ESTADISTICAS divulgadas por el Servicio de Impuestos Internos revelan que en 2011 aumentaron en un 9,4% el número de personas que pagaron en Chile el impuesto único de segunda categoría, llegando a las 818.000. Este tributo es el que grava las rentas percibidas por los trabajadores dependientes y es retenido por sus empleadores. La cifra es reflejo del aumento de las remuneraciones reales, del empleo y de una fiscalización más eficiente de estos tributos.

Este aumento es positivo, pero debe ser examinado con cuidado, porque puede generar la imagen errada de que sólo un número reducido de personas paga impuestos. En el caso del gravamen a las rentas de los trabajadores, lo paga sólo un poco menos del 10% por el hecho de que una gran mayoría se beneficia por el mínimo exento.

Sin embargo, cuando se analiza la globalidad de los tributos existentes en el país, se debe concluir lo contrario, que casi todos los ciudadanos pagan impuestos: por de pronto, la gran mayoría debe pagar el IVA en los bienes y servicios que consume, pero además paga otros tributos como las contribuciones a los bienes raíces y el impuesto a la renta de las empresas. En este último caso incluso se ha transmitido la falsa idea de que el impuesto a las empresas lo pagan quienes tienen más recursos, pero eso omite el hecho de que, por ejemplo, todos los trabajadores lo sufren al reducirse los beneficios que reciben sus ahorros previsionales invertidos en las sociedades que cotizan en Bolsa.

La conciencia ciudadana respecto a que todos los chilenos pagamos impuestos y sacrificamos una parte de nuestro esfuerzo para financiar los gastos del Estado es muy relevante en una sociedad democrática, porque fortalece la exigencia por responsabilidad y disciplina de los gobiernos en el manejo de los fondos. En las próximas semanas el Congreso deberá pronunciarse por un presupuesto que dispondrá de más de US$ 65.000 millones en ingresos, que es la oportunidad en que debe exigirse esa responsabilidad frente a los contribuyentes.