dueños privados del puerto y la bebida era un problema. Es un hecho de Geología de un planeta desierto y también de la vida de Jara: era sábado en la noche y él estudiaba matemáticas para el colegio cuando su padre chocó.

Antes, Jara había escrito casi únicamente sobre otros: de Arturo Prat, de los años de la Guerra del Pacífico (El sangrador, El mar enterrado), de una banda de freaks estafadores (Quemar un pueblo). El tiempo lo convenció de que era hora de que su literatura tuviera que ver con él y los suyos: "Porque 15 años es suficiente. Cuando pones por escrito algo, no sé si puedes solucionarlo, pero lo entiendes mejor. Esto es un intento de entender. También para no olvidar", dice el autor.

Terminada a fines del año pasado, Jara evaluó no publicarla. Planeó un libro de cuentos como alternativa. Se metió a investigar una epidemia de peste negra en Antofagasta en 1873. Sabe que es más que la historia de su padre, pero les teme a las lecturas de Geología de un planeta desierto. Por primera vez, su mamá está leyendo uno de sus libros. "Más allá de mi historia personal, estoy seguro de que es una novela que puede funcionar como tal y la gente podrá evaluar. Pero, la verdad, no sé si estoy preparado para la crítica. Estoy absolutamente adentro", concluye.